De una razón muy egoísta, pero no por ello menos cierta, para estar contra el aborto
por En cuerpo y alma
Después de haber intentado, con gran dificultad, concienciar a la sociedad contra ese crimen execrable y nauseabundo que es el del feto en el vientre de su propia madre a través de razones que tienen que ver con el propio niño víctima del crimen; y de intentarlo después apelando a razones igualmente piadosas y humanitarias que tienen que ver con la situación de víctima en la que se puede englobar también a la madre de ese niño, aún a pesar de que la decisión última de abortar su existencia es de ella… queda apenas apelar a un tercer recurso, no por egoísta, materialista y pragmático, menos cierto, para convencer a una sociedad “dura de corazón” (Mt. 19, 8), incapaz de conmoverse ante el peor de los dramas imaginables, como es el de una madre que se desembaraza de su hijo en su propio vientre: las consecuencias que a medio plazo, la política generalizada de abortos que practicamos en España y en los países occidentales ha de traer a nuestras sociedades.
¿Que cuáles son esas consecuencias? Pues bien, me van a permitir Vds. que las enumere de manera esquemática.
1º.- Un descenso de la población muy evidente, que en España, está evaluado y cifrado y ascenderá en los próximos años, como consecuencia del descenso de las mujeres fértiles producto del hundimiento de la natalidad de los años 80 en adelante, a dos millones de personas.
2º.- Como subproducto de lo anterior, una sustitución poblacional exógena, que puede producirse, en el mejor de los casos, con grupos culturalmente asimilables a la población autóctona, o en el peor, con grupos culturalmente diferentes que supongan un conflicto social, cultural y conductual importante; en el mejor de los casos, de una manera pacífica mediante el proceso de la inmigración, o en el peor, de una manera violenta mediante el proceso de la invasión.
3º. El truncamiento de la pirámide social, con un envejecimiento evidente, notorio y rápido de la sociedad, el cual sólo puede traer consecuencias como las siguientes:
- La insuficiencia de la seguridad social para dotar de medios al sistema sanitario, con su consiguiente déficit de calidad y de atención, y el encarecimiento de los sistemas sanitarios privados.
- La implementación de la reglamentación de la muerte, con leyes de eutanasia cada vez más inclinadas hacia la vertiente muerte y menos hacia la vertiente vida, una consecuencia que a esta sociedad “dura de corazón” (Mt. 19, 8) le preocupa poco por cuanto en su cortedad de miras, apenas alcanza a ver que leyes tales les libran de esa carga gravosa que constituyen los ancianos, sin percibir que la ancianidad nos llegará a todos, y que un día nosotros mismos dejaremos de ser “los que tenemos que cargar con”, para pasar a ser aquéllos que “otros tienen que cargar con”.
- La reducción de las pensiones ante la falta de mano de obra joven que dota de fondos al sistema de seguridad social y el agrandamiento de la masa de jubilados que retiran fondos del mismo.
- El alargamiento de la edad laboral y el retardamiento de la edad de jubilación, por las mismas razones apuntadas en el punto anterior.
Procesos todos ellos que, por cierto, hemos empezado a atisbar en nuestro horizonte, en eso que damos en llamar “crisis”, y que a lo peor, no es otra cosa que un avance de cuanto nos espera... ¿por haber consentido (y hasta alentado) tantos abortos?
Son muchos los problemas derivados de la hiperpoblación del mundo y de nuestras sociedades, pero más graves son (y particularmente para las sociedades occidentales), y a más corto plazo aún, los que derivan de las soluciones que muchos intentan implementar a través de las llamadas “políticas de género” en general, y dentro de ellas, de la política de aborto generalizado en particular. Deberíamos pensar en ello. Ya que no por razones que tengan que ver con la justicia y con la piedad, sí, al menos, por razones que tengan que ver con el egoísmo y con la subsistencia.
©L.A.
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