Viernes, 22 de noviembre de 2024

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En el año de la Fe, son también necesarias otras virtudes

En el año de la Fe, son también necesarias la Esperanza y la Caridad.

por La divina proporción

La Fe es la primera que somete el alma a Dios. Luego vienen los preceptos de buen vivir, con cuya observancia se afirma la Esperanza, se nutre la Caridad y empieza a comprenderse lo que antes tan sólo se creía. El conocimiento y la acción son los que dan la felicidad al hombre; y así como en el conocimiento hay que evitar el error, así en la conducta hay que evitar la maldad. Yerra quien piensa que puede comprender la verdad viviendo inicuamente. Iniquidad llama a amar a este mundo y estimar en mucho lo que nace y pasa, desearlo y trabajar para adquirirlo, regocijarse cuando abunda, temer que perezca, entristecerse cuando perece. Una vida tal no puede contemplar aquella mira, auténtica e inalterable verdad, adherirse a ella y permanecer adherida para siempre. Por lo tanto, antes de que se purifique nuestra mente, hemos de creer lo que aun no podemos entender; porque con razón dijo el profeta: si no creyereis, no entenderéis.

 

En pocas palabras nos propone la Iglesia esa Fe en la que se recomiendan las cosas eternas, que los carnales no pueden todavía entender, y juntamente las cosas temporales pasadas y futuras que la eternidad de la Divina Providencia realizó o realizará. Creamos, pues, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; son personas eternas e inmutables, es decir, un solo Dios, Trinidad eterna en una substancia única, Dios de quien todo, por quien todo, en quien todo. (San Agustín. Tratado sobre Combate Cristiano. XIII, 1415)

 

Esta es Semana Santa del Año de la Fe, por lo que no viene mal recordar qué sentido tiene la Fe dentro de lo que vamos a vivir durante estos días, sobre todo durante el Triduo Pascual.

 

Es interesante cómo San Agustín señala a las tres Virtudes Teologales como fuente de equilibrio en nuestra vida cristiana y como puerta para comprender aquello que hasta este momento estaba velado para nosotros.

 

También indica que la felicidad del hombre parte del conocimiento y la acción. Al estos dos pilares de la felicidad, se une el afecto, ya que es imprescindible para hallar la felicidad. Conocimiento, acción y afecto no están libre error por si mismos. Es importante que el conocimiento no esté sometido al error, que la acción la maldad y que el afecto no sea esclavizante ni monopolizador. Nos dice San Agustín que no debemos tropezar con la iniquidad, que no es más que el amor desordenado por aquellas cosas que sólo son apariencias sociales. Los afectos desordenados nos conducen a la esclavitud del pecado.

 

¿Cómo escapar de estos tres peligros? Error de conocimiento, maldad de acción e iniquidad en nuestros afectos. Primeramente deberíamos atender a nuestra vida cotidiana y fijarnos cuantas veces andamos el camino del error. Igual que una persona con los ojos llenos de suciedad no puede ver correctamente, una persona que vive una vida centrada en las apariencias sociales, no puede llegar a entender todo lo que nos ha revelado Cristo: “antes de que se purifique nuestra mente, hemos de creer lo que aun no podemos entender; porque con razón dijo el profeta: si no creyereis, no entenderéis

 

Por esto es tan importante tener claro lo que la Iglesia nos indica, ya que de no podemos confiar en nuestra capacidad de andar recto por nosotros mismos. La Iglesia nos propone “esa Fe en la que se recomiendan las cosas eternas, que los carnales no pueden todavía entender, y juntamente las cosas temporales pasadas y futuras que la eternidad de la Divina Providencia realizó o realizará

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Miremos siempre a la Iglesia, ya que tiene su centro en Cristo. Dejemos a un lado los cantos de sirena que nos llaman hacia “otra iglesia” deseable por determinado grupo de personas. Ante estas propuestas, hemos de reponer con la rectitud del conocimiento, con acciones adecuadas y con el afecto que nos pide el Señor. Conocimiento iluminado por al Fe, acciones conducidas por la Esperanza y afecto empapado de Caridad.

 

Dicen que la Madre de las tres virtudes Teologales es la Sabiduría. Roguemos al Señor para que el Espíritu Santo nos llene con ese don.

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