Lunes, 25 de noviembre de 2024

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De vuelta a España, ¡qué vieja está la feligresía!

por José Alberto Barrera

Acabo, como quien dice, de volver de Londres, y aunque espero poder seguir digiriendo y comentando lo vivido allí, he de confesar que estoy en un cierto estado de shock.

Será porque con eso de viajar tanto, y conocer tantos sitios y personas, uno no puede evitar convertirse en algo guiri en sus costumbres y actividades. Y lo mismo que todavía me cuesta eso de comer a las tres de la tarde, tras un mes comiendo a las doce y media de la mañana y cenando a las siete de la tarde, también me cuesta volver a ciertas costumbres y prácticas de mi parroquia.

Por supuesto que, como con la comida, muchos saldrán con lo de “como en España ni se come ni se vive en ninguna parte” Si son felices con el jamón, los toros, la siesta y las visitas veraniegas a la ermita, me congratulo por ellos; a mí también me encantan todas esas cosas, lo que no quita para que me dé cuenta de que hay cosas interesantes allende los pirineos.

Pero vamos al tema. Por un lado, hogar dulce hogar; Roma, dulce hogar, como el título del apasionante libro de Scott Hahn. Tras un mes entre anglicanos sienta bien esto de volver a las misas de mi parroquia, y al día a día de lo ordinario, en donde se esconde lo extraordinario.

Pero, por gustoso que me resulte ir a misa a recibir al Señor, mi primera experiencia, de vacaciones en Levante, ha sido ir a una parroquia llena de gente un poco entradita en años, y de vuelta a Madrid, aunque la cosa mejora, la feligresía que observo me sigue suponiendo un contraste tremendo con la realidad que he vivido en Inglaterra.

Algún otro día me meteré con el tema de la estadística. Sólo adelantar, que si en mi parroquia, que se supone que es de las más grandes de España y de las más jóvenes, sólo contáramos a la gente que no peina canas, quedarían muy poquitos jóvenes en relación al ingente número de personas que asiste a diario y los domingos a la misma.

Todo en la vida es cuestión de a quién te compares, y las comparaciones son odiosas. Para mí llegar de Home Focus, una convivencia de toda la parroquia en la que estaba, Holy Trinity Brompton, a la que asisten 1.800 personas, y en la que te das cuenta que con treinta y pico años ya te consideran casi un anciano, da mucho que pensar.

La reflexión para mí es que frente al lugar común de decir que “a los jóvenes no les interesa la iglesia”, y el discurso aislacionista e involucionado que predica la vuelta a lo anterior como receta mística para la conversión del mundo, hay una generación que estamos perdiendo y que sí vendría a la iglesia si se lo pusiéramos más fácil.

Ponerlo más fácil, no es rebajar la doctrina, ni relajar las costumbres; eso ya lo han intentado muchos y han fracasado, a los números me remito.

Ponerlo más fácil, es darse cuenta de que la Iglesia tiene un mensaje no sólo relevante para el mundo de hoy, sino crucial para todo el mundo entero, y reconocer que el mensaje no se predica solo, sino que viene envuelto en un envoltorio que hay que hacer atractivo para la gente. El regalo no puede cambiar, el envoltorio sí. Pero esto implica ponerse al cabo de la calle, aprender a hablar en el idioma de la gente, no demonizar la cultura de fuera y aprender a proponer la verdad a gente que sólo nos va a escuchar si se sienten acogidos y respetados en su verdad, por imperfecta que nos resulte.

Los obispos de Latinoamérica, el CELAM, con cuyo seminario teológico tengo el placer de trabajar, lo tienen muy claro. Han lanzado lo que se llama La Misión Continental, y en ella explican que la Iglesia entera debe ponerse en estado de misión, y entre otras cosas renovar las estructuras pastorales caducas

¿Estamos dispuestos a reconocer que se nos han caducado las estructuras, que se nos han caducado los fieles que vienen a misa, que no existe recambio suficiente y que la Iglesia no está llegando a esta sociedad en la que vivimos?

Creo que si lo estamos, entonces, aunque peinemos canas, podemos ser la iglesia que sirva de base para la vuelta de tantos y tantos a Cristo, a través de su Esposa, y mediante el conocimiento de la única verdad que predicamos: a Cristo, y este crucificado.
En fin…que hay mucha tela que cortar y espero ponerme a ello, si las ocupaciones estivales me lo permiten.

No obstante estar de vuelta, seguiré contando historias de gente con la que he estado en el Reino Unido, como la del inglés Pete Greig, creador de 24/7, un movimiento de oración que está arrasando por el mundo entero, o la del estadounidense Shane Clairborne, un americano que inspirado por la Madre Teresa tras vivir tres meses en la India con ella, ha creado una red de comunidades urbana-monásticas en Estados Unidos, que viven con los más pobres.

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