Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Vayan sin miedo

por Palabaras para vivir

He venido a traer fuego a la tierra, y qué deseo sino que arda". Son palabras de Cristo. Palabras que quizá han sido poco escuchadas y aún menos practicadas por muchos católicos en estos años. Palabras que han dado pie a que, en países como Brasil, las sectas pentecostales -que sí tienen ese fuego- hayan desplazado a la vieja Iglesia católica hasta el punto de que en ciudades como Sao Paulo sea ya minoría.

 Esto es lo que el Papa Francisco ha querido prender en los cientos de miles de jóvenes que le han acompañado en la Jornada Mundial de la Juventud que concluyó ayer en Río de Janeiro. Fuego, entusiasmo, acción. O, dicho a su modo y con su peculiar estilo porteño: "lío, mucho lío". Sí, lío, jaleo, salir a la calle, ir a la periferia, arriesgarse a equivocarse pero no quedarse en casa, en el balcón como les decía ayer el Pontífice a los jóvenes, viendo cómo pasa la vida y cómo el mundo avanza orgullosamente hacia atrás.

El Santo Padre ha hecho de los días pasados en Brasil unas jornadas memorables e inolvidables. Para la historia quedarán ya su rechazo a la legalización de las drogas -un auténtico misil dirigido contra los intereses de las grandes mafias, abanderadas por no pocos políticos de renombre del continente-. Lo mismo que quedará para la historia la llamada a los políticos brasileños a hacer una política que tenga en cuenta la diversidad y que esté de verdad al servicio del pueblo; una política de la laicidad, no del laicismo, en la cual se respete y valore el sentimiento religioso, sin que eso signifique hacer un estado confesional. Del mismo modo que quedará para la historia su apelación a hacer una economía auténticamente humana, que no se deje arrastrar por la avaricia y que no se convierta en el campo de actuación de una banda de lobos feroces que se lanzan sobre sus presas inválidas. No se olvidarán las palabras dichas por Francisco con las que aludía a la necesaria defensa de los "principios innegociables" enunciados por su predecesor, aquellos tres que incluían la tutela de la vida humana desde la concepción a la muerte natural, la familia entendida como la unión de un hombre y de una mujer, y el derecho de los padres a tener la última palabra en la educación de sus hijos.

Pero, sin duda, los momentos más esperados eran los que concernían propiamente a la Jornada Mundial de la Juventud, los del sábado por la noche y el domingo por la mañana. El sábado, el Papa les dijo tres palabras a los miles de jóvenes que le rodeaban, entregados y entusiastas.: "Oración, sacramentos, servicio". Es decir, les habló de las raíces imprescindibles para poder obtener un buen resultado, dar un buen fruto. Sin vida espiritual, sin relacionarse con Cristo -mediante la oración y los sacramentos-, es imposible llevar una vida cristiana, tener el entusiasmo de la fe, sentir el corazón lleno de un fuego que te arde y que quieres a toda costa comunicar a los demás. Sin oración y sacramentos no se puede hacer el bien, o al menos no se puede hacer el bien que un cristiano debe hacer.

Y ayer, domingo, en la misa de clausura de la JMJ, el Papa volvió a usar su peculiar pedagogía de la sencillez para expresar, de nuevo en tres palabras, su mensaje a los jóvenes: "Vayan", "sin miedo", "para servir". "Vayan", les dijo, no se queden atenazados por el miedo, por el qué dirán, por la vergüenza, vayan a decirles a todos que han encontrado a Cristo, a un Cristo vivo y resucitado que ha llenado su vida. Vayan y acérquense sobre todo a los últimos, a los que sufren, a aquellos que llevan en su cuerpo o en su alma las huellas de la pasión de Cristo.

Pocas veces una JMJ ha despertado en los jóvenes que han participado en ella tal entusiasmo. Ahora, como siempre, queda recoger los frutos. Será tarea de las parroquias, de las diócesis y de los movimientos hacer que la semilla que el Papa ha puesto en esos cientos de miles de jóvenes no se pierda sino que dé fruto. Por el bien de la sociedad y de la Iglesia.

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