La vida devota del Padre Pío
12. La devoción a san Francisco de Asís del Padre Pío de Pietrelcina.
El Padre Pío tuvo una devoción especialísima a san Francisco, cuyo nombre llevó desde el nacimiento, quizás porque llegaría un día a ser copia exactísima del mismo.
Al responder a la llamada divina, el venerado Padre dijo: «Señor, ¿dónde podré servirte mejor que en el claustro y bajo la bandera del Poverello de Asís?» (Ep III, 1007).
Con frecuencia tuvo visiones celestes en las que se le aparecía el seráfico Padre. Un día, refiriéndose a una de ellas, dirá: «Jesús, la Mamita, San José y el Padre san Francisco están casi siempre conmigo».
Entre las devociones para practicar diariamente, anotadas en los «Fragmentos de Diario», el Padre Pío, entre otras cosas, escribió: «Novena al Padre san Francisco» (Ep IV, 986).
El nombre de san Francisco aparecía casi siempre en las siglas con las que encabezaba sus cartas y, con frecuencia, en el cuerpo de las mismas. Durante muchos años celebró en el altar de san Francisco, en la antigua iglesita del convento.
El padre Agustín de San Marco in Lamis, en su “Diario”, describió la participación del Padre Pío en las celebraciones de san Francisco, Patrono de Italia, que tuvieron lugar en San Giovanni Rotondo en 1939. Emocionado, siguió la procesión de la imagen del Poverello desde la ventana del coro.
Desde el momento mismo en que abrazó la vida religiosa, intentó imitar al seráfico Padre. A Nina Campanile le pidió que orase a Jesús por él y escribió: «Háblale de mí, que me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno de san Francisco; que pueda servir de ejemplo a mis hermanos de religión, de modo que el fervor se mantenga en mí y crezca cada día hasta hacer de mí un perfecto capuchino» (Ep IV, 1010).
El Padre Pío propagó con entusiasmo el franciscanismo y su espiritualidad, y suscitó numerosas vocaciones a la vida religiosa y a la Tercera Orden.
Se preocupaba muy mucho de que las filas de los «Hermanos y Hermanas de la Penitencia» fuesen cada día más numerosas.
A Elena Bandini escribió el 25 de enero de 1921: «Trabaja con interés por la salvación de nuestros hermanos y da a conocer a todos el espíritu de san Francisco, que coincide plenamente con el espíritu de Jesucristo. La sociedad necesita renovarse y yo no conozco medio más eficaz que el que todos sean terciarios de san Francisco y vivan su espíritu» (Ep III, 1050s). Al conocer el resurgir religioso promovido a través de la Tercera Orden, se sintió contento y consolado. En relación a esto, escribió a Violante Masone: «He llorado de emoción, y en el silencio de la noche y el retiro de mi celdita he elevado mis manos al cielo bendiciéndoos a todas y presentándoos a Jesús y a nuestro común Padre san Francisco. […] No desistas de propagar la Tercera Orden y de promover en todos, por este medio, la verdadera vida. Da a conocer a san Francisco y su auténtico espíritu a todos. Grande es la recompensa que se te reservará allá arriba» (Ep III, 1079s).
Como san Francisco, el Padre Pío tuvo el don de los sagrados estigmas, y permaneció durante cincuenta años clavado a la Cruz, con Cristo, sufriendo indecibles dolores en el cuerpo y en el espíritu.