Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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La libertad, Sancho...

por Sólo Dios basta

Santa Teresa de Jesús era una empedernida lectora de todo tipo de libros. No se puede entender su vida y su obra sin la base de los libros. De unos y de otros bebe para tener una buena base de formación o instrucción, como queramos llamarlo; también para encontrarse con Dios, la Virgen y los Santos, y no sólo esto que no es poco, sino que además toma imágenes y escenas que sirven de trama muchas veces para transmitir su vivencia del Dios vivo que habita en ella y al que ella tanto ama.

Empezamos por lo fundamental en la vida de Santa Teresa y de toda persona. Lee porque con la lectura se abre al saber, a la cultura, a lo que desconoce y ansía comprender y además quiere que todas sus monjas lean y tengan buena base en su formación. No es un puro deseo de monja fundadora de conventos y de una nueva orden en la Iglesia, el Carmelo Descalzo, sino que es uno de los pilares de la vida carmelitana ya que en las Constituciones que deja por escrito para el buen discurrir de sus monasterios llega a decir lo siguiente: “Tenga cuenta la priora con que haya buenos libros en especial Cartujanos, Flos Sanctorum, Contemptus Mundi…” (Constituciones II, 7) Estos libros podemos considerarlos como libros de formación básica para cualquiera que quiere seguir de verdad a Dios. Aquí está el fundamento esencial para emprender un camino: conocer la vida de Cristo (Cartujanos), de los Santos (Flos Sanctorum), y el modo de aplicarlas a nuestra propia vida (Contemptus Mundi = La imitación de Cristo. Kempis)

La lista sigue y añade libros de vida espiritual que alimentan, como ella dice, el alma como el comer para el cuerpo, pero más que títulos recomienda autores de su época, grandes maestros del espíritu de aquel tiempo y también de nuestros días. Recomienda los de fray Luis de Granada y de San Pedro de Alcántara. Se refiere a los Tratados de oración y meditación sin duda. ¡Cuánto bien hicieron al alma de Santa Teresa y lo hacen a los que los leemos hoy! Nos meten de lleno en el encuentro directo con Dios de un modo único porque es vida y la vida contagia y lo que contagia se transmite. La lectura espiritual es algo que no puede faltar; si no, el alma se seca. Ella misma nos habla de otros libros de vida espiritual que han marcado su vida en momentos clave como por ejemplo su proceso de conversión con las Confesiones de San Agustín, y en gran medida su modo de oración toma un fuerte impulso a partir de la lectura del Tercer Abecedario de Francisco de Osuna y los Morales de San Gregorio que es un comentario al libro de Job.

Bebamos de estos libros y de los mismos de Santa Teresa que nos ofrecen un modo de vida de oración, de vida cristiana, de conocimiento de uno mismo, de apertura a la providencia de Dios, de vivir en el amor, el desasimiento de todo y la humildad entre otros muchos puntos de vida espiritual, que nos ayudan como los que ella mismo lee a lo largo de su vida; son el agua que refresca y da vida al que se acerca a ellos un día y otro.

Además en ellos también nos encontramos con una Santa Teresa que recuerda sus años de infancia donde la lectura de los libros de caballería es una de sus pasiones. El gusanillo de estas lecturas de recreo lo toma de su madre sin que lo supiera su padre y así nos lo recuerda con todo su desparpajo: “Parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo lo que en esto me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento” (Vida 2,1).

Pues bien, sin estas lecturas ajenas de la vida espiritual y formativa no tendríamos hoy esos textos llenos de aventuras, de batallas de soldados que nos recrea en el Camino de perfección o de ese Castillo interior que tiene muchas moradas y en la principal de todas nos espera el rey del castillo que no es otro que el mismo Dios. Ella aplica la lectura de novelas de fantasía de aquel momento a la vida espiritual. Son parte importante de su vida y también tienen que serlo de la nuestra. La lectura de novelas nos ayuda también a recrear nuestro día a día e irnos a otros países y épocas, conocer personajes singulares, dejarnos llevar por la imaginación y pasearnos fuera de nuestros hogares en esta época que nos toca vivir sin poder salir de casa. Las novelas nos prestan ese pasaje al exterior para poder estar fuera todo el tiempo que queramos mientras leemos con calma un libro de estos que nos alegran el día. Y por poner un ejemplo vamos al que todos deberíamos leer en algún momento sino lo hemos hecho ya: Don Quijote de la Mancha.

Esta obra maestra del gran autor Miguel de Cervantes va mucho más allá de una simple novela. No entro a lo que se refiere en cuanto a la obra en sí en sus diversas perspectivas. Me refiero a que este libro, y el jueves fue el día del libro, precisamente en recuerdo de la muerte de Cervantes (22 de abril de 1616), contiene los tres tipos de lectura que arriba se presentan: formativa, espiritual y recreativa.

Si leemos las aventuras de Don Quijote y Sancho estamos leyendo una novela que nos recrea, nos alegra, nos entretiene como pocas encontraremos en nuestra vida. No hace falta decir más, bueno sí, los que piensen que exagero que la lean.

A la vez nos estamos formando, estamos conociendo de un modo muy directo y sencillo la España del barroco, un país, una época, un modo de vida, mejor dicho muchos modos de vida concretos dentro de una misma época y país según aparecen personajes de todo tipo que son reales en ese momento de la historia. Incluso conocemos el modo de hablar que no es del todo el mismo que el nuestro de hoy, es lo que se conoce por el castellano antiguo, que de paso nos ayuda a leer mejor a los grandes espirituales como los que hemos citado antes que escriben en este mismo estilo.

Leer El Quijote es entrar en nuestra vida interior para saber cómo caminar sin perdernos por otros caminos que parecen mejores pero no llevan a lo verdadero propio de toda persona humana que es el ejercicio de la virtud. Así Don Quijote da unos consejos a Sancho cuando lo van a nombrar gobernador: “Si tomas por medio la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que nacieron príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale” (XLII, 2). Es dejarnos llevar por la providencia divina en todo momento y más aún ahora cuando parece que todo son desgracias y perdemos las batallas, no hay salida, todo es dolor, no se entienden nada y no encontramos respuestas.

Cervantes muestra la intervención providente de Dios en la vida de los hombres en muchas ocasiones a lo largo de su obra. Nos bastan dos ejemplos. Sancho se queja porque le han robado las alforjas tras una de las aventuras y Don Quijote contesta: “Dios que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando tan en su servicio como andamos; pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua; y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos” (I, 18). Tras una derrota en la batalla le dice de nuevo: “Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos; y de aquí viene lo que suele decirse, que cada uno es artífice de su ventura” (II, LXVI). Y es descubrir la libertad que nace de todo esto y que es la que nos abre a seguir siempre adelante pase lo que pase, porque somos hijos de Dios y sabemos que la libertad que nos da Dios no se puede encontrar en ningún otro lugar ni experiencia; es llegar a lo más alto donde se experimenta el amor del Padre que no busca sino la salvación de todos sus hijos y el bien de todos ellos. Tras unas aventuras en un castillo dice Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (II, LVIII).

La fiesta del libro nos brinda una oportunidad preciosa para descubrir cómo aprovechar bien el tiempo y leer libros que nos formen en el ejercicio de las virtudes para actuar siempre con correcta conducta; que nos ayuden a profundizar en la vida espiritual para saber que Dios siempre está con nosotros aún en los momentos más oscuros de nuestro vivir y que nos dan libertad total (humana, espiritual y social) para poder salir de nuestra casa cuando queramos, sin que nadie nos diga nada y sin límite de tiempo siendo así las personas más felices del mundo mientras releemos eso que dice Cervantes: “La libertad, Sancho…”

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