Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Preparando la Semana Santa. Obispo Proclo

Preparando la Semana Santa. Obispo Proclo

por La divina proporción

El día de hoy, amados míos, es de gran importancia. Nos pide tener un gran deseo, poner mucha atención, una viva resolución que nos lleve al encuentro del Rey de los Cielos. Pablo, el mensajero de la buena noticia, nos decía: «El Señor está cerca, que nada os preocupe» (Flp 4,5-6) 

Encendamos las lámparas de la Fe: como la cinco vírgenes prudentes (Mt 25,1ss), llenémoslas del aceite de la misericordia para con los pobres; acojamos a Cristo del todo despiertos y cantémosle llevando las palmas de la justicia en las manos. Abracémosle derramando sobre él el perfume de María (Jn 12,3). Escuchemos el canto de la resurrección; que nuestras voces se eleven, dignas de la majestad divina, y gritemos con el pueblo ese grito que viene de la multitud: «¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Está bien dicho: «El que viene», porque viene sin cesar, jamás nos falta: «El Señor está cerca de los que lo  invocan con sinceridad» (Sl 144,18). «Bendito el que viene en nombre del Señor.» 

El Rey manso y pacífico está a nuestra puerta. El que reina en los cielos sobre los querubines está aquí abajo sentado sobre un pollino de borrica. Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia. Derramemos a oleadas el agua del amor, y apacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad; después salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. Entonces, que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel».( Obispo Proclo de Constantinopla Sermón 9, para el día de Ramos) 

Estamos en el portal de la Semana Santa, con el Domingo de Ramos como inicio del camino que nos llevará a la Pascua de Resurrección. 

El Obispo Proclo  vivió hasta el año 446 en Asia Menor. San Cirilio de Alejandría dice de Proclo que era "un hombre muy religioso, perfectamente al tanto de la disciplina eclesiástica y muy observante  deloscánones." Era bondadoso con todos, porque estaba convencido de que la bondad sirve mejor que la severidad a la causa de la verdad. Por ello estaba resuelto a no irritar ni provocar a los herejes, con lo cual restituyó a la iglesia, en su persona, la mansedumbre y bondad que desgraciadamente le habían faltado en tantos casos." San Proclo murió el 24 de julio de 446. El Obispo Proclo nos habla de cómo dar el primer paso para iniciar la Pascua con buen pié.

Lo primero que nos indica son las condiciones para iniciar el camino:
 

  • Tener un gran deseo. ¿De qué tenemos tener un gran deseo? Podemos entender este deseo desde varios niveles: desear vivir la Semana Santa, desear acompañar a Cristo a través de la rememoración de su pasión, desear profundizar en el Misterio que se renueva cada año,… ¿Qué deseo llevamos en nosotros al inicio de esta Semana Santa? A lo mejor nos quedamos con el deseo de descansar o ver los desfiles procesionales, lo que no está mal, pero seguramente podamos dar algunos pasos más y no quedarnos en la puerta mirando sin hacer nuestro este maravilloso tiempo litúrgico. 
  • Poner mucha atención. ¿A qué hay que poner atención? Repetir todos los años la Semana Santa nos puede llevar a insensibilizarnos y propiciar que nos quedemos como espectadores pasivos. ¿Por qué tendríamos que vivir esta Semana Santa y la Pascua de manera diferente? La respuesta es simple: porque “El Rey manso y pacífico está a nuestra puerta. El que reina en los cielos sobre los querubines está aquí abajo sentado sobre un pollino de borrica.Cristo nos espera siempre y esta Semana Santa puede ser especial si así lo deseamos. ¿Qué deseamos? Tal vez nuestra conversión, pero, ¿Realmente deseamos transformarnos? A lo mejor lo que deseamos es quedarnos como estamos y que nadie nos venga a traer problemas. 
  • Tener una viva resolución que nos lleve al encuentro del Rey de los Cielos. El Rey está esperándonos, pero ¿Qué nos lleva a dejar lo que estamos haciendo e ir hacia Él?Recordemos la llamada que hizo a Mateo y cómo este dejó todo lo que estaba haciendo para seguir al Señor. Pensemos en el joven rico y cómo fue incapaz de dejar su “riqueza” para seguir a Cristo. No hace falta ser ricos en dinero, se puede ser rico en muchas cosas y no desear realmente atender a la llamada del Señor. 

Después el Obispo Proclo nos indica una serie de acciones: 

  • Encendamos las lámparas de la Fe: como la cinco vírgenes prudentes (Mt 25,1ss), llenémoslas del aceite de la misericordia para con los pobres. La pregunta es ¿Estamos interesados en encender las lámparas de la Fe? Tal vez nos quedemos tranquilos realizando obras buenas o teniendo buenos sentimientos. La Fe es lo que da sentido a las obras y hace nuestros sentimientos sean coherentes y comprometidos. La Fe se cultiva y se alimenta diariamente. La Semana Santa es un momento muy adecuado para reencontrarnos con la Fe. ¿Por qué no?
  • Acojamos a Cristo del todo despiertos y cantémosle llevando las palmas de la justicia en las manos. ¿Despiertos? Claro, despiertos significa conscientes y con los ojos del corazón abiertos. De poco vale la creencia cristiana costumbrista y cultural, que acalla las conciencias y nos permite quedarnos en la puerta mirando. Consciencia que nos permite encontrar el sentido de la justicia que nuestras manos y actitudes pueden llevar a los demás.
  • Abracémosle derramando sobre él, el perfume de María (Jn 12,3). ¿Qué hizo María Magdalena? Dar a Cristo gloria ante los hombres mediante el acto simbólico de derramar perfume de nardo (muy caro y exclusivo) sobre los pies del Señor. Hay quien rechaza el culto y la sacralidad de los símbolos. Pero Cristo nos deja claro que sin este comportamiento simbólico, difílmente accederemos a una mayor consciencia del Misterio Cristiano.
  • Escuchemos el canto de la resurrección. ¿Qué es el canto de la resurrección? Es el Mensaje del Evangelio, la Buena Noticia, la profecía que se expresa y se cumple, el sentido de nuestra esperanza. Es el Kerigma que Pedro lanzo en Pentecostés. Si no escuchamos con los oídos y con el corazón, nos quedamos de nuevo en la puerta, mirando, sin entender casi nada de los que conlleva la Semana Santa.
  • Que nuestras voces se eleven, dignas de la majestad divina, gritemos con el pueblo ese grito que viene de la multitud: «¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¿Por qué hemos estar preparados para gritar y cantar alabanzas al Señor? Bueno, pensemos si realmente sentimos la necesidad de agradecer algo al Señor ¿Pensamos que todo lo que tenemos se lo debemos a la suerte o a nuestro esfuerzo personal? Entonces es lógico que no sintamos la necesidad de alabar al Señor. Pero ¿Quién nos ha dado la vida y la capacidad de caminar detrás del Señor? ¿Nosotros mismos? Me temo que no. Es Dios quien nos regala dones, talentos y quien nos pedirá cuentas de cómo los hemos empleado. Ahora toca ser consciente de todo lo bueno que nos ha dado el Señor. Alabémosle de corazón por ello. 

¿Cómo hemos de prepararnos para recibir al Señor: 

·     Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia. Derramemos a oleadas el agua del amor, y apacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad. El Obispo Proclo nos dice que desechemos todo lo que nos separa de nuestros hermanos ¿Por qué? Porque Cristo está donde dos o más se reúnen en Su Nombre. ¿Podemos unirnos cuando tenemos le corazón bloqueado por rencores, envidias, resentimientos y odios? Simplemente no. 

·   Salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. El vestíbulo de nuestros labios ¿Qué es este vestíbulo? El vestibulo en la entrada de nuestra casa. Allí donde las visitas esperan a que les antendamos. Antes de hablar, seamos conscientes si nuestras palabras, une, curan y dan esperanza. Pongamos en el vestibulo de nuestras palabras, la piedad y el amor que tanto necesitamos.

Pero ¿Para qué todo esto? Para “que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel» 

Quizás la pregunta del millón sea ¿Cómo deshacernos del dolor que tenemos en nuestro corazón? Ese dolor que produce que veamos a los demás a través de sospechas, resquemores, desconfianzas y sobre todo envidias. Para que el corazón sea sanado, necesitamos abrirlo a la acción de Cristo. Esto implica que nuestra voluntad sea tomar esta cruz e ir en detrás del Señor. 

Tan fácil de decir y no por ello deja de ser imposible por nosotros mismos. Es la Gracia de Dios la que nos mueve a abrir lo que somos a los demás y a Dios. Dejemos que actúe y nos transforme. Esta Semana Santa y sobre todo, la próxima Pascua, puede ser el momento. Tengamos esperanza. ¿Por qué no?
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