Viernes, 22 de noviembre de 2024

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El Papa Francisco viene a dar equilibrio a la Iglesia

El Papa Francisco viene a dar equilibrio a la Iglesia

por La divina proporción

Llevamos menos de una semana con el Papa Francisco y me parece haber vuelto a los primeros momentos tras la elección de Benedicto XVI. Sea cual sea el Papa que se elija, siempre existen detractores viscerales que sólo buscan hacer daño. En las redes sociales y en los medios de comunicación, se entremezclan las opiniones de unos y otros, llegando a veces a situaciones que rayan lo ridículo. He leído una entrada de blog en la que se decía que un Papa que defiende la doctrina de la Iglesia no puede amar a los pobres realmente. Es lógico que estemos algo desorientados hasta que pasen algunos meses y todo vuelva a la calma. 

Personalmente, confieso que la elección del Papa Francisco me produjo una sorpresa inesperada. No puedo decir que fuese una sorpresa negativa, aunque me creó bastantes incertidumbres al no tener conocimiento claro de la trayectoria personal de Mons Bergoglio. Una amiga me comentó que me veía frío tras esta elección y llevaba razón. Lo que más me gustó de la elección era la procedencia hispana y que hubieran sido necesarias pocas fumatas. Era evidente que los cardenales no habían tenido grandes dudas en la elección. Pero, no por ello dejé de acostarme con un nudo en el estómago, pensando hacia dónde se dirigía la Iglesia. Después de dos Papas tan inmensos, el Papa Francisco no me parecía que pudiera dar la talla. ¿Qué era lo que quería Dios de nosotros? 

Quien haya leído las entradas de este blog, previas a la fumata blanca, sabrán que yo mismo había sugerido una medicina para esto: esperar a ver quien era el nuevo Papa y entonces orar para entender lo que el Señor quería decirnos. Lo cierto es que recetar una medicina no es igual que tomarla y a veces la medicina que nos sana es amarga y tarda en hacer efecto. 

Gracias a Dios el periodo de acción de la medicina fue corto y en un par de días me había hecho una idea de por donde puede ir el plan de Dios. Ciertamente es un atrevimiento por mi parte decir esto, pero al menos he llegado a un entendimiento que me sostiene y me anima. Este entendimiento es el que comparto con ustedes, por si a alguno le viene bien. 

Es evidente que después del Concilio Vaticano II, la Iglesia afrontó y afronta, una adaptación compleja y lenta. Podemos decir que el post-concilio desestabilizó la Iglesia en muchos elementos, formas y sentidos. Pero el Señor no deja a su iglesia la deriva, ya que es el mejor capitán que podemos tener. Lo cierto es que la Iglesia necesitaba y necesita, re-equilibrarse en muchos aspectos. Las cargas y las personas que transporta la Iglesia, entendida como una como Barca, se han descolocado, lo que implica que la nave se mueva y tambaleé más de la cuenta ante cualquier viento o tormenta. ¿Cómo equilibrar la Iglesia? Puedo ofrecer dos modelos sobre los que apoyarnos: 

a)    La estructura trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo

b)    La estructura de las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad 

Mirando a los Papas anteriores podemos observar que: 

a)    Juan Pablo II era un Papa que rebosaba Espíritu Santo. Un torbellino que se movía transmitiendo esperanza a jóvenes y menos jóvenes. Su acción era directa y cercana. Actuaba sobre cada uno de nosotros a través su presencia y dinamismo. Era un soplo del Espíritu Santo.

b)    Benedicto XVI fue el Papa de la Fe y de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad: el Logos. El Papa de la Fe que se hace razonable, para salir a nuestro encuentro. Sus palabras nos ayudaron a dar sentido y valor a la Iglesia y a la Tradición. 

Viéndolo en perspectiva, no podía ser de otra manera. El Papa Francisco tiene la misión de ser Padre que se transmite a través de la Caridad. Qué bien hace las cosas Dios y que duros de mollera somos a veces. El Papa Francisco viene a equilibrar la Iglesia de manera que tengamos el dinamismo del Espíritu de Juan Pablo II, el Logos de Benedicto XVI y el Padre misericordioso que se dona a todo el que lo acepte. 

Este entendimiento me lleva a mirar atrás y a darme cuenta de la necesidad de ver a los tres Papas como un conjunto y no como tres elementos diferenciados. No podemos olvidarnos de lo que Juan Pablo II y Benedicto XVI nos transmitieron y enseñaron. No olvidarlos es imprescindible para que la Caridad del Papa Francisco enraíce y dé verdaderos frutos de renovación eclesial. 

Dicho de otra manera, si nos ponemos a desmontar a la Iglesia después de cada Papa, nos quedaremos con una sombra distorsionada y sesgada de lo que somos. Ahora me explico porqué algunos detractores de Juan Pablo II y Benedicto XVI están sesgando las palabras y gestos del Papa Francisco e indicando que olvidemos todo lo anterior. 

Es importante estar atentos y esforzarse por no entrar en dinámicas de rechazo o aceptación sesgada de regalo del Dios que es el Papa Francisco. Sin duda este nuevo Papa tendrá momentos duros y ásperos que le harán sufrir. Los otros dos Papas también los tuvieron y salieron fortalecidos de ellos. Ser Papa se aprende ejerciendo de Papa, lo que nos debe llevar a esperar con paciencia a que el nuevo Papa nos muestre con claridad todo lo bueno que nos ha venido a traer. 

No nos olvidemos de orar por el Papa y la Iglesia.


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