Comunicar la Santísima Trinidad
Comunicar la Santísima Trinidad
Hay quienes razonan de Dios—si esto es razonar—al tenor de la naturaleza del alma humana o afectos, y este error los arrastra, cuando de Dios discurren, a sentar atormentados e ilusorios principios. Existe además una tercera raza de hombres que se esfuerzan, es cierto, por elevarse sobre todas las criaturas mudables con la intención de fijar su pupila en la inconmutable substancia, que es Dios; pero, sobrecargados con el fardo de su mortalidad, aparentan conocer lo que ignoran, y no son capaces de conocer lo que anhelan. Afirmando con audacia presuntuosa sus opiniones, pues se cierran caminos a la inteligencia y prefieren no corregir su doctrina perversa antes que mudar de sentencia” (San Agustín, Tratado de la Trinidad 1,1)
Hablar sobre la Santísima Trinidad es hablar de Dios, tal como Él mismo se ha revelado a nosotros. San Agustín nos habla de tres errores que solemos cometer al intentar acercarse al misterio de todos los misterios:
- Quienes quieren entender a Dios a través de las experiencias humanas.
- Quienes quieren entender a Dios a través de nuestra naturaleza humana.
- Quienes, al verse impotentes para explicar lo inexplicable, dicen saber lo que, evidentemente, es imposible conocer.
Pero ¿Qué sentido tiene hablar de la Trinidad en pleno siglo XXI? Parece que es un tema superado que a nadie interesa y que en todo caso, crea más dudas de las que resuelve. No dudo que en la era de las comunicaciones parezca innecesario reflexionar sobre la forma en que Dios se ha revelado a nosotros. ¿Cómo es que Dios no nos envía un Twitter dejando claro todo este asunto? Seguro que Dios mismo tiene formas más eficientes de comunicarse con nosotros.
Pero ¿Qué podemos decir de la Santísima Trinidad en el año 2013, que no hay sido dicho ya? Poco o nada. La Trinidad es equilibrio, armonía, plenitud, solidez, fortaleza y sobre todo Amor. Ya lo dijo San Juan “Dios es Amor” ¿Cuánto de esto hay en nuestra vida?
Posiblemente en pleno siglo XXI sea cuando menos tenemos de cada uno de estos dones y cuando más difícil es comunicarlos a los demás. En nuestras sociedades se ha instalado el desafecto, la lejanía y el desarraigo. Las heridas que nuestra naturaleza humana lleva consigo, se han ampliado según hemos ido primando la autosuficiencia, la independencia, la soberbia y el egoísmo.
No cabe duda que la Santísima Trinidad nos comunica mucho más de lo que cada uno de nosotros puede comunicar. Nuestro lenguaje es limitado y ambiguo. Cuando intentamos llegar a Dios a través de nuestros medios, estamos creando nuevas Torres de Babel, que son derrumbadas por la confusión del lenguaje. Ese no es camino. Pero no perdamos la esperanza. Nuestra incapacidad de comunicar a Dios quedó superada en Pentecostés. El Espíritu consigue que nuestras palabras se llenen de significado para quienes nos escuchan. Nos somos nosotros quienes comunicamos, es el Espíritu a través nuestra, quien hace el milagro de la verdadera comunicación.
No intentemos que nuestras palabras expliquen lo inexplicable. En todo caso y con inmensa humildad, podemos intentar llevar a los demás aquello que difícilmente entendemos nosotros mismos. Será el Espíritu quien llene estas palabras de sentido. Comuniquemos que la Santísima Trinidad debe habitar en nosotros y roguemos al Espíritu Santo para que lleve nuestras palabras hasta el corazón de quien nos escuche o lea, que las haga entendibles, capaces de hacer sentir y capaces de mover la voluntad.