Del Códice Amiatinus, la más antigua reproducción de la Biblia Vulgata llegada a nuestros días
por En cuerpo y alma
Declarando oficial lo que era ya una tradición muy antigua, la lectura de la Biblia en la versión conocida como “la Vulgata” que San Jerónimo termina en el año 382 producto de traducir al latín la versión griega que llegó a sus manos (conozca todo sobre la Vulgata pinchando aquí), el Concilio de Trento ponía punto final a las discrepancias entre las distintas versiones evangélicas y de los otros textos canónicos que circulaban por el mercado.
Puestos a poner los puntos sobre las íes aún quedaría otra cuestión por resolver: sí, muy bien, la Vulgata, ¿pero qué Vulgata, qué versión o qué reproducción concreta de la Vulgata? Y es que la Vulgata, al igual que cualquier otra versión evangélica o no, tiene sus copias, y ninguna copia está exenta de tener sus discrepancias con el original y con las otras copias. Y ello, aún a pesar de la atención exquisita, la delicadeza y el amor que los monjes copistas ponían en la realización de cada uno de los ejemplares. Pues bien, la cuestión de la copia oficial de la versión oficial no la resolvió nunca el Concilio de Trento, que se limitó a decretar que en adelante la versión oficial de la Biblia era la Vulgata.
Puestos a poner los puntos sobre las íes aún quedaría otra cuestión por resolver: sí, muy bien, la Vulgata, ¿pero qué Vulgata, qué versión o qué reproducción concreta de la Vulgata? Y es que la Vulgata, al igual que cualquier otra versión evangélica o no, tiene sus copias, y ninguna copia está exenta de tener sus discrepancias con el original y con las otras copias. Y ello, aún a pesar de la atención exquisita, la delicadeza y el amor que los monjes copistas ponían en la realización de cada uno de los ejemplares. Pues bien, la cuestión de la copia oficial de la versión oficial no la resolvió nunca el Concilio de Trento, que se limitó a decretar que en adelante la versión oficial de la Biblia era la Vulgata.
Así las cosas, me ha parecido un tema interesante conocer cuál es la biblia vulgata más antigua que ha llegado a nuestros días, y la respuesta a la pregunta es clara: la conocida como Códice Amiatinus, considerado también una copia muy ajustada y correcta de la obra del santo de Estridón, aunque le falte el libro del profeta Baruc.
Como su propio nombre indica, tiene forma de códice (encuadernado como un libro, por contraposición al sistema de rollo utilizado por los judíos y abandonado muy pronto por los cristianos), en un tomo de 1.029 hojas de pergamino, de 50 x 34 centímetros de tamaño y un peso de nada menos que 34 kilos, con un formato muy bello y ricamente ornamentado. Está escrito a dos columnas de bella letra uncial, caracterizada por su gran tamaño y el uso de mayúsculas, y sin signos de puntuación.
El códice aparece en el s. IX en la Abadía del Salvador, cerca de Siena, en el Monte Amiata al que debe su nombre, donde permanece hasta que con la demolición en 1786 del monasterio, es trasladado a la Biblioteca Laurentina de Florencia, donde hoy se custodia semejante tesoro de la exégesis y de la bibliología.
Su lugar de origen ha producido un intenso debate, que está relacionado con la interpretación de la presentación de la obra que se contiene en ella misma. Aunque según el bibliotecario Angelo Maria Bandini su autor sería el abad Servandus amigo de San Benito de Nursia, en cuyo caso habría sido producido en Monte Cassino hacia el año 540, más aceptada es la teoría según la cual, habría sido realizado en el reino anglosajón de Norteumbría, capital York, en el s. VIII, aunque eso sí, por un copista italiano que habría copiado un ejemplar igualmente italiano, y sería un regalo del abad de Monkwearmouth-Jarrow, San Ceolfrido, al Papa Gregorio II (715-731). Encargado por el abad en el año 692, la necesidad de los hasta dos mil corderos que la elaboración del pergamino sobre el que está escrito podría haber conllevado, así como el laborioso trabajo de su delicada confección, hará que su composición demore muchos años, tantos como un cuarto de siglo. De hecho, llevando la copia a Roma en el año 716, es que se habría producido la muerte del abad Ceolfrido.
©L.A.
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