Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Atarse a este mundo

por El Blog de Juan del Carmelo

            Atarse a este mundo es una forma…, de referirse a los apego que todos, en mayor o menor grado, padecemos. Nos aferramos a este mundo porque pensamos que no hay nada mejor, y no hay nada mejor porque no lo vemos con los ojos de nuestra cara. Sí se nos dice que sí lo hay pero no lo vemos, ni nos convencemos de que lo haya. Nadie de los que se marcharon, han vuelto para contárnoslo. Entonces, estamos ante un problema de confianza en Dios y precisamente esto es, lo que Él quiere, que es que confiemos en Él que no tengamos dudas, que nos entreguemos a Él. Lo que se nos pide es confianza.  

            La confianza nace primeramente de la fe y se perfecciona en el amor. Conocemos a nuestro peluquero creemos que es una buena persona, pero no le amamos lo suficiente como para tener una ciega confianza en él y poner a su nombre nuestra propia casa. En cambio si fuese necesario, no tendríamos inconveniente de ponerla a nombre de nuestra madre, porque en este caso además de la fe, media el amor. El amor juega aquí como en todo lo que se refiere a la vida espiritual de nuestra alma, un papel absoluto, y esto es así sencillamente, porque el Todo de todo es Dios y Dios es amor y solo amor.

            Pero antes de la confianza hace falta tener fe. Tenemos el ejemplo de nuestro padre Abraham “El cual, esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones según le había sido dicho: Así será tu posteridad. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente  estéril. Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe,  dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido”. (Rm 4,18-21). Para nosotros, si es que queremos avanzar en el desarrollo de nuestra vida espiritual, la confianza en Dios tiene que ser ciega, absoluta, sin ninguna clase de duda. Tal como nos dice que fue la fe y la confianza de nuestro padre Abraham.

            Para Jean Lafrance: ¡La confianza y nada más que la confianza! Es el único camino por el que se llega al Amor. En la vida espiritual, no hay más que una sola cosa que temer, que es; la falta de confianza en Dios. Nosotros muchas veces nos desalentamos, a causa de nuestras debilidades que nos humillan. El Abad Boylan O. Cist. R. escribe diciéndonos que: “Todo lo que el Señor nos pide, es que pongamos nuestra fe y nuestra esperanza en Él, que le amemos con todo nuestro corazón, que renunciemos a nuestra propia fuerza y nuestros necios planes por humildad y abandono; Él hará el resto”. Y para Nemeck F. K. “Al dejarnos despojar hasta los tuétanos de todo y de todos, nos vemos forzados a luchar a brazo partido con el tema de la confianza... Naturalmente que en todo este desasimiento no atemoriza el factor desconocido y por algún tiempo no sabemos muy bien de quien fiarnos y hasta donde”.

            El Señor, continuamente nos está diciendo: ¡Cómo puedes dudar de mí! Cuando yo te amo como nadie jamás te ha amado nunca  ni te va a amar. Yo soy todo para ti y Tu eres todo para mí, solamente por ti y nada más que por ti, por lo mucho que te amo, yo estoy dispuesto a volver a Getsemaní y subir al calvario, otra vez y las veces que sean necesarias para que tomes conciencia de que te amo y mi mayor deseo es que al menos me correspondas un poco, a este amor tan inmenso que te tengo, desde el día en que te creé, y que tú no ves, ni comprendes, ni me respondes.

            Para despojarnos, para vaciarnos, para librarnos de las ataduras de este mundo, tenemos que volar libres como pájaros en el aire. San Juan de la Cruz nos dice: “Da lo mismo que un pájaro esté atado a un hilo delgado que a uno grueso si no lo rompe para volar. Cierto que el delgado es más fácil de romper; pero por fácil que sea, si no lo rompe no volará. Así es el alma que está apegada a alguna cosa, que por mucha virtud que tenga no llegará a la libertad de la divina unión…. El alma no puede gozar de la unión divina si no se purifica de los afectos a las cosas…. Así es necesario que el camino y subida hacia Dios sea un continuo cuidado de acallar y mortificar los apetitos. Y con la rapidez que se alcance este objetivo, llegará el hombre a Dios. Pero mientras no los destruya (sus apetitos mundanos) jamás llegará, aunque practique muchas virtudes porque le falta conseguirlas con perfección. La cual consiste en tener el alma desnuda y vacía y purificada de todo apetito”.

            La necesidad de no estar atado a este mundo, ni a lo que le rodea, es evidentemente necesaria para prosperar en el desarrollo de la vida espiritual, porque ella tiene como primera meta el abandonarse en el Señor, entregarse a Él, y esto no es posible lograrlo si no estamos vaciados de toda clase de apegos o ataduras a este mundo. Este vacío interior, recibe el nombre de Kénosis, palabra griega que significa vaciamiento.

            Cierto es que al final, tenemos que despojarnos de todo, porque la muerte propiamente dicha es el desasimiento radical y definitivo de la persona humana. Para el hombre que está asido a la vida cada momento de ella se le convierte en una dolorosa despedida. Vive cada momento mirando dolorosamente atrás a lo que ha perdido, y temerosamente adelante, sin saber lo que le deparará el futuro. Cada desprendimiento que el hombre pueda hacer, constituye en él un corte con su pasado y sus recuerdos, que le están atando.            Todas nuestras muertes de cada día, nos dice Nemeck F. K. se consuman y recapitulan en nuestra muerte personal. De ahí que para el que vive en fe, la muerte llega a ser el único camino realmente capaz de desasirle definitivamente de todo lo que no sea Dios. Pero mientras tanto hemos de luchar para irnos vaciándonos, poco a poco, pues a fuerza de asimientos y desasimientos sucesivos es como Dios va emergiendo para nosotros.

            Si miramos la historia de nuestra redención, vemos que el único modo como Dios se ha hecho humano, para que nosotros podamos ser divinizados, es por medio de un vaciamiento. El Hijo del hombre, se vació, se anonadó, tomando para sí la naturaleza humana, de tal manera que su humanidad fue poco a poco transformada por su divinidad. Esta transformación alcanzó su umbral último en la muerte de Cristo, de la cual Él resurgió totalmente Dios y totalmente humano.

            El despojamiento para ser efectivo ha de ser doble: en el orden material aceptando la realidad de que nada de lo que poseemos es nuestro, solo somos meros administradores, en el orden espiritual reconociendo que tampoco son nuestros, ni nos merecemos, las gracias y los dones que continuamente recibimos del Todo que es Dios, porque nosotros somos la nada. Así fue como el Señor se lo expresó a Santa Catalina de Siena: Yo soy el todo y tú eres la nada.

            Nuestro despojamiento, no puede realizarse de la noche a la mañana, siempre es lento, como siempre es lento todo lo que se refiere al avance de nuestra vida espiritual. Por otro lado, uno puede preguntarse:¿El vaciamiento tiene que ser absoluto? Sí tiene que ser absoluto, porque no es posible obtener la pobreza espiritual, sin un previo desapego de todo, absolutamente de todo lo que nos rodea y conforma nuestra vida: Bienes materiales, afectos personales, ideas proyectos e ilusiones, planes de futuro, todo aquello que le impida a uno  tener  el ferviente deseo de cumplimentar la voluntad de Dios.

            Desde luego que eso sería lo ideal, pero no todo el mundo puede realizarlo sin causar daño a nadie. Evidentemente un padre de familia, no puede ni debe vaciarse de sus obligaciones contraídas por medio de un sacramento del matrimonio. Nemeck F. K. nos dice que el verdadero discernimiento acerca de lo que realmente tendríamos que desprendernos y hasta qué punto y medida resulta extremadamente delicado y difícil... Por esto, es por lo que en último término el verdadero desasimiento consiste únicamente en dejarse llevar por Dios, pues Él es quien nos despoja de nuestros apegos y nos descarga el botín que hemos  acumulado a lo largo de nuestra vida de hombre viejo.

            En la medida en que nuestra confianza en el Señor sea grande o pequeña, así será nuestra capacidad de despego de las cosas de este mundo.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

            Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
  • Libro. ENTREGARSE A DIOS.- www.readontime.com/isbn=8460975940
  • Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858
  • Apegos humanos        23-11-09
  • Limpios de apegos     31-10-11
  • Apego y recuerdos     24-04-12
  • Desapegarse y desposesionarse        02-05-12
  • Ataduras humanas     01-03-13
  • Apego a este mundo  25-11-09
  • Ansias de vida            23-12-09
  • Despojamiento y vaciamiento interior         05-08-09

        La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.

            Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

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