Domingo, 24 de noviembre de 2024

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¿Por qué en la Iglesia no se enseña sobre el dinero?

por Una iglesia provocativa

Como buen español acabo de enviar mi declaración de la renta a Hacienda en el último minuto y he podido rellenar la asignación tributaria a la Iglesia Católica, que viene a ser el 0,7% de lo que efectivamente terminamos pagando al estado.

Para entendernos, el estado asigna a la Iglesia católica el 0,7% de lo que cada contribuyente le paga, pero eso no es el 0,7% de lo que gana una persona. Una persona que gane 18.000 Euros al año, paga al estado 3.378 Euros de los cuales 23,64 Euros van a la Iglesia católica que vienen a ser el 0,13% de lo que gana esa persona al año.

¿Parece poco, verdad? Los judíos diezmaban por mandato bíblico, por lo que un judío que ganara lo mismo pagaría 1.800 Euros, y de la misma manera entienden muchos cristianos de otras confesiones que hay que apoyar el trabajo de Dios con la décima parte de sus bienes. También en la Iglesia Católica se practica el diezmo, aunque en comunidades y movimientos concretos que no hace nombrar aunque sí decir que son escasos.

Al fin y al cabo el diezmo es un tema opinable del Antiguo Testamento y la Iglesia nunca ha enseñado que esté en vigor.Pero obviamente el cristiano debe compartir sus bienes, y aunque la palabra dinero suene fea es un tema acerca del que debemos enseñar.

Siendo un tema delicado como lo es, lo curioso es que no se nos enseña mucho acerca del mismo. Más bien en la Iglesia nos limitamos a sacar el cepillo los días de guardar, hacer colectas como el Domund y pedir dinero en forma de suscripciones en boletines varios.

Por supuesto la Conferencia Episcopal se preocupa de hacer la campaña Xtantos y sale a explicar el mes de Junio en qué se gasta el dinero la Iglesia, desglosando la ingente labor pastoral y de promoción humana de la Iglesia Católica.

Todo esto está muy bien, se trata de sostener a la Iglesia y sus obras. Incluso de vez en cuando escuchamos algún misionero que viene a contarnos lo que hace allende los mares y pedir ayuda para su misión, a la cual gustosamente la gente da.

Pero yo me pregunto cómo puede ser que en toda mi vida de cristiano nunca me hayan enseñado en mi parroquia acerca del cómo, cuanto y por qué dar. Digo yo que habrá maneras de dar, actitudes, y ejemplos que seguir. También habrá excesos, defectos, egoísmos y en general tentaciones de las que nos debamos guardar.

Claro que eso es la DSI, pero no es lo que se enseña a un nivel práctico en un domingo cualquiera en el que eso sí, hay cuestación.

Desde luego si leemos los evangelios Cristo se prodigó enseñando acerca del dinero, de venderlo todo, de pagar los impuestos, de invertir para tener fruto, del ciento por uno, de dar al necesitado, el óbolo de la viuda, etc, etc.

Y si leemos los Hechos de los apóstoles vemos una Iglesia en la que nadie pasaba necesidad porque todo lo tenían en común poniéndolo a los pies de los apóstoles. Y quien se guardaba algo caía fulminado (si no que se lo digan a Ananías y su mujer Safira).

¿Por qué entonces en la Iglesia ya no se nos enseña acerca del dinero más allá de una referencia genérica a ser buenos y compartir? ¿Por qué el discurso sobre el dinero es patrimonio exclusivo de los que hacen de su cristianismo labor de profetas de injusticias sociales? ¿Se puede no ser progre y enseñar acerca del dinero sin subirse al monte?

Creo que en este tema nos jugamos algo más que la asignación tributaria, una obra concreta o el tejado de la parroquia de turno. También es algo que transciende la acción caritativa y las misiones en el tercer mundo que podamos apoyar.

Nos jugamos ni más ni menos la posibilidad de que el Evangelio gobierne nuestras vidas enteras y no sólo las parcelas que de alguna manera circunscribimos a la práctica dominical de la iglesia.

Un gran misionero decía que una persona no está verdaderamente evangelizada hasta que su bolsillo no está evangelizado.

Y evangelizar nuestro bolsillo es algo que tenemos todos que hacer, desde el párroco hasta el feligrés, desde el pobre al rico. Y si no que se lo digan al Papa Francisco quien en este tema se ha propuesto demostrar que se puede vivir evangélicamente pobre seas lo que seas.

¿Están todos llamados a la pobreza por el Evangelio? Claro que no, es un consejo evangélico.

¿Estamos todos llamados a poner todo lo que tenemos al servicio del Evangelio? Yo creo que sí, y otro gallo nos cantaría si supiéramos todo la bendición que es el dar y recibir el ciento por uno.

Por su puesto este tema tiene muchas implicaciones y una de ellas es la patente falta de medios con la que muchas veces contamos en la Iglesia.

Un ejemplo es la Nueva Evangelización. Que yo sepa el único que se ha atrevido a pedir dinero ha sido Mons.  Juan Antonio  Reig de Alcalá que ha sugerido a sus fieles que den el 1% de nuestro dinero a la Evangelización, nuevo concepto que no entra en los esquemas católicos de dar al uso.

A alguno le parecerá mucho, pero a mí que he tengo ya mucho mundo y he visto multitud de iglesias donde quien menos da diezma, me parece una buena anécdota por dónde empezar a remover conciencias.

Porque al fin y al cabo si examináramos cuánto amamos a Dios por el tanto por ciento de lo “nuestro” que damos, nos daríamos cuenta de dónde verdaderamente está nuestro corazón, y ya nos advertía Jesús que no se puede servir a dos señores.

Por eso un pastor que conozco decidió con su mujer que para predicar de estos temas tan escabroso tenían que ser los primeros en dar ejemplo, y sin que no lo dieran decidieron todos los años dar más incrementando su diezmo en un porcentaje. Contaba este pastor que tras casi 40 años de ministerio llegó a dar el 90% todos los meses. Viviendo en la misma casa, con su coche viejo y su estilo de vida nada pretencioso, nadie diría que se trata del autor de un bestseller religioso de impacto mundial. Como dice él, gracias a Dios tuvo tanto éxito cuando ya estaba comprometido a dar ese tanto por ciento astronómico, por lo que su corazón quedó bien protegido de quedarse en el dinero…

Pero no hablaré más, quede en el aire la cuestión de por qué no se enseña más acerca del dinero del bolsillo del feligrés que viene a la Iglesia, al cual eso sí no se le deja de pedir cuando procede.

Pedir sin enseñar, como dar sin tener evangelizado el bolsillo no sirve de mucho, porque no se trata del qué dar, sino del cómo y el por qué.

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