Del importante Evangelio de Tomás, ¿más antiguo que los evangelios canónicos?
por En cuerpo y alma
Evangelio de Tomás. Ejemplar de Nag Hammadi. |
El Evangelio de Tomás es un evangelio apócrifo que contiene 114 versículos o episodios, (curiosamente tantos como suras el Corán), todos ellos “dichos”, “logia” o “logiones” que supuestamente habrían salido de la boca de Jesús –la mayoría de los versículos comienzan “dijo Jesús”-, y casi ninguno de tipo fáctico, aunque en algunos haya una introducción fáctica (el versículo 60 v.gr. se introduce así: “vieron a un samaritano que llevaba un cordero camino de Judea”). Todos ellos en cualquier caso muy breves. En español, todo el Evangelio de Tomás apenas ocupa unas cinco mil palabras, compárense con el más corto de los evangelios, el de Marcos, que ocupa más de sesenta mil.
El ejemplar más importante del Evangelio de Tomás es el encontrado en Nag Hammadi en 1945 (pinche aquí si desea conocer el fabuloso descubrimiento de Nag Hammadi) en lengua copta, aunque algunos de los dichos, hasta diecisiete, se hallan recogidos en otros papiros hallados en el descubrimiento de Oxyrrinco.
En cuanto a la fecha de su composición, nada concluyente se puede decir, aunque hay autores para los que es más antiguo que el Evangelio de Juan, tal vez el año 80 d.C.., y para otros es incluso anterior al más antiguo de los sinópticos, lo que lo dataría en torno al año 50, o hasta algo antes. La razón de tan antigua datación podría estar relacionada con la semejanza existente entre Tomás y “Q”, la fuente “virtual” a la que ya nos hemos referido en otras ocasiones (pinche aquí si desea verlo) y cuya relación con nuestro Tomás merece capítulo aparte, como así lo haremos.
Si hemos de datar las copias, no el contenido, el ejemplar de Nag Hammadi puede datar de mediados del s. IV. El papiro hallado en Oxyrrinco con contenidos fragmentarios, es aún más antiguo, tal vez de finales del s. II.
En cuanto a su contenido, cabe diferenciar dos clases de versículos: los que registran similitud con los que recogen los evangelios canónicos, y los que son totalmente originales de Tomás, tema al que dedicaremos, también, una entrada en esta columna porque merece gran interés.
Aunque no sin discusión, se le suele atribuir un carácter gnóstico, y desde luego el ejemplar de Nag Hammadi apareció en un conjunto de 52 textos cuyo carácter gnóstico es difícilmente rebatible. En cambio, por lo que hace concretamente a Tomás, su carácter gnóstico, no muy evidente, de traslucir apenas lo hace, y poco, en algunos versículos, como el 22, en el que se dice:
“Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo y una mano en lugar de una mano y un pie en lugar de un pie y una imagen en lugar de una imagen, entonces podréis entrar en el Reino”
O el 61, en el que se lee:
“Por eso es por lo que digo que si uno ha llegado a ser idéntico, se llenará de luz; mas en cuanto se desintegre, se inundará de tinieblas”.
En cuanto a la autoría, es dos veces atribuida en la propia obra a Tomás: una primera en el prólogo “Estas son las palabras secretas que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito”, un Tomás que queda claramente identificado con el apóstol al que se refiere Juan (ver Jn. 11, 16 donde habla de “Tomás llamado el Mellizo”, siendo así que dídimo significa “mellizo”), y otra en el epílogo, con las palabras “El Evangelio según Tomás”.
Existen referencias a un Evangelio de Tomás en la Patrística. Así Hipólito de Roma, a cuya figura nos hemos referido ya en esta columna (pinche aquí si desea conocerla mejor) se refiere a un Evangelio de Tomás, del que cita un logion (“Quien me busca me encontrará entre los niños a partir de los siete años, pues allí me manifiesto oculto en el decimocuarto eón”) que no aparece en el texto de Nag Hammadi, una prueba más, por otro lado, de la profusión de textos que sobre la figura de Jesús, aparecieron en los primeros tiempos. También San Ireneo (otro viejo amigo de esta columna) en su “Adversus haereses” (op.cit. 1, 22, 1) y Cirilo de Jerusalén en su “Cathechesis” recogen una cita a la existencia de un Evangelio de Tomás, sin que ello asegure que se refieren tampoco a la obra encontrada en Nag Hammadi.
El Tuit del autobús: “Adivinanza. En un país del mundo, unos gamberros entran en una conferencia y la interrumpen: inmediatamente detenidos, acaparan la totalidad de las portadas de los telediarios. A 600 kilómetros, en ese mismo país y en ese mismo instante, otros sujetos queman la bandera nacional y retratos del Jefe del Estado, cometiendo en público y ante las cámaras los delitos de ultraje que tipifican los artículos 491.2 y 543 del Código Penal de ese país… Ni siquiera son buscados. ¿Cómo se llama ese país?”
©L.A.
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