Eppur si muove

Dicen que Galileo, tras retractarse ante la Inquisición que le pedía que renunciara a decir que la tierra giraba alrededor del sol, afirmó "eppur si muove", "sin embargo, se mueve". Algo así pasa en nuestros días, con esa nueva Inquisición que es la dictadura del relativismo y que proclama, ayuda por sus poderosos medios de comunicación, que la Iglesia está dado los últimos estertores y que su final está próximo.

 "Eppur si muove", sin embargo se mueve, debemos responder nosotros, no por tozudez sino por ser fieles a la verdad. Los datos confirman que, pese a todo, el número de católicos aumenta en el mundo y lo hace, además, también en sentido proporcional. Es decir que no sólo hay cada año más católicos sino que crecen proporcionalmente con respecto a la población mundial. Y crecen también los sacerdotes y los seminaristas, los laicos consagrados, los catequistas. Por supuesto, aumentan los centros de asistencia social de la Iglesia católica, hospitales, asilos, leproserías, colegios, universidades.

No es que quiera pintar un panorama idílico, porque ese cuadro sería falso. Tenemos problemas, muchos problemas y la secularización nos está golpeando duramente. Pero sería injusto dejar de ver el conjunto de la realidad. Es cierto que en Europa la Iglesia retrocede y envejece, pero también es verdad que el mundo no es Europa. Basta con salir de aquí para darse cuenta de que fuera del viejo continente hay mucha vitalidad, en todos los sentidos. Por eso, lo que deberíamos hacer los europeos -y no sólo los líderes católicos europeos- es preguntarnos por la causa de esta decadencia. Juan Pablo II ya se anticipó y contestó a esta pregunta: la infidelidad a las raíces cristianas de Europa es lo que está condenando a muerte o al menos a la pérdida de significado en el orden mundial a las naciones que antaño fueron en todos los aspectos la luz del mundo.

La Iglesia se mueve. Lo ha hecho siempre y sin parar. Lo ha hecho con Juan Pablo II, con Benedicto XVI y ahora con el Papa Francisco. Se mueve porque está animada por el Espíritu Santo. Se mueve porque hay millones de corazones católicos que la aman y que luchan por ella. Se mueve porque tiene dentro el principal de los motores, el amor de Dios y el amor a Dios. Tenemos problemas, muchos problemas, pero a pesar de ellos la Iglesia crece. Intentan desanimarnos diciéndonos que no tenemos futuro, para que dejemos de luchar. Respondamos con la contundencia de los datos: a pesar de todo, crecemos, y somos ya 1213 millones los seguidores católicos de Jesucristo. Y es que, como dijo Juan Ruiz de Alarcón en el siglo XVII, "los muertos que vos matáis gozan de buena salud". Un poco resfriados sí estamos, la verdad, pero no tanto como para que nuestros enemigos vayan encargando los funerales.

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