¡Qué no nos roben la Navidad!
La celebración de la Navidad no nos propone sólo ejemplos a imitar, como la humildad y la pobreza del Señor, su benevolencia y amor hacia los hombres; sino que es más bien una invitación a dejarnos transformar totalmente por Aquel que ha entrado en nuestra carne (Benedicto XVI)
La Navidad es el tiempo de la ilusión y de la alegría, cuando soñamos y jugamos, cuando afloran los sentimientos de bondad, fraternidad, solidaridad… ¡Qué no, señores, qué no! Ya estoy un poco (bastante) cansado de este buenismo absurdo que aparece como setas en estos días.
Hemos convertido la Navidad en algo tan dulzón que se parece más a la casa de caramelo que se encontraron Hansel y Gretel en el bosque. Muy aparente, con colores muy vistosos, muy dulce, pero dentro estaba la bruja dispuesta a comerse a los niños.
Siento ser tan desmitificador, pero me resisto a que nos roben la Navidad y la conviertan en un acto benéfico. Es cierto que en este tiempo estamos llamados a convertirnos y preparar los caminos al Señor. Eso exige que cambiemos de vida, que seamos mejores y, también, que tengamos mejores sentimientos, pero no me quedo aquí.
La Navidad existe porque nació Cristo, el Salvador. Y guste o no, el Emmanuel (Dios con nosotros) cambió la historia de la humanidad. Esto tiene que significar algo y puede significar algo para los que nos confesamos cristianos pero también, ¿por qué no?, para los no creyentes. El nacimiento del Hijo de Dios es una buena noticia para todos y esto es lo que tenemos que anunciar.
¿Cómo hacer para no caer en la trampa de la “casa de caramelo”? Podemos hacer la bendición del Nacimiento y del árbol de Navidad, porque también es un símbolo cristiano. Podemos adornar los balcones con la imagen del Niño Jesús. Podemos enviar postales en las que aparezcan Jesús, María y José y no unos niños con coloretes tipo Heidi. Y si queremos entregar los regalos el día de Navidad, mejor que los traiga el Niño Dios que no un señor regordete vestido con albornoz rojo, a no ser que sea San Nicolás, claro.
Y además de todo esto, también nos podemos acordar y recordarlo durante todo el año, que sigue habiendo pobreza, que muchos niños no tendrán fiesta que celebrar, ni regalos con los que jugar, y que todavía hay mucho que hacer para que reine el Príncipe de la Paz.
Os deseo una muy feliz y santa Navidad