Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Poseer a Dios

por El Blog de Juan del Carmelo

             Un fatídico día para la humanidad…, la desgracia nos cayó encima de todos nosotros, cuando el demonio revestido de serpiente, que era el más astuto de los animales del campo, tal nos dice textualmente el Génesis (Gn 3,1), tentó a Eva diciéndole: “Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,5)…. Ella ciega ante la realidad de que por medio de la gracia divina y los dones preternaturales que tenían, ya realmente eran como dioses, comió y él también comió: “Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera”. (Gn 3,6-7). Y se le abrieron los ojos, porque se dieron cuenta de que el soberbio afán de ser más, les llevó al abismo.

         Desde los albores de la humanidad, el hombre movido por ese ansia irrefrenable que siempre tiene de ser feliz, ha querido endiosarse, porque empareja la felicidad con su endiosamiento. Ejemplo de esto lo tenemos en la historia del imperio romano, donde la soberbia de los emperadores, obligaba a todos  ciudadanos romanos a prestarle pleitesía de dioses a unos simple hombres soberbios que enviaban al circo a ser sacrificados, por el fuego o el hambre de las fieras, al que se negase no reconocer el endiosamiento de los emperadores.

     Todos hemos sido creados por Dios para ser eternamente felices en una glorificación divina, en la que se hará realidad esa filiación divina que todo bautizado tiene, porque es a través del sacramento del bautismo donde la adquiere. Y como aquí abajo, es imposible adquirir una plena  y eterna felicidad que es la que nos espera en el cielo, no se acepta en la mayoría de los casos, esta realidad y el hombre pone en peligro su eterna felicidad, no amando a Dios en este mundo, incluso vejándole, es decir ofendiéndole, por unas míseras migajas de felicidad humana.

           Solo existe una sola, autentica, verdadera y eterna felicidad y sobre ella San Agustín, nos dice:…: La única felicidad, consiste en poseer a Dios. Y en otros textos suyos amplía este pensamiento diciéndonos: “Pide la posesión del que hizo todo lo existente, en Él y de Él poseerás todo lo que ha hecho”. Y nos añade: “No; no busques más que a Dios, porque cualquier otra cosa que te dieren, valdrá menos que Él”. Y también nos dice: “Ámalo y ya lo posees.”. Porque a diferencia de lo que ocurre en el mundo material, en el orden del espíritu, ya aquí en esta vida terrenal “desear es ya poseer.” La conclusión lógica que se saca de las palabras de San Agustín es que: El mayor poder del mundo lo tiene aquel que ama a Dios, porque el que ama a Dios lo posee a Él y su posesión lógicamente será mayor cuanto más amor entregue a Dios que es quién le ama.

       Como sabemos, para nosotros solo hay un Dios, aunque los musulmanes judíos o los miembros de otras religiones nos llamen “politeístas”, porque, es difícil para ellos aceptar el misterio de la Santísima Trinidad, que paradójicamente es una de las muchas garantías que tenemos de estar en el camino verdadero, porque no hay ninguna posibilidad, de que, mente humana alguna, pueda ser capaz de inventar algo tan claro para unos y tan oscuro para otros, como es el misterio de la Santísima Trinidad.

        Nos dice San Agustín, que la única posibilidad de felicidad, que nosotros podemos encontrar incluso ya ahora en este mundo, es la que tenemos en la posesión de Dios, y el camino que se nos señala para obtener esta posesión se encuentra en el amor. Es por ello que San Agustín nos dice: Ámalo y ya lo posees. Y uno se pregunta: ¿Y esto porqué es eso así? ¿Cómo funciona?

       El quid de la cuestión, se encuentra en varias consideraciones o premisas para llegar a la conclusión correcta. Lo primero que hay que tener muy presente, es que Dios es amor y solo amor (1Jn 4,16) tal como nos dice San Juan evangelista y el amor es un bien espiritual, en el caso de Dios es Él, el Sumo bien, que tiene unas determinadas características, y una de ellas es la posesión. El amor es siempre posesivo, el amante desea poseer lo que ama. Dios nos ama y Él desea que nos integremos en su amor. Su amor por nosotros es incomprensible, el desea más que nosotros mismos nuestra eterna salvación y solo hay para nosotros, un camino para lograrla, que es amarle a Él, al menos con lo que nosotros somos capaces de darle, que son unas pobres migajas en comparación con lo que recibimos ya aquí abajo, y no digo nada acerca de lo que nos espera, allá arriba si es que vamos a ser capaces hasta el final quedarnos dentro del ámbito de amor del Señor.

         Por otro lado, el amor además de ser posesivo, tal como nos señala San Juan de la Cruz, el doctor del amor, la Iglesia, tiene tres escalones que nos conducen hacia un mismo fin, el de la unión con algo o con alguien, y estos escalones, son la tendencia a la semejanza, la imitación y la unificación, con el amado que en este caso, considerando el orden de lo espiritual, sería con Dios. Más se hace semejante a Dios el que más le imita. Para el gran San Agustín, toda la vida sobrenatural nuestra consiste en convertirnos en Cristo, mediante la imitación Para Jean Lafrance: “La verdadera identificación con Cristo es interior, es decir, se sitúa más allá de la vida moral, de la conciencia, de los sentimientos y de las facultades de conocimiento y voluntad. Es ante todo la invasión de nuestro ser por la persona de Jesús”. Y añade Jean Lafrance: “Todo hombre de oración está llamado un día u otro a seguir al cordero al Calvario, y, con todos los Abel y Job de la tierra, orar allí con lágrimas”.

       Y Juan Pablo II nos decía: “Recordad siempre que Cristo es el Hombre nuevo; sólo a imitación suya pueden surgir los hombres nuevos. Él es la piedra fundamental para construir un mundo nuevo. Solamente en Él encontraremos la verdad total sobre el hombre, que le hará libre interna y externamente en una comunidad libre”.

     Pero para imitar debidamente, además de amar necesitamos algo más, ese algo más es el conocimiento del objeto de nuestra imitación, si no conocemos no podemos imitar y si no imitamos no amamos. Charles  Foucauld decía: “Fuera de su imitación no hay perfección. Y tú muy especialmente, su imitación es tu vocación, tu deber, tu obligación todos los momentos de tu vida. Su imitación se ha puesto para ti en todo tiempo a la cabeza de todas tus elecciones, en todos tus retiros, está a la cabeza de tu vida. Jesús te ha establecido para siempre en la vida de Nazaret”. Si queremos convertirnos en auténticos hijos de Dios por adopción, hemos de conocerle e imitarle y asó lo hacemos, entonces el Padre podrá ver  y amar en nosotros, lo que ve y ama en Cristo.

     Termino con un pensamiento del dominico teólogo Reginald Garrigou-Lagrange que se pregunta: “Qué se requiere por nuestra parte para que la vida de Cristo en nosotros sea una realidad operante? En primer lugar, conservar esta verdad presente en la memoria, decirse frecuentemente a si mismo: “Cristo quiere vivir en mí, orar, amar, obrar y padecer en mí”. Si así lo hacemos depondremos espontáneamente al hombre viejo con sus deseos desordenados, bajos, ruines, para albergar en nuestro corazón los mismos deseos de Cristo”.

       Dichoso será el que de nosotros, algún día pueda llegar a decir como San Pablo: "…y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gal 2,20).

          Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

          Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

            La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.

       Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

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