Acostado en el pesebre
por Un obispo opina
Hace unos días recibía una felicitación navideña de un sacerdote amigo, y pensando que podría compartirla con ustedes, la copio y se la transmito:
ACOSTADO EN EL PESEBRE
“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”(Lucas 2, 712)
Los cristianos acostumbramos a llevar una Cruz colgada en el pecho. La Cruz se nos ha convertido en un signo característico. No sería cómodo colgarnos el Pesebre: María y José, el Niño entre pajas y, más, si les acompañan los pastores postrados en adoración, respondiendo al canto angélico: “Gloria a Dios”.
Pero junto a la Cruz es importante el Pesebre, porque nos recuerda las palabras de Pablo cuando nos exhorta a “tener los mismos sentimientos de Cristo, que siendo Dios, se despoja de su condición, haciéndose hombre como nosotros” (Filipenses 2,6-8). Es Dios que irrumpe en la historia de los hombres, pobre entre los pobres, entre la gente humilde y sencilla como los pastores, entre quienes carecen de vivienda y buscan albergue en los soportales de la ciudad o en los aledaños como una cueva o son migrantes que van de aquí para allá. Allí en el Pesebre podemos vislumbrar aquel primer paso que condicionó toda la vida de Cristo, hasta ser un signo de contradicción, rechazado por su pueblo y “obediente hasta la muerte en la Cruz”.
El Papa Francisco nos pide salir a las periferias, no sólo geográficas, sino también existenciales donde hay sufrimiento, soledad y degradación humana”, más allá de nosotros mismos, de “la autorreferencialidad”. Y a nosotros nos cuesta salir, dar ese primer paso, sin vuelta atrás, que nos pueda comprometer toda la vida. Nos gustan los gestos y las palabras del Papa, cuando habla de “su preferencia de una Iglesia pobre para los pobres”, pero seguimos “balconeando” (mirando desde fuera), asegurando nuestras comodidades, nuestro bienestar.
El Pesebre sabe a “bienaventurados los pobres, los sencillos y humildes, los limpios de corazón, los que padecen persecución por trabajar por la justicia...porque de ellos es el Reino de Dios” (Mateo 5,112 ). Fue la opción de Jesús, que se rodearía en su vida de ovejas sin pastor, de enfermos, de alejados, “pues no había venido a llamar a justos sino a pecadores”. Y no necesitaría palacios y catedrales para hacerse presente en los caminos y sufrimientos de los hombres, dándoles la Buena Noticia del amor de Dios, de su cercanía a cada uno de nosotros.
Ciertamente ahora a la Cruz y al Pesebre nos acercamos en clave de Resurrección, con “la alegría del Evangelio”, de la fe, como nos indica la reciente Exhortación Apostólica del Papa. Con el espíritu de Francisco de Asís en su Nacimiento de 1223 en Greccio dejando esta tradición a nuestras familias, parroquias y comunidades religiosas y con las actitudes de María, la protagonista en Belén, que escucha la llamada del Señor y se entrega como humilde sierva a su voluntad. Acerquémonos a la Navidad.
Mis saludos en la Navidad de 2013 y buenos deseos para 2014. Juan Sanchis
También yo les felicito y les deseo lo mejor no sólo para estas fiestas sino también para siempre. Al mismo tiempo que pensamos de la Navidad, pensemos también en unir esa ternura de Dios a nuestra vida en relación con Dios y con los Hermanos.
Un abrazo con mis mejores deseos.
José Gea
ACOSTADO EN EL PESEBRE
“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”(Lucas 2, 712)
Los cristianos acostumbramos a llevar una Cruz colgada en el pecho. La Cruz se nos ha convertido en un signo característico. No sería cómodo colgarnos el Pesebre: María y José, el Niño entre pajas y, más, si les acompañan los pastores postrados en adoración, respondiendo al canto angélico: “Gloria a Dios”.
Pero junto a la Cruz es importante el Pesebre, porque nos recuerda las palabras de Pablo cuando nos exhorta a “tener los mismos sentimientos de Cristo, que siendo Dios, se despoja de su condición, haciéndose hombre como nosotros” (Filipenses 2,6-8). Es Dios que irrumpe en la historia de los hombres, pobre entre los pobres, entre la gente humilde y sencilla como los pastores, entre quienes carecen de vivienda y buscan albergue en los soportales de la ciudad o en los aledaños como una cueva o son migrantes que van de aquí para allá. Allí en el Pesebre podemos vislumbrar aquel primer paso que condicionó toda la vida de Cristo, hasta ser un signo de contradicción, rechazado por su pueblo y “obediente hasta la muerte en la Cruz”.
El Papa Francisco nos pide salir a las periferias, no sólo geográficas, sino también existenciales donde hay sufrimiento, soledad y degradación humana”, más allá de nosotros mismos, de “la autorreferencialidad”. Y a nosotros nos cuesta salir, dar ese primer paso, sin vuelta atrás, que nos pueda comprometer toda la vida. Nos gustan los gestos y las palabras del Papa, cuando habla de “su preferencia de una Iglesia pobre para los pobres”, pero seguimos “balconeando” (mirando desde fuera), asegurando nuestras comodidades, nuestro bienestar.
El Pesebre sabe a “bienaventurados los pobres, los sencillos y humildes, los limpios de corazón, los que padecen persecución por trabajar por la justicia...porque de ellos es el Reino de Dios” (Mateo 5,112 ). Fue la opción de Jesús, que se rodearía en su vida de ovejas sin pastor, de enfermos, de alejados, “pues no había venido a llamar a justos sino a pecadores”. Y no necesitaría palacios y catedrales para hacerse presente en los caminos y sufrimientos de los hombres, dándoles la Buena Noticia del amor de Dios, de su cercanía a cada uno de nosotros.
Ciertamente ahora a la Cruz y al Pesebre nos acercamos en clave de Resurrección, con “la alegría del Evangelio”, de la fe, como nos indica la reciente Exhortación Apostólica del Papa. Con el espíritu de Francisco de Asís en su Nacimiento de 1223 en Greccio dejando esta tradición a nuestras familias, parroquias y comunidades religiosas y con las actitudes de María, la protagonista en Belén, que escucha la llamada del Señor y se entrega como humilde sierva a su voluntad. Acerquémonos a la Navidad.
Mis saludos en la Navidad de 2013 y buenos deseos para 2014. Juan Sanchis
También yo les felicito y les deseo lo mejor no sólo para estas fiestas sino también para siempre. Al mismo tiempo que pensamos de la Navidad, pensemos también en unir esa ternura de Dios a nuestra vida en relación con Dios y con los Hermanos.
Un abrazo con mis mejores deseos.
José Gea
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