Preparémonos para noche santa del perdón divino. BXVI
Preparémonos para noche santa del perdón divino. BXVI
El Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. (Benedicto XVI: Homilía a los Jóvenes en Colonia. Cuaresma 2011)
El cristianismo es una religión simbólica. Utilizamos los signos y los símbolos para acercar nuestro entendimiento al Misterio de Dios y la forma en que se revela a nosotros. Pero, como es lógico, el simbolismo tiene un peligro: perder la conciencia del Misterio que subyace detrás de los elementos que utilizamos para señalarlo.
El Portal de Belén, el Árbol de Navidad, la Corona de Adviento, los regalos, la continua presencia de la Luz en las lecturas, cuando se hacen cultura, costumbre, hábito, pierden su verdadera esencia, dando lugar a versiones adaptadas a los intereses de la sociedad donde vivimos. Los regalos en el día de Navidad, querían simbolizar el gran Regalo que es el Niño Dios nacido. ¿En qué los hemos convertido? En una ocasión para comprar para sentirnos vivos. El Portal de Belén, buscaba acercarnos el Misterio de la redención hasta nuestros hogares. Pero ahora se ha convertido en un reclamo comercial de los grandes almacenes y ayuntamientos.
Con las carreras por comprar los regalos, las estridentes luces de neón, las insulsas y pegadizas canciones navideñas se nos olvida lo que Benedicto XVI nos señala: “la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta” ¿Oculta? ¿Dónde?
Oculta porque no se anuncia en spots publicitarios, ni aparece en las estanterías de lo grandes centros comerciales. Tampoco se anuncia por parte de los famosos y poderosos. Es una presencia sublime, constante y profunda, que anida en nosotros casi sin darnos cuenta. “El objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento”, pero solemos perder el norte cuando nos sumergimos en la vorágine consumista y los hábitos que cada año repetimos casi sin darnos cuenta. En Navidad celebramos el nacimiento de Cristo y en Adviento preparamos los caminos para que el Niño Dios nazca en nosotros y quienes nos rodean. El núcleo del acontecimiento es mucho más que una cena en familia y una misa de medianoche. Ambas costumbre son geniales y no deberían desaparecer, pero el núcleo, el objetivo oculto, la razón de que todo a nuestro alrededor cambie por unos días debería hacerse presente.
En Adviento encendemos las velas de la Corona de Adviento y con esta acción significamos que necesitamos Luz, Sentido y Verdad. Belleza y Bondad. “Las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia”. Consuelo a la soledad de una vida en donde Dios es cada vez más un extraño. Advertencia de que tenemos que descubrirlo en nosotros y en aquellas personas que nos rodean. Advertencia de que ya quedan pocos días y todavía nos queda mucho que poner de nuestra parte.
Sólo así encontraremos la “certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino”.
La Navidad se desvela ante nosotros como un anticipo de los sacramentos que vendrán tras la redención. Dios se hace presente y necesita que estemos preparados a recibirle. De igual forma, para recibir a Cristo a través de los sacramentos, necesitamos estar preparados y dispuestos. Una vez entre en nuestros corazones, adoraremos su presencia en nosotros y el mundo.
Ya quedan pocos días para la Navidad. Poco tiempo para prepararnos por nosotros mismos, pero para Dios el tiempo es solo un convencionalismo. Para Él todo es posible.