Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Certezas y Evangelio. Cesareo de Arles y Papa Francisco

Certezas y Evangelio. Cesareo de Arles y Papa Francisco

por La divina proporción

Cuando el Papa Francisco habla de que tenemos que abandonar las certezas y seguridades. En la homilía que realizó el 13 de octubre del pasado año, nos dijo: 

Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguridades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo? 

Las seguridades y certezas son rutinas que nos permiten dejar a un lado el compromiso que tenemos con Cristo y con la Iglesia. Estas seguridades nos permiten ritualizar los comportamientos y desplazar el centro de nuestras vidas a actividades e intereses ajenos a la misión de una vida cristiana. ¿A qué seguridades solemos aferrarnos? 

Normalmente incorporamos un leve barniz cristiano basado en cumplir con las apariencias externas. Las limosnas, la misa dominical, la oración son herramientas maravillosas si las vivimos en primera persona. Pero si las automatizamos, perdemos todo lo que tienen de bueno para nosotros. Si convertimos la misa en una escusa para reunirnos con los amigos, también estamos creando seguridades que nada tienen que ver con el verdadero sentido de la Liturgia. Veamos que nos dice San Cesareo de Arlés desde el siglo IV-V: 

Hermanos queridos, cuando os exponemos algo útil para vuestras almas, que nadie trate de excusarse diciendo: " no tengo tiempo para leer, por eso no puedo conocer los mandos de Dios ni observarlos  Abandonemos las vanas habladurías y las bromas mordaces, y veamos si no nos queda tiempo para dedicar a la lectura de la Escritura santa. Cuándo las noches son más largas, ¿habrá alguien capaz de dormir tanto que no pueda leer personalmente o escuchar a otro a leer la Escritura? Porque la luz del alma y su alimento eterno no son nada más que la Palabra de Dios, sin la cual el corazón no puede vivir ni ver. El cuidado de nuestra alma es muy semejante al cultivo de la tierra. (San Cesareo de Arlés. Sermones al pueblo, n°6 passim) 

¿Quiénes entre nosotros se dedican a leer el evangelio y meditarlo todos los días? Muy pocos. La mayoría corremos de un lado a otro atendiendo las necesidades humanas que tenemos. No encontramos tiempo para dar un paso adicional a las rutinas que hemos convertido en ritos costumbristas. 

Algunos podemos pensar que eso de dejar la cómoda retaguardia es sólo para valiente o para “profesionales”. En el mejor de los casos, esperamos que sean otros los que se dediquen a moverse, aduciendo que nos sentimos incapaces y no sabemos qué hacer. ¿habrá alguien capaz de dormir tanto que no pueda leer personalmente o escuchar a otro a leer la Escritura?  Pero ¿Cuesta tanto leer y meditar el Evangelio? ¿Cuesta tanto orar conscientemente junto a nuestros hermanos? 

Hay un versículo del Apocalipsis que me encanta, ya que evidencia una realidad que vivimos día a día: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3, 20) ¿Estamos predispuestos a escuchar cuando Cristo llama a nuestra puerta? A lo mejor preferimos el oído de nuestro corazón entretenido con otras miles de cosas y excusarnos diciendo que no tenemos tiempo ni para leer un párrafo de los escritos de un santo. 

A veces, escuchamos la llamada, pero nos da terror abrir la puerta. Sabemos que si la abrimos, estamos aceptando el compromiso de seguir a Cristo, negándonos a nosotros mismos. “El cuidado de nuestra alma es muy semejante al cultivo de la tierra” y por lo tanto, necesita dedicación, paciencia, humildad y mucha entrega. 

La gran pregunta es ¿Cómo salir de este círculo vicioso de sordera y miedo? Una buena respuesta sería, empieza por leer un poco de los Evangelios cada día. Medita lo que dice y si puedes, coméntalo con otras personas. En el diálogo se aprenden muchas cosas. Ya que utilizamos el whasapp todo el día, ¿Por qué no crear un grupo de meditación del Evangelio del día? Una amiga me comentó que está realizando la experiencia y que está siendo sorprendentemente buena. También se puede comentar de viva voz con los amigos o utilizar las redes sociales. 

Si el Papa nos pregunta de nuevo: ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades,…? Ojalá seamos capaces de decir que estamos intentando dejarnos sorprender por el Señor y que oramos todo los días para que seamos capaces de hacerlo.

 

 

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