Preguntamos a Jesús: Maestro, ¿qué he de hacer...?
por Un obispo opina
Puesto que la fe supone unas exigencias en nuestra manera de obrar, le preguntamos a Jesús como aquel joven del evangelio: “Maestro, ¿qué he de hacer para conseguir vida eterna? Él le dijo: … si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. ¿Cuáles? le pregunta él. Y Jesús dijo: « No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En la respuesta de Jesús, aquello de “como a ti mismo” es ya propio del Nuevo Testamento.
Este episodio está puesto entre otros dos, también importantes.
Acababa de decir Jesús: "el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc. 10, 1415). Y en el episodio siguiente, cuando Jesús habla de la dificultad que tienen los ricos para entrar en el Reino, los apóstoles "se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar? Jesús, mirándolos fijamente, dice: « Para los hombres es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios." (Mc.
10, 26-27).
Jesús no niega la dificultad, sino que apunta a la posibilidad. Ante la dificultad, la confianza: lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Estamos de lleno dentro de la Ley Nueva de Gracia.
Al descubrir el amor de Jesús, los que creemos en Él ya no tenemos más opción que el seguimiento, la imitación y la identificación con Él, con todas las exigencias y con todo el gozo que esto lleva consigo. Pero la posibilidad de que eso sea una realidad, ya no es obra nuestra; nos viene dada como regalo; es gracia de Dios. Aquí es donde entra en juego la acción definitiva de Dios por medio del Espíritu. Nuestra responsabilidad está en aceptar.
La única manera de entender esta Nueva Ley de Gracia, es entrar en el clima de amor, propio del Nuevo Testamento: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (1Jn. 4, 8). En esto consiste la Nueva Ley, en volcarse en el amor tal como hizo Jesús. Por eso, la Nueva Ley consiste en la imitación de Jesús.
Después de decirnos Jesús que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, nos dará su gran mandamiento del amor: "Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn. 13, 34). Casi nada.
Los capítulos quinto y sexto de San Mateo vienen a ser un resumen de estas exigencias y del estilo nuevo de vivir el amor, tratando de "agradar al Padre", sin más. Estos dos capítulos son un canto al nuevo estilo con que hay que vivir la caridad, el perdón, la castidad, la fidelidad matrimonial, la religiosidad, la oración, el ayuno, la pobreza, la seguridad ante el futuro... todo. Hay que tener confianza en el Padre y dejarle actuar.
Nada de moral de cumplimiento. Nuestra moral es una moral de amor y de agradecimiento al Padre que nos ha manifestado su amor dándonos a su Hijo como amigo y hermano, quien se entregó por nosotros hasta la muerte. Es la moral del amor por el amor. Ahí no hay límites; no los ha habido en Dios hacia nosotros, y no debe haberlos en nosotros hacia Dios.
El fruto de este amor es la belleza del mismo amor, la belleza de la moral evangélica, la belleza del amor de Jesús y de tantos seguidores como ha tenido a través de la historia. Éste debe ser también el estilo de nuestro amor. Como decía San Bernardo: “El amor basta por sí solo, satisface por sí solo. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. Amo porque amo, amo por amar (Oficio lect. 20 de Agosto).
La plenitud del amor la realizó Jesús en la cruz y me invita a realizarla en la cruz de mi vida. En relación con el Padre, obediencia plena: "No se haga como yo quiero sino como tú" (Mt. 26, 39); y en la relación con los hombres, hasta dar la vida por cualquiera: "Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre" (Jn. 10, 18). ¿No es eso lo que hicieron San Maximiliano Kolbe en un campo de concentración nazi, y otros muchos a través de la historia en distintas situaciones?
La referencia al Padre es una constante en el sermón de las bienaventuranzas; y su mandamiento de amar al prójimo tiene como punto de referencia, su propio amor: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn. 13, 34).
Lo nuevo en nuestra moral es el "como yo"; desde ahí se me abre el camino del amor incondicional, ya que incondicional fue el amor de Jesús.
ORACIÓN
¿Qué he de hacer, Padre, para imitar a tu Hijo, para amarle a Él y para amar como Él? ¿Cuándo seré consciente de que me amas con locura, y me echaré en tus brazos de Padre, y te dejaré hacer de mí y en mí lo que quieras, sabiendo, además, que lo que quieres es que me parezca lo más posible a tu Hijo Jesús?
Dame tu Espíritu para que me enseñe lo que Jesús dijo, para que me ayude a pronunciar desde dentro de mí, la palabra "Padre"; para que me haga sentirme hijo querido y amado; y para que me ayude a preocuparme no tanto por hacer las cosas concretas que debo hacer, cuanto por agradarte y complacerte lo más posible al hacerlas.
José Gea
Este episodio está puesto entre otros dos, también importantes.
Acababa de decir Jesús: "el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc. 10, 1415). Y en el episodio siguiente, cuando Jesús habla de la dificultad que tienen los ricos para entrar en el Reino, los apóstoles "se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar? Jesús, mirándolos fijamente, dice: « Para los hombres es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios." (Mc.
10, 26-27).
Jesús no niega la dificultad, sino que apunta a la posibilidad. Ante la dificultad, la confianza: lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Estamos de lleno dentro de la Ley Nueva de Gracia.
Al descubrir el amor de Jesús, los que creemos en Él ya no tenemos más opción que el seguimiento, la imitación y la identificación con Él, con todas las exigencias y con todo el gozo que esto lleva consigo. Pero la posibilidad de que eso sea una realidad, ya no es obra nuestra; nos viene dada como regalo; es gracia de Dios. Aquí es donde entra en juego la acción definitiva de Dios por medio del Espíritu. Nuestra responsabilidad está en aceptar.
La única manera de entender esta Nueva Ley de Gracia, es entrar en el clima de amor, propio del Nuevo Testamento: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (1Jn. 4, 8). En esto consiste la Nueva Ley, en volcarse en el amor tal como hizo Jesús. Por eso, la Nueva Ley consiste en la imitación de Jesús.
Después de decirnos Jesús que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, nos dará su gran mandamiento del amor: "Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn. 13, 34). Casi nada.
Los capítulos quinto y sexto de San Mateo vienen a ser un resumen de estas exigencias y del estilo nuevo de vivir el amor, tratando de "agradar al Padre", sin más. Estos dos capítulos son un canto al nuevo estilo con que hay que vivir la caridad, el perdón, la castidad, la fidelidad matrimonial, la religiosidad, la oración, el ayuno, la pobreza, la seguridad ante el futuro... todo. Hay que tener confianza en el Padre y dejarle actuar.
Nada de moral de cumplimiento. Nuestra moral es una moral de amor y de agradecimiento al Padre que nos ha manifestado su amor dándonos a su Hijo como amigo y hermano, quien se entregó por nosotros hasta la muerte. Es la moral del amor por el amor. Ahí no hay límites; no los ha habido en Dios hacia nosotros, y no debe haberlos en nosotros hacia Dios.
El fruto de este amor es la belleza del mismo amor, la belleza de la moral evangélica, la belleza del amor de Jesús y de tantos seguidores como ha tenido a través de la historia. Éste debe ser también el estilo de nuestro amor. Como decía San Bernardo: “El amor basta por sí solo, satisface por sí solo. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. Amo porque amo, amo por amar (Oficio lect. 20 de Agosto).
La plenitud del amor la realizó Jesús en la cruz y me invita a realizarla en la cruz de mi vida. En relación con el Padre, obediencia plena: "No se haga como yo quiero sino como tú" (Mt. 26, 39); y en la relación con los hombres, hasta dar la vida por cualquiera: "Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre" (Jn. 10, 18). ¿No es eso lo que hicieron San Maximiliano Kolbe en un campo de concentración nazi, y otros muchos a través de la historia en distintas situaciones?
La referencia al Padre es una constante en el sermón de las bienaventuranzas; y su mandamiento de amar al prójimo tiene como punto de referencia, su propio amor: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn. 13, 34).
Lo nuevo en nuestra moral es el "como yo"; desde ahí se me abre el camino del amor incondicional, ya que incondicional fue el amor de Jesús.
ORACIÓN
¿Qué he de hacer, Padre, para imitar a tu Hijo, para amarle a Él y para amar como Él? ¿Cuándo seré consciente de que me amas con locura, y me echaré en tus brazos de Padre, y te dejaré hacer de mí y en mí lo que quieras, sabiendo, además, que lo que quieres es que me parezca lo más posible a tu Hijo Jesús?
Dame tu Espíritu para que me enseñe lo que Jesús dijo, para que me ayude a pronunciar desde dentro de mí, la palabra "Padre"; para que me haga sentirme hijo querido y amado; y para que me ayude a preocuparme no tanto por hacer las cosas concretas que debo hacer, cuanto por agradarte y complacerte lo más posible al hacerlas.
José Gea
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