¿Qué es la Cruz?
Hace tiempo que me vengo haciendo esta pregunta; ¿Qué es la cruz? Se lo he preguntado a muchas personas. Unas me daban respuestas intelectuales, otras sentimentales y otras me decían que no sabían. Una respuesta frecuente era: “¿Pero de verdad que no sabes qué es la cruz? ¡No me puedo creer que precisamente tú no sepas qué es la cruz!”. Pues no, no terminaba de encontrar la respuesta. No era ni por falta de lectura ni por falta de estudio, lo que yo buscaba no era una respuesta intelectual, tampoco sentimental, era otra cosa, algo que me convenciera de que la cruz es realmente ese “tesoro escondido” por el que merece la pena vender todo lo que uno tiene.
Dice el diccionario de la Real Academia Española que la cruz es una “figura formada por dos líneas que se atraviesan o cortan perpendicularmente”, o un “patíbulo formado por un madero hincado verticalmente y atravesado en su parte superior por otro más corto, en los cuales se clavaban o sujetaban las manos y pies de los condenados a este suplicio”. Obviamente ninguna persona, en su sano juicio, quiere abrazar un trozo de madera y mucho menos que le claven en él. Entonces, ¿qué es la cruz? Pues hace poco por fin encontré la respuesta.
La Cruz que yo tanto anhelaba conocer se escribe con mayúscula porque no es un mero objeto, sino que es el patíbulo sobre el que Cristo pacientemente me espera, a mí y a ti. Cuando el cristiano abraza la Cruz no abraza un trozo de madera, sino que abraza al Crucificado, abraza a Cristo. Pero claro, el Cristo de la cruz es un Cristo humillado, escupido, traicionado, abofeteado, maltratado… Un Cristo que se ha despojado de todo; de su condición divina, de su grandeza, de su poder…, de todo menos de su Amor. Y todo esto para poder abrazarme en mi pobreza, de pobre a pobre, a ti y a mí.
La cruz no es nuestro marido, ni nuestro jefe, ni nuestra suegra, ni el ladrón que nos ha robado, ni siquiera hacienda… La cruz es el lugar donde nos espera el Crucificado. Y aquí está el problema. Que, para poder abrazar al Crucificado, es necesario despojarse de todo aquello que nos lo impide: nuestro ego, nuestros grandes méritos, nuestros grandes logros, nuestras absurdas riquezas… Y, mientras tanto, Él me espera en silencio, ansiando el abrazo, a ti y a mí. ¿Por qué Cristo quiere abrazarnos? Porque nos ama, sí, pero no solo eso. Porque quiere dárnoslo todo, su gloria, sus méritos, sus dones… y solo podremos recibirlos si nos mostramos pobres y necesitados ante Él. Cristo quiere entregarnos su Espíritu, entregarnos a su Padre, entregarnos a su Madre, entregarse a Sí mismo, de forma que podamos vivir habitados por Él y decir junto a San Pablo: “Vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Ga 2,30). Solo si somos capaces de abrazar a Cristo en nuestra pobreza, seremos capaces de ver a Cristo en la pobreza del hermano y así podremos abrazarle y amarle en Cristo en vez de girar la cara y mirar hacia otro lado esclavizados por nuestro arrogante ego.
¿Cómo se consigue esto? Esto es un proceso en el que se avanza a través de los sacramentos, la oración… Pero ante todo leyendo, meditando y rumiando la Palabra de Dios, porque “En las Sagradas Escrituras, el Padre que está en los cielos, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” . Por eso este blog pretende escudriñar la Palabra de Dios, para que podamos abrazar al Crucificado, de pobre a pobre, y así poder resucitar con Él.
Beatriz Ozores