A propósito de los 90 años del Pacto de Letrán

Introducción:

A raíz del final de los Estados Pontificios en 1870 (durante el pontificado de Pío IX) y el surgimiento de la Italia independiente y unificada, los Papas quedaron despojados de su calidad de jefes de Estado que habían ostentado desde el año 751. De facto, vivían como prisioneros en el Vaticano. Lo anterior, hacia de la curia romana un organismo fácil de ser influenciado y manipulado por intereses corruptos. Así las cosas, el Papa Pío XI, viendo la necesidad de salvaguardar la independencia de la Iglesia, impulsó el Pacto de Letrán que fue firmado el 11 de febrero de 1929, dando origen jurídico al Estado Ciudad del Vaticano como sujeto de Derecho Internacional Público. De parte de la Santa Sede, firmó el cardenal Pietro Gasparri y, a nombre del gobierno italiano, Benito Mussolini. Se cumplen, por lo tanto, 90 años de la reconciliación entre Italia y la Santa Sede.

Críticas:

A la fecha y, sobre todo, tras conocerse tantos escándalos por parte de funcionarios vaticanos, muchas voces han criticado el estatus político de la Santa Sede. Algunos católicos tanto liberales como ultraconservadores, quieren que se disuelva, apelando al espíritu de pobreza del cristianismo primitivo. Piensan que, con ello, la Iglesia podría superar el doloroso capítulo de los abusos y otras situaciones contrarias tanto a la fe como a la justicia civil.

Respuesta a las críticas:

Sin negar la necesidad de enfrentar el lastre de los escándalos a través de mecanismos y protocolos que sean claros y susceptibles de ser revisados por instancias tanto internas como externas, hay que reconocer que disolver al Estado Vaticano, renunciando a su estatus como sujeto de Derecho Internacional, constituiría un error desastroso en todo sentido. Al menos, por tres motivos de peso:

1. -La Iglesia sería presa fácil de intereses mezquinos. No habría independencia y volveríamos a los nombramientos episcopales de antaño que eran manejados por los regímenes políticos.
3. -Sería más difícil perseguir los casos de abusos en países en los que existe la figura de la prescripción, pues la Santa Sede no tendría derecho a constituir sus propios tribunales.
5. -La voz del Papa que, tantas veces se ha alzado a favor de los más débiles, resultaría silenciada en muchos ambientes. El que Pío XII salvara a 700,000 judíos durante la II Guerra Mundial se debió, en gran medida, al estatus del Vaticano. De ahí su gestión diplomática y, sobre todo, humanitaria que, dicho sea de paso, fue ejemplar; sobre todo, considerando la prudencia con la que tuvo que lidiar con Hitler a fin de evitar nuevas deportaciones masivas.

Como señaló, en su momento, Raúl Ferrero R.: “No obstante las protestas de mentes liberales, que pretenden conservarse ligadas a un pasado que hoy tramonta definitivamente, y los lamentos de espíritus jacobinos que se resisten a una luminosa y alegre evidencia, el Concordato de Letrán ha subsistido y subsistirá como consagración de la capitalidad italiana de Roma y suprema expresión de una paz religiosa por la que lucharon y seguirán luchando todas las generaciones”[1].

Actualidad:

El reto no es disolver al Estado Vaticano, sino dar más pasos evangélicos en su gestión. Es decir, continuar impulsando un enfoque marcado por la Doctrina Social de la Iglesia. Apoyarse en laicos profesionales en la línea del manejo de conflictos, la cultura de la prevención, los medios de comunicación y las certificaciones periódicas. El Papa Benedicto XVI generó avances contundentes que, actualmente, continúa Francisco. Vale la pena valorar los 90 años en clave positiva. No se excluyen revisiones, ajustes o mejoras, pero es un hecho que la Iglesia requiere de un grado de independencia para llevar a cabo su misión y el territorio vaticano es una garantía real. 

Cita:

[1] Revista de la Universidad Católica. Tomo IV Año 5 N°25 (Ago.1936) 247-352