Lunes, 23 de diciembre de 2024

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De las referencias a España -muchas más de las que nadie pueda imaginar- en la Biblia

por En cuerpo y alma

 
 
Tejada la Vieja (Huelva). ¿Tartessos? ¿Tarsis?

           La palabra “España” como tal aparece recogida dos únicas veces en todo el Nuevo Testamento, menciones que le debemos a San Pablo en su Carta a los Romanos y a las que ya hemos tenido ocasión de referirnos en alguna ocasión (pinche aquí si desea rememorarlo). Pero con ser las únicas del Nuevo Testamento, (que, por cierto, no contiene referencia alguna a Francia, Alemania o Inglaterra, por poner sólo unos ejemplos) no son, sin embargo, las únicas que recoge la Biblia, en cuyo Antiguo Testamento, se asocian a España todas las menciones que realiza al lugar llamado “Tarsis”, asimilado a los efectos a Tartessos. El gran teólogo y exégeta Joseph Ratzinger, mejor conocido como Benedicto XVI, hace suya la tesis cuando en su libro “La infancia de Jesús”, hablando de los Magos de Oriente, afirma aquello de “la promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo occidente (Tarsis-Tartessos en España)” (op. cit. pág.102).
 
            La primera referencia bíblica a Tarsis la recoge el Génesis, donde uno de los nietos de Jafet, hijo tercero de Noé, el que en términos bíblicos poblará las tierras de Europa, se llama precisamente así, Tarsis:
 
            “Hijos de Jafet: Gómer, Magog, los medos, Yaván, Túbal, Mésec y Tirás. Hijos de Gómer: Asquenaz, Rifat, Togarmá. Hijos de Yaván: Elisá, Tarsis, los queteos y los rodenses” (Gn. 10, 2-4).
 
            El Libro de los Reyes nos explica de dónde traía Salomón el mucho oro, la plata, el marfil, los monos y los pavos reales que adornaban sus palacios:
 
            “Todas las copas para bebidas del rey Salomón eran de oro y toda la vajilla de la casa ‘Bosque del Líbano’ era de oro puro; en tiempos del rey Salomón, la plata no se estimaba en nada, porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar, junto con la de Jirán, y cada tres años venía la flota de Tarsis [España], trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales” (1Re. 10, 21-22).
 
            Intenso, muy intenso siguió siendo el comercio y el contacto con España en tiempos de su descendiente, el rey Josafat, que lo fue de Judá entre los años 870 a.C. y 848 a.C.. Así nos lo relata el Libro de los Reyes:
 
            “Josafat construyó una flota de Tarsis [España] para ir a Ofir por oro, pero no fue, porque la flota naufragó en Esión Guéber” (1Re. 22, 48).
 
            Y así el de las Crónicas:
 
            “Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, que le impulsó a hacer el mal. Se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis; y fabricaron las naves en Esión Guéber. Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: ‘Por haberte aliado con Ocozías, Yahvé ha abierto brecha en tus obras’. En efecto, las naves se destrozaron y no pudieron ir a Tarsis” (2 Cr. 20, 35-36).
 
            Miren de dónde viene la plata según Jeremías:
 
            “¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Porque a ti se te debe eso. Porque entre todos los sabios de las naciones y entre todos sus reinos no hay nadie como tú. Todos a la par son estúpidos y necios: lección de madera la que dan los ídolos. Plata laminada, de Tarsis importada, y oro de Ofir” (Jr. 10, 7-9).
 
            Para Ezequiel, no sólo plata viene de España:
 
            “Tarsis [España] era cliente tuya, por la abundancia de toda riqueza: plata, hierro, estaño y plomo daba por tus mercancías” (Ez. 27, 12).
 
            Unos barcos cargados de tesoros españoles a los que también se refiere el profeta Isaías:
 
            “Pues será aquel día de Yahvé Sebaot para toda depresión, que será enaltecida, y para todo lo levantado, que será rebajado; contra todos los cedros del Líbano altos y elevados, contra todas las encinas de Basán, contra todos los montes altos, contra todos los cerros elevados, contra toda torre prominente, contra todo muro inaccesible, contra todas las naves de Tarsis [España], contra todos los barcos cargados de tesoros” (Is. 2, 1216).
 
            Y otra vez:
 
            “Los barcos se juntan para mí, los navíos de Tarsis en cabeza, para traer a tus hijos de lejos, junto con su plata y su oro, por el nombre de Yahvé tu Dios y por el Santo de Israel, que te hermosea” (Is. 60, 9)
 
            Texto en el que incluso, cabe ver, si se desea, una evocadora profecía referida al descubrimiento de América (pinche aquí si le interesa el tema).
 
            Las referencias a España son también frecuentes en los Salmos, que una vez más, se refieren a los navíos que provienen de ella, tal cual se hace, por ejemplo, en el Salmo 48:
 
            “De pronto los reyes se alían, irrumpen todos a una; apenas lo ven, estupefactos,  aterrados, huyen en tropel. Allí un temblor los invadió,  espasmos como de parturienta, como el viento del este que destroza los navíos de Tarsis [España] (Sl. 48, 6-8).
 
            O en el Salmo 72, en el que se hace la que puede ser interpretada como una hermosa referencia a Europa enmarcada entre las islas (las islas que constituyen la tierra europea más cercana desde Israel, léase Chipre, Rodas, Creta), y los confines del continente, el finis terrae, precisamente España, postrados todos ante Dios:
 
            “Ante él se doblará la Bestia, sus enemigos morderán el polvo; los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo”. (Sl. 72, 910).
 
            En el precioso y sensual Cantar de los Cantares, al describir a su amado, no olvida la novia hacer una nueva -y preciosa- referencia a España:
 
            “Mi amado es moreno claro, distinguido entre diez mil. Su cabeza es oro, oro puro; sus guedejas, racimos de palmera, negras como el cuervo. Sus ojos como palomas  a la vera del arroyo, que se bañan en leche, posadas junto al estanque. Sus mejillas, eras de balsameras, macizos de perfumes. Sus labios son lirios con mirra que fluye. Sus manos, torneadas en oro, engastadas de piedras de Tarsis [España] (Cant. 5, 1014).
 
            Hasta el profeta Jonás quiso emprender viaje a nuestra tierra, aunque por desgracia para él, no pudo conseguirlo:
 
            “Jonás se preparó para huir a Tarsis, lejos de Yahvé. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó su pasaje y se embarcó para ir con ellos a Tarsis, lejos de Yahvé. Pero Yahvé desencadenó un viento tempestuoso sobre el mar, y se desencadenó una borrasca tan violenta que el barco amenazaba naufragar” (Jonás 1, 1-4).
 
            No sólo bajo la forma de Tarsis se refiere la Biblia a España, sino que lo hace también con el nombre con el que luego será conocida universalmente entre los judíos, “Sefarad”, aunque sólo hayamos encontrado una única referencia del tipo: la que hace el profeta Abdías, por cierto, tan reveladora de lo que luego será la gran diáspora judía por el mundo:
 
            La multitud de los deportados de Israel ocupará Canaán hasta Sarepta, y los deportados de Jerusalén que están en Sefarad [España] ocuparán las ciudades del Negueb” (Abd. 1, 20).
 
 
 
            ©L.A.
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