Embellecer nuestra alma
No acabamos de comprender…, la rentabilidad que tiene ocuparnos más de embellecer nuestra alma antes que nuestro cuerpo. Si esto lo miramos solo desde el punto de vista, de los años que vayamos a vivir en esta vida, puede ser que para algunos el tema les resulte rentable, Pero si creemos en que hay otra vida después de esta, es insensato considerar la importancia que pueden tener, unos pocos años en relación con la eternidad. Nuestro cuerpo se queda aquí abajo en cambio nuestra alma para bien o para mal, es inmortal. La elección solo es nuestra y como escribe San Pablo: “7 No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: 8 el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna”. (Gal 6,7-8)
En la literatura española del siglo XV, hay un maravilloso escrito que son: Las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. El contenido espiritual de este libro, nos dice mucho acerca de la profunda fe y vida espiritual de nuestros ancestros del s. XV, que estaban acabando con siete siglos de sufrimientos y luchas contra el Islam. Porque ese cuento tártaro que han creado los políticos de que se vivía en una pacífica convivencia, de lo que ellos llaman las tres culturas, no se lo creen ni ellos. Los españoles sufrimos la dominación y la esclavitud del Islam y ello nos fortaleció de tal modo, que cuando acabamos con ellos, pudimos mantener el catolicismo en Europa derrotar a los turcos en Lepanto y cristianizar América, junto con nuestros hermanos portugueses que habían sufrido, al igual que nosotros la esclavitud del Islam. Prueba de esta esclavitud que sufrimos en nuestras carnes, son las innumerable cadenas y grilletes que se encuentran en varios monasterios españoles, como es el claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos, donde los cristianos que lograban escapar de la esclavitud del Islam, depositaban allí, en señal de gratitud al Señor, estos hierros de su tortura.
Pues bien refiriéndose a la belleza de un alma en gracia de Dios, Jorge Manrique escribe:
Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara hermosa corporal,
como podemos hazer
el alma tan gloriosa angelical,
¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora e tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora descompuesta!
Personalmente, nunca me he creído eso de que: La cara es el espejo del alma, porque he conocido sobre todo en una universidad francesa donde estudie de joven, más de una cara angelical, que como dicen los hombres del campo, había que echarla de comer aparte. Juzgamos siempre equivocadamente porque sólo nos fijamos en la prestancia corporal, y esta nos obsesiona, sobre todo al género femenino, no entrando en otras consideraciones y no digo ya espirituales, que se pueden suponer por la piedad, sino inclusive en la compostura y el carácter de ella o de él. La belleza corporal es el néctar en que pican las incautas y los incautos, que se casan sin más y después aparece la realidad de la vida y viene la separación, el destrozo de una familia, y tristemente unos hijos que pagan la consecuencia de la insensatez de sus padres.
¡Ah!... si pudiésemos ver las almas de los demás igual que sus cuerpos. Pero no podemos. Cuando el Señor decidió dar otro rey a los israelitas en vez de Saúl, que fue el primero que tuvieron, el Señor le dio la orden al profeta Samuel, que fuese a Belén de Judá y que allí, ungiese como rey de Israel a uno de los hijos de Jessé, que Él mismo llegado el caso le indicaría: “6 Cuando ellos se presentaron vio a Eliab y se dijo: Sin duda está ante Yahveh su ungido. 7 Pero Yahveh dijo a Samuel: No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón. 8 Llamó Jesé a Abinadab y le hizo pasar ante Samuel, que dijo: Tampoco a éste lo ha elegido Yahveh. 9 Jessé hizo pasar a Sammá, pero Samuel dijo: Tampoco a éste lo ha elegido Yahveh. 10 Hizo pasar Jeseé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo: A ninguno de éstos lo ha elegido Yahveh 11 Preguntó, pues, Samuel a Jessé: ¿No quedan ya más muchachos? El respondió: Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño. Dijo entonces Samuel a Jessé: Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido. 12 Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo Yahveh: Levántate y úngelo, porque éste es. 13 Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Yahveh. Samuel se levantó y se fue a Ramá.”. (1Sam 16,610).
El Señor no mira las apariencias como hace el hombre. El Señor mira el alma del hombre, porque como escribe Jorge Manrique:
Dezidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez, ¿cuál se para?
Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal de juventud,todo se torna graveza
cuando llega el arrabal de senectud.
Nada hay más hermoso que la belleza del alma en gracia Y ello es así, porque el Espíritu de Dios mismo inhabita en esa alma y es la belleza de Dios mismo, la que se refleja en el alma humana cuando aquí abajo vive en la gracia y en el amor al Señor que esta inhabitado en el alma de que se trate. Pero sólo los ojos de otra alma con un elevado nivel de vida espiritual tienen la posibilidad de ver la belleza de, una otra alma que viva en gracia y amistad con el Señor. Porque de misma forma que los ojos materiales de nuestra cara ven con facilidad la materia. Son los ojos de nuestra a alma los únicos que tienen capacidad para ver lo espiritual. Pero no todo el mundo tiene la suficiente capacidad de visión en los ojos de su alma, es necesario un gran desarrollo de la vida espiritual de un ser humano, para tener una buena visión en los ojos de su alma. Han sido varios santos los que han dado muestras de gozar de esta visión espiritual, entre ellos se cita al Santo Cura de Ars que entre sus penitentes esperando confesarse con él, determinaba cual era el que tenía una necesidad más urgente.
Para la mayoría de nosotros que no hemos sido capaces, de alcanzar ese tremendo grado de amor y entrega al Señor, el consejo más prudente es el de que nuca nos dejemos seducir por la belleza corporal y que siempre le pidamos al Espíritu Santo, que supla la deficiencia de los ojos de nuestra alma y nos guíe siempre para que tomemos la decisión más acertada. No pudiendo dominar mi admiración y mi tentación, termino con unas estrofas finales de la muerte del Maestre de la Orden de Santiago, padre de Jorge Manrique que al final de sus días nos dejó dicho:
"Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina para todo;
e consiento en mi morir
con voluntad plazentera, clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera, es locura."
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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