La alegría de evangelizar
"Evangelii Gaudium", en contra de lo que se dice, no es el primer documento magisterial del Papa Francisco. El primero fue la encíclica "Lumen Fidei". Aunque esta encíclica fue escrita "a cuatro manos", es decir que fue escrita sobre todo por el Papa Benedicto, quien la firmó en solitario fue el Papa Francisco.
Esto no quita importancia a la reciente exhortación apostólica que es, ciertamente, el programa de gobierno del actual Pontífice. Sirve sólo para poner las cosas en su sitio y dejar claro que no sólo no hay contraposición entre Benedicto y Francisco, sino que no la hay entre Francisco y Francisco. "Lumen Fidei" y "Evangelii Gaudium" han sido firmadas por la misma persona y, por lo tanto, a ella y sólo a ella se le debe atribuir su autoría.
"Evangelii Gaudium" da mucho de sí, con afirmaciones "made in Francisco" que se prestan a titulares sensacionalistas en los medios de comunicación, pero que en sí mismas no suponen ninguna ruptura con la tradición de la Iglesia. Si, posteriormente, se desarrollan en leyes, habrá que valorar esas leyes, pero de momento no son más que frases que pueden dar lugar al equívoco cuando son sacadas de contexto.
En cambio, la exhortación está repleta de otras afirmaciones y deseos que, por ser menos polémicos, han pasado desapercibidos. Por ejemplo, el Papa insiste en que no puede haber cambios en la doctrina de la Iglesia sobre el aborto y sobre el sacerdocio reservado a los hombres; incluso advierte del riesgo de llenar los seminarios abriendo las puertas indiscriminadamente. Francisco pide, una vez más, que se tenga un talante acogedor en el trato pastoral con la gente y que se cuide con esmero la preparación de las homilías, ambas cosas tan fundamentales como por desgracia no siempre practicadas.
Insiste, como lleva haciendo desde el principio de su pontificado, en poner a la Iglesia en "pie de misión" y, a la vez, de rodillas en lo concerniente a la oración y al servicio a los más pobres. ¿Puede haber algo más evangélico que eso? A través del Papa resuenan con fuerza las palabras de Jesucristo cuando afirmó "venid benditos de mi Padre, pues he tenido hambre y me habéis dado de comer".
Magnífica, además, la defensa que hace del derecho de los obispos a hablar para orientar sobre cuestiones referentes al bien común. O la petición a los musulmanes de que den libertad a los cristianos en los países donde son mayoría, como ellos la tienen en las naciones occidentales. Y en lo concerniente a la condena del sistema económico basado en el lucro a toda costa, creo que, si bien no es el primero que lo dice, su voz adquiere la tonalidad del profeta Amós cuando clamaba contra las señoras ricas de Israel que banqueteaban todo el día mientras sus maridos explotaban a los humildes.
El Papa Francisco está tocando la misma partitura que el Papa Benedicto y que el Papa Juan Pablo. La música es un poco distinta, eso sí. Pero la letra es igual. Y eso es lo que importa. Lo que tenemos que hacer los demás es aceptar que el Espíritu Santo guía a su Iglesia a través de él y acoger con docilidad y alegría sus enseñanzas. En el fondo, no está diciendo otra cosa más que esto: evangelizar es un deber y es un deber que, al llevarlo a cabo, nos llena de alegría.
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