No nos olvidemos. Estamos en el año de la Fe
No nos olvidemos. Estamos en el año de la Fe
Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año. (Carta Apostólica, Porta Fidei, por la que Benedicto XVI por la que se convoca el año de la Fe)
Hasta octubre del 2013 queda un largo camino que deberíamos de aprovechar. Es especialmente interesante la indicación del Papa Emérito sobre la necesidad de hacer creíble nuestro testimonio de vida. ¿A qué se refería Benedicto XVI?
Sin duda uno de los problemas que nos aquejan es la dicotomía entre la Fe que decimos profesar, la que realmente aceptamos y lo que después demostramos en nuestra vida. La Fe debería impregnar todo nuestro ser y los ámbitos vitales donde nos desenvolvemos.
En la homilía del día de Pascua, el Papa Francisco nos indicó; “He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz”
Sin duda es la Gracia de Dios la que nos convierte y transforma. Sólo si somos transformados por la misericordia de Dios podremos, a su vez, transmitir la misericordia a los demás. Viviendo una vida honesta y coherente, es como esta misericordia puede anidar en nosotros y transmitirse a los demás. Pero esta misericordia necesita de instrumentos para transmitirse con fiabilidad y profundidad. ¿Dónde encontramos esta fiabilidad y profundidad? En el conocimiento de nuestra Fe.
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor. (Carta Apostólica, Porta Fidei, por la que Benedicto XVI por la que se convoca el año de la Fe)
La Iglesia nos llama a la misericordia, que proviene de Dios. Nosotros nos acercamos a la Iglesia y actuamos en coherencia a través de la Fe. Una Fe sólida y profunda que garantiza que actuamos según la Verdad. Si la Fe es débil, difícilmente podremos dar testimonio de la misericordia que nos dona el Señor. Por ejemplo, la Fe en la Resurrección del Señor.
Por desgracia, a menudo se ha tratado de oscurecer la fe de la Resurrección de Jesús, e incluso entre los propios creyentes se han insinuado dudas. Un poco una fe "al agua de rosas", como decimos nosotros. No es la fe fuerte. Y esto por superficialidad, a veces por indiferencia, ocupados por miles de cosas que se consideran más importantes que la fe, o por una visión puramente horizontal de la vida. (Catequesis del Papa sobre la Resurrección de Cristo)
La Fe es importante y su ausencia nos vacía de sentido como cristianos. Ya que hemos vuelto a la normalidad eclesial, no nos viene mal retomar la senda que tenemos en este año tan importante para la Iglesia.