Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Del evangelista Marcos cuya fiesta celebramos hoy

por En cuerpo y alma

 
            Sí señor, hoy celebra el santoral católico la festividad de San Marcos, autor del que en el orden canónico aparece como segundo evangelio, con toda probabilidad el primero que fue escrito.
 
            Juan, nombre hebreo de quien pasa a la historia por su nombre latino, Marcos, aparece citado por primera vez en los textos canónicos en su propio Evangelio, único que se hace eco de un episodio menor que acostumbra a creerse referido a él por no recogerse en otro evangelio que el suyo: una manera de firmar el texto como otra cualquiera:
 
            “Un joven le seguía [a Jesús en el Calvario] cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo” (Mc. 14, 51-52).
 
            Sin embargo, la primera vez que Juan Marcos aparece explícitamente nominado en los textos canónicos es en los Hechos de los Apóstoles. Los antecedentes son éstos: corriendo el año 43, Agripa I, que inicia el enésimo episodio de persecución contra la Iglesia, ha hecho decapitar a Santiago el Mayor y ha apresado a Pedro, el cual, con la ayuda de un ángel, consigue escapar de la prisión. Esto es lo que hace entonces Pedro:
 
            “Consciente de la situación, marchó a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban reunidos muchos en oración” (Hch. 12, 12).
 
            Poco tiempo después, en la que constituye su segunda aparición en los textos canónicos, vemos a Marcos vinculado al grupo que por aquel entonces forman Bernabé, -del que por cierto es primo según nos informa San Pablo en su Epístola a los Colosenses (ver Col. 4:10)-, y Pablo, en este orden, a los que acompaña durante todo el que se da en llamar “primer viaje de Pablo”:
 
            “Tenían también [Bernabé y Pablo] a Juan [Marcos] que les ayudaba” (Hch. 13, 5).
 
            La sociedad, sin embargo, no termina excesivamente bien. Los pormenores de la discusión que pone fin a la misma no los conocemos. Lo que sí sabemos es que dos amigos como Pablo y Bernabé discuten, y hasta se separan, por culpa de Marcos:
 
            “Al cabo de algunos días dijo Pablo a Bernabé: “Volvamos ya a ver como les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor”. Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos. Pablo en cambio, pensaba que no debían llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra. Se produjo entonces una tirantez tal que acabaron por separarse el uno del otro; Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre; por su parte Pablo eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por los hermanos a la gracia de Dios” (Hch. 15, 36-40).
 
            La enemistad entre Pablo y Marcos no durará, sin embargo, toda la vida, y en algún momento -quizás con motivo de la muerte de Bernabé-, se produce la reconciliación, hasta tal punto que Marcos está entre los más cercanos a Pablo en los tiempos de su primera prisión romana, aquélla de la que sale sin cargos, como demuestra la salutación final de Pablo en su Carta a Filemón escrita hacia el año 62:
 
            “Te saludan Epafras, mi compañero de cautiverio en Cristo Jesús, Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores” (Flm. 1, 23-24).
 
            En los momentos finales de su vida, Pablo vuelve a reclamar la compañía de Marcos, lo que indica que los antiguos recelos están más que superados. Tanto así que, en la que es su última carta, la segunda de las dos que dirige a Timoteo, indica a su destinatario:
 
            “Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy útil para el ministerio” (2Tm. 4, 11).
 
            No obstante todo lo cual, por mor de lo que sobre su figura se afirma en la protoliteratura cristiana extracanónica, Marcos pasa por ser más cercano, sin embargo, a la figura de San Pedro que a la de San Pablo. Lo que cuadra perfectamente con el hecho de que la Primera Epístola de Pedro concluya con el siguiente saludo:
 
            “Os saluda la que está en Babilonia [quiere decirse Roma, Babilonia es el nombre que los cristianos reservan para Roma en los primeros tiempos], elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos” (1Pe. 5, 13).
 
            Y éstas son las referencias canónicas a la figura de Marcos. A estos datos habría que añadir otros bastante fiables pero ajenos ya a la literatura canónica. Cosa que haremos más pronto que tarde, si bien por hoy, queridos lectores, creo que ya hemos pasado un ratito agradable. Hasta pronto pues con este mismo tema.
 
 
            ©L.A.
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