Ante la espera, imitar la paciencia de Dios
Ante la espera, imitar la paciencia de Dios
Contemplo en las parábolas el pastor de las cien ovejas (Lc 15,4ss) Una de entre ella se ha descarriado y separado del rebaño. El pastor no se quedó con aquellas que estaban en el buen camino. Se fue a la busca de la descarriada, bajando a los barrancos y precipicios, escalando las cimas rocosas, afrontando intrépido los desiertos hasta que la encontró. Y habiéndola encontrado, sin golpearla ni empujarla violentamente hacia el rebaño, se la echa a los hombros lleno de alegría y la conduce entre sus compañeras, más contenta por ella que por todas las demás.
Esta oveja no significa en rigor una oveja cualquiera, ni este pastor un pastor como los demás. En estos ejemplos se contienen realidades sobrenaturales. Nos dan a entender que jamás desesperemos de los hombres ni los demos por perdidos, que no los despreciemos cuando se hallan en peligro, ni seamos remisos en ayudarles, sino que cuando se desvían de la rectitud y yerran, tratemos de hacerles volver al camino, nos congratulemos de su regreso y los reunamos con la muchedumbre de los que siguen viviendo justa y piadosamente. (San Asterio de Amasía. Homilía nº 13, sobre la conversión)
Estamos cerca de la mitad de la Cuaresma y no podemos decir que esté siendo un tiempo sencillo. Queramos o no, las noticias eclesiales nos llevan y nos traen, de un lado hacia el otro sin dejarnos ánimo para profundizar en el tiempo litúrgico que nos toca vivir.
Miramos hacia el futuro y palpamos la incertidumbre que nos rodea. Parece que todo se haya quedado parado hasta que haya un nuevo Papa y marque las líneas a seguir. ¿Dónde podremos encontrar paciencia y confianza, cuando las hemos extraviado entre las noticias cotidianas?
El texto de San Asterio nos señala algo más que la paciencia genérica. La paciencia con nuestros hermanos. A veces nuestra relación con ellos se hace complicada, sobre todo con quienes no tenemos una afinidad clara. Es fácil desesperar y sentirnos abatidos con su traro. Pero en el fondo todos somos igual de “imposibles” e “indomables” y terminamos siempre ofendidos por lo mismo que produce que nosotros ofendamos a otras personas: la falta de paciencia y el tacto fraterno que nos debemos unos a otros.
Sin duda Cristo amaba a la oveja perdida y la encontró sin escatimar en esfuerzo. ¿Hacemos nosotros eso mismo con nuestros hermanos? A veces sí, a veces no. Nos cuesta dejar lo que tenemos entre manos y salir en su búsqueda y si lo hacemos, no es que demostremos demasiada alegría cuando los encontramos.
Quizás en estos días llenos de incertidumbres debamos ser un poco más pacientes con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Se nota cierta tensión ambiental que terminará por desaparecer en su momento. Paciencia y amor fraternal son condimentos para incluir en el menú de virtudes de nuestra Cuaresma.