Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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¡Nos la han robado! (y 3)

por Victor in vínculis

Así continúa narrando Madre Espíritu Santo Gil Díaz (18731962), Abadesa de las Concepcionistas de Hinojosa del Duque (Córdoba) los sucesos del verano de 1936:
“Nosotras salimos de aquella casa repartiéndonos entre las familias y personas conocidas. Había un pánico horroroso… No se podía andar por las calles… Al paso, encontrábamos hogueras… quemando ropas, libros y ornamentos de sacerdotes… Momentos antes de pasar nosotras, llevaba aquella turba infernal a un sacerdote atado (se trataba de don Francisco Márquez), dándole cruel martirio; los cadáveres se encontraban tirados en las calles; ¿qué será el infierno?
Eran las siete de la tarde, no podíamos olvidar nuestro amadísimo Convento; deseábamos ver qué habían hecho en él aquellas terribles fieras, y quizás aturdidas y atolondradas por aquel desquiciamiento y aquellas amarguras, dos de nosotras tuvimos el valor de ir a verlo, y ver si podíamos recoger las llaves de la puerta reglar. Entramos por la iglesia, tuvimos que pasar por la tumba de nuestra Madre del alma (se refiere a Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda, protagonista de estos artículos)… le echamos una mirada de esas… que por lo expresivas y amorosas nada pueden decir sino quedar ahogadas en el corazón… ¡adiós!... ¡Adiós Madre del alma!... ¡adiós!... Ignorábamos que hubiéramos podido añadir ¡para siempre!... porque de haberlo sabido, tal vez no hubiéramos podido resistir la fuerza del dolor…

Nos vio, dese su casa, donde estaba oculto, don Ángel de Tena, párroco de San Isidro, que era un verdadero padre para la Comunidad, y a pesar del grandísimo peligro, salió a ponerse a nuestro lado.
-¿A dónde vais?... ¿tenéis valor?...
-¡Padre!... ¡Padre, a ver qué han hecho en el Convento!
-Yo os acompañaré.
Entró con nosotros, y vimos que aquellas fieras no habían tenido tiempo de desahogar su furia. Fuimos a la cocina, retiramos la comida que estaba dispuesta para la Comunidad; cerramos algunas puertas y, con un miedo horroroso, nos apresuramos a salir. Como la Clausura había que cerrarla por dentro, rogamos a don Ángel que cerrara la puerta del Convento y saliera por la iglesia, que en la calle le esperábamos, para que nos entregara las llaves. Así lo hicimos, pero al tiempo de salir se oyeron gritos de alarma:
-¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!...          
No tenían que venir, pues estaban aquí, recogiendo hombres en camiones para matarlos. ¡Qué terror!... Unos corriendo… otros saltando por los tejados…; aquello era una horrible confusión… Nosotras dos corrimos precipitadamente, para entrarnos en una casa y… ya no pudimos ver a nuestro bondadoso don Ángel… ni él pudo entregarnos las llaves del Convento. ¡Qué días tan horrorosos!...
Desde aquel día el Convento quedó en poder de aquellas hordas satánicas…
 
Siervo de Dios Ángel de Tena y Martín
Había nacido en Benquerencia (Badajoz) el nueve de septiembre de 1883. Tenía 53 años cuando sufrió el martirio. Después de tenerlo encarcelado, haciéndole sufrir terribles tormentos, fue martirizado junto a otros 38, en Hinojosa del Duque (Córdoba) el 25 de agosto de 1936. Se les llevó a campo abierto, para fusilarlos y meterlos en una zanja. Como don Ángel levantara el brazo para absolverlos a todos, le dieron un tiro en el brazo derecho, y él con grande firmeza, contestó:
-Me queda el izquierdo para poder absolver.
Lo sepultaron en aquella zanja, y para completar el número de 40, echaron también un perro, según declararan los mismos criminales; y cuando los echaron, aún tenía vida, como dijeron personas buenas que andaban por aquellos campos y oían los alaridos de los moribundos.
Respecto a las grandísimas penas y amarguras de las religiosas, sólo diremos que fueron terribles, perseguidas de día y de noche, amenazadas de muerte, llevadas al Comité rojo, etc. Durante las evacuaciones en los campos murieron nueve religiosas, teniendo la grandísima pena de ver caer a una bajo la metralla de las bombas y sufriendo amarguras de ver que, estando agonizante, se la llevaron los rusos en una ambulancia al pueblo de Belalcázar, y allí murió, aunque por alguna influencia con gente roja, pudimos conseguir que, ya difunta, la trajeran al cementerio de esta población. Era una joven de Córdoba, muy útil y necesaria para la Comunidad…
 
El cuerpo fue quemado
En una mañana de aquellos días infernales y revoltosos, los chicos salieron a la calle gritando:
-Están quemando una monja que está entera.
Por las ventanas de la sacristía de la iglesia salía humo, y la vecindad olía a carne quemada… El Convento estaba ocupado por la Caballería roja…
Por más investigaciones que se quisieron hacer, nada se supo con seguridad. Los que podían saber algo, no se atrevían a decir nada, por miedo y por temor. Luego las monjas lo verían con sus propios ojos.
Se deduce que el cuerpo enterrado en 1910 estaba incorrupto y por eso, al quemar el cuerpo de Madre Teresa, olía a carne quemada…
Cómo fue no se supo. Que sucedió está más que probado.
Para terminar una notas de las circulares escritas por la Abadesa de Hinojosa.
 
Diciembre de 1937
Madre Espíritu Santo Gil Díaz desde Ciudad Real, con fecha del 16 de julio de 1939, escribe una circular en la que puede leerse:
“… después de estar once meses detenida e incomunicada, aprovechando la coincidencia de un bombardeo, pude escapar y venir a Ciudad Real con mi familia que reside aquí, gracias a la Abadesa de esta Comunidad de Ciudad Real, que tuvo el valor de hacer un viaje a Hinojosa para sacarme de aquellos peligros, en la forma y modo que con la ayuda de Dios le fue posible. He permanecido aquí varios meses sin poder olvidar el querido Convento de Hinojosa (hoy todavía Cuartel de Caballería). El edificio se conserva, pero muy destrozado y lo mismo la iglesia, se necesita mucho para ir arreglando siquiera lo más necesario para poder habitar en él. El mes de junio, lo he pasado en Hinojosa y… ¡cuántas lágrimas he vertido cada vez que los militares con indecible bondad me introducen en él y veía el estado en que se encuentra! ¡Qué lástima! ¡Cuánta destrucción ha hecho la barbarie roja!... ¿Y vuestra Margarita?... Comprendo el anhelo que tenéis en saber de ella, pues veo el interés con que casi todas me habéis preguntado. ¡Qué pena me da el decíroslo hermanas de mi alma…! ¡Nos la han robado!
La Capilla preciosa donde se encontraba el sepulcro toda destrozada y el sepulcro vacío, sin señales de cajas de zinc, ni de madera, ni de nada. ¡Qué pena!... A pesar del interés y diligencia del Sr. Juez militar, solo se ha podido averiguar, que la vecindad vio salir humo por las puertas y ventanas de la iglesia y los chicos decían en la calle: están quemando a una monja que está entera. Un joven dice que vio echar restos en el sepulcro de su hermano, nuestro padre don Francisco Romero. Se procedió a la apertura de dicho sepulcro y se encontraron la caja de zinc y madera violadas y los restos carbonizados. Solo el bonete con la borla de canónigo se encuentra ileso, es cuestión de un detenido examen para averiguar si los restos de Nuestra Madre Teresa se encuentran allí revueltos. Única esperanza que nos queda. Desde luego al Cementerio de la población no los llevaron, esto según dicen, fue en diciembre de 1937.
No quiero contaros más penas, hermanas de mi alma… La Comunidad se encuentra dispersa. Cada religiosa con su respectiva familia, hasta que Dios quiera… Ya sabréis que nuestra Casa Madre también fue destruida y la Comunidad dispersa…”.
En otra circular, del 26 de abril de 1941, Madre Espíritu Santo comunica que:
Ahora os diré que, para la investigación y reconocimiento de los restos de M. Teresa, que con tanto interés deseáis y deseamos, se ha designado el 20 de junio, víspera del Sagrado Corazón. Ahora se verán si fueron hechos cenizas, o fueron echados en el sepulcro de su hermano don Francisco, como se deduce de algunas declaraciones”.
Nunca se pudo aclarar. Sólo quedó el relato verbal de que “se había quemado a una monja” y que al regreso de la Comunidad todo había sido profanado. Se conservase o no con mayor o menor grado de incorrupción, se trata, de otro cuerpo más profanado en los días de la persecución religiosa española.

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