Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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De la unidad de España según San Pablo

por En cuerpo y alma

 
            Leo en este mismo medio que con tanta hospitalidad acoge a este columnista, hace ya unos días, que Mons. Novell, Obispo de Solsona, refiriéndose a los acontecimientos que tienen lugar estos días en Cataluña, explica que “antes que la unidad de España es más importante el derecho de los pueblos a decidir”. Una afirmación que puede parecer chocante o hasta escandalosa para algunos, pero en la que, después de todo y bien analizada, ni siquiera es difícil confluir y hasta coincidir, sin más que definir correctamente una palabra que pasa desapercibida en lo ruidoso de la afirmación, pero que es, sin embargo, la clave de todo el aserto: ¿qué debemos entender por “pueblo”?
 
            Sin entrar en aspectos “discutibles y discutidos” como decía aquel “lumbreras” (como si él tuviera la menor idea de lo que iba la discusión), la realidad es que para obtener efectos constitucionales, nada menos que la secesión de una parte del territorio nacional, los conceptos constitucionales deberían ser los más importantes, por no decir los únicos que importan, y para la Constitución no existe más pueblo que “el pueblo español”, como con todo acierto señala tan tempranamente como en su artículo 1.2:
 
            “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
 
            No es, sin embargo, algo tan obvio lo que me interesa resaltar, sino que puestos a sustituir conceptos constitucionales por otros nuevos, ¿quién, señores, quién, con qué legitimidad y con qué criterios, ha decidido que no existiendo el pueblo español es el pueblo catalán lo que existe?. En otras palabras: si el pueblo que decide NO es el español, entonces ¿QUÉ pueblo es? ¿Por qué Cataluña y no, pongo por caso, Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona, cada una por separado? ¿Por qué Cataluña y no el valle de Arán, o la comarca del Penedés, o el barrio de Sarriá-Sant Gervasi? ¿Por qué Cataluña y no, por ejemplo, Cataluña y Aragón juntos, o la mitad de Cataluña y la mitad de Valencia? ¿Por qué Cataluña y no todos y cada uno de las ciudades y los pueblos catalanes, hasta conseguir un mapa similar al de Palestina-Israel o al de la Alemania del s. XVII y aún más enrevesado? ¿Por qué Cataluña y no, por un lado, los ciudadanos censados en Cataluña que votan a favor, y por otro, los que votan en contra? ¿Por qué Cataluña?
 
            Son ya más de cuarenta años los que el incansable nacionalismo secesionista catalán, -que ha demostrado, eso sí, una tenacidad y una constancia encomiables que me habría gustado ver dedicado a mejor causa, o en el resto de mis compatriotas que se sienten españoles-, dedica a presentar a Cataluña como una realidad incuestionable, inveterada… Algo, sin embargo, tan inconsistente, que no se puede obtener más que retorciendo la historia con cuentos de hadas que nunca tuvieron lugar, de lo que un ejemplo más, pero sólo uno más, es el del gran “ídolo” del nacionalismo catalán, Rafael Casanova, quien muy al contrario de lo que les gustaría a quienes con toda desfachatez han falsificado su figura, fue un gran español orgulloso de serlo (pinche aquí si desea conocer más sobre su figura). Lo que, por cierto, le lleva a uno a preguntarse: ¿pero tan escaso de verdaderos próceres andan los nacionalistas como para tener que recurrir a uno tan desacertado?
 
            Pero es que no sólo Casanova contemplaba a Cataluña como componente de la esencia de España, sino que, -y el Obispo de Solsona no me dejará mentir-, ¡¡¡hasta San Pablo lo hizo!!!... que cuando puso pie en Tarragona, (pinche aquí si desea conocer sobre el tema), en ningún momento expresó su afán de conocer "el hecho diferencial", o de evangelizar al "pueblo catalán", y sí, por el contrario, lo siguiente:
 
            “No teniendo ya campo de acción en estas regiones y deseando vivamente desde hace muchos años ir donde vosotros, cuando me dirija a España espero veros al pasar [...] Así que una vez terminado este asunto y entregado oficialmente el fruto de la colecta, partiré para España” (Ro. 15, 23-28).
 
            Y en España, Tarragona. Como siempre fue. "Paulus Tarsi dixit". Nada menos.
 
 
            ©L.A.
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