¿Todo es relativo?
"Bueno, ése es tu punto de vista, pero yo tengo el mio, tan respetable como el tuyo". Se trata de una frase bastante común y que expresa, en principio, una actitud muy positiva, pues vivimos en un mundo con opiniones contrastadas y donde se respeta la diversidad de pensamiento. Estoy de acuerdo con esa postura siempre que no suponga una renuncia a la búsqueda de la verdad, algo que está erosionando muchos aspectos de nuestros valores sociales, al hacernos perder la brújula ética necesaria para una sociedad digna del ser humano. A estas alturas parece que abogar por la verdad es poco menos que equivalente a intolerancia y prepotencia, pero la verdad no debería de lujo inalcanzabla, sino más bien un prespuesto para la diálogo y el progreso. Pongamos un ejemplo sencillo, si dos personas sostienen puntos de vista contradictorios, por ejemplo uno afirmando y otro negando la recuperación económica podemos afirmar que los dos puedan pensarlo honestamente, pero no que los dos estén en la verdad, pues no puede ser a la vez una cosa verdadera y errónea. O bien, estamos o bien no estamos recuperandonos económicamente, pero no las dos cosas, por muy respetable que sea la opinión de quien lo indica. Pongo este ejemplo de un tema que es bastante discutible, pero podría ponerlo de otros muchos aspectos donde la verdad se sustenta sobre cuestiones menos debatibles. Como dice un amigo, los datos no se discuten, se comprueban. No tiene sentido discutir sobre la población que tiene España: basta mirar en la página web del instituto nacional de estadística. Naturalmente de éste y de cualquier tema podríamos discutir: hasta qué punto está actualizado ese dato demográfico, por ejemplo, pero la base de partida es que si una afirmación es verdadera, su contrario no puede serlo. La discusión sobre la verdad de las cosas se ha tornado un tema crucial actualmente, pues generalmente se admite que sólo lo que es medible experimentalmente es sujeto a una cierta verdad, mientras el resto de los temas: económicos, filosóficos, teológicos, por ejemplo, serían terreno del puro relativismo (cada uno sostiene una postura, tan válida como su contraria). En el terreno jurídico y ético, esta postura ha dado lugar a una serie de desmanes sociales, pues el hombre ciertamente necesita referentes éticos. Cuando no los tiene, acaba reinando una confusión sobre la base del derecho y, en última instancia, sobre el fundamento del orden social. Ahora bien, si el derecho no se asienta en la verdad de las cosas, ¿dónde puede asentarse? ¿Sobre las mayorías? En principio sí, pero no siempre la mayoría es acorde con la verdad de las cosas, como la experiencia histórica de la alemania nazi nos recuerda. A este triste pasado se refería Benedicto XVI en su discurso ante el parlamento alemán en el 2011: "La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz (...) “Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?”, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y llevarlo hasta el borde del abismo. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político".
Por tanto es preciso ir más allá, admitiendo, en primer lugar, que el relativismo no es una respuesta final a los problemas. Todas las posturas son respetables, pero algunas son verdaderas y otras no: encontrar éstas puede ser tarea árdua, pero no imposible, no podemos renunciar a la existencia de la verdad, o de lo contrario solo tendremos acuerdos cambiantes e inestables.
Por tanto es preciso ir más allá, admitiendo, en primer lugar, que el relativismo no es una respuesta final a los problemas. Todas las posturas son respetables, pero algunas son verdaderas y otras no: encontrar éstas puede ser tarea árdua, pero no imposible, no podemos renunciar a la existencia de la verdad, o de lo contrario solo tendremos acuerdos cambiantes e inestables.
Te recomiendo la lectura del último libro del Prof. Diego Poole, titulado precisamente "Relativismo y Tolerancia". Está disponible en la editorial Digital Reasons. Revisa la fundamentación ética y jurídica del respeto a la verdad y las falacias del relativismo y su impacto en el orden jurídico.
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