Vivir la sexualidad
La comida, el sueño, la bebida, el deporte, en definitiva, todo aquello que conforma nuestro vivir, se puede llevar a cabo de una manera positiva o negativa para la naturaleza humana. Así vemos como muchas revistas y programas de radio y tv, tienen espacios dedicados a asesorarnos sobre ello.
Con la sexualidad no ocurre lo mismo. Parece que todas las maneras de vivir el sexo están bien. Que no se puede vivir mal la sexualidad. Hay una corriente de opinión que lleva a decir que, se haga lo que se haga en el ámbito de la sexualidad, es correcto. Nada perjudica a la persona. Es un error.
Cuando la sexualidad no se vive de una manera acorde con la antropología humana, lo que ocurre, entre otras cosas, es que se aviva más el apetito. Más que satisfacer el hambre, la consecuencia es la aparición de un vacío cada vez más grande.
El fruto final del sexo mal vivido- hipersexualidad- es el desencanto, la tristeza, el desasosiego y muchas veces la adicción. Siempre quiere uno más. Siempre quiere uno novedad. El sexo promete más de lo que da.
Para que una relación funcione, aunque el sexo forma parte del amor, este, el amor, tiene que estar por encima del sexo. Es la única manera de superar con normalidad, temporadas o incluso situaciones puntuales en las que, por la causa que fuera, no se deben o no se pueden tener relaciones sexuales que como todo el mundo sabe, no es difícil que aparezcan en el matrimonio. Lógicamente, tienen que servir para fortalecer el amor.
Si dejamos el matrimonio y pasamos al noviazgo, me he encontrado casos en que habiendo tenido relaciones sexuales, uno de los dos quiere dejar de tenerlas -se ha dado cuenta de que no son positivas para su relación- pero el otro no está de acuerdo.
Es una señal de que el núcleo de ese noviazgo puede ser el sexo. No se está queriendo al otro como quiere ser querido- en este caso, sin relaciones- lo cual, es un peligro para el futuro matrimonio. Es probable que en esa pareja, no exista una relación personal, sino solo sexual. Si el sexo desaparece, el noviazgo también. Esto es frecuente y muchas veces el que ve claro que hay que dejar el sexo no lo hace, ni lo pide. Tiene miedo a romper la pareja. Es un error. Antes o después lo comprobará. Esa relación no es persona a persona, sino cuerpo a cuerpo. No es una relación de noviazgo es solo de amantes. Esta ultúlt es una relación que mantiene por el sexo.
Las creencias que una persona lleva a un noviazgo, en relación a la sexualidad, tienen que ser más fuertes que la imprudencia de ponerse en situación de que el deseo pueda estropear ese proyecto de vida. Cuando hay que estar con frecuencia poniéndose de acuerdo sobre cómo vivir la sexualidad en un noviazgo, hay que tomarlo como un signo de alarma, que nos indica que algo no marcha como debiera. Es un indicativo de que hay que fortificar esas creencias. Si no, se terminará haciendo lo que no se quería.
Es una buena forma de romper un proyecto de vida. Hay personas que tienen muy claro que no quieren sexo hasta el matrimonio, pero por imprudencia, miedo, posibilidad de perder al otro, cuando empiezan un noviazgo, cambian repentinamente de creencia. Lo cual indica, falta de profundidad en las creencias, o falta de autoestima. Hay que entrenar la fidelidad. Merece la pena.
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