Bondad de la compunción
El remordimiento siempre te perseguirá. Decía San Agustín: “Aunque huyas del campo a la ciudad, o de la calle a tu casa, para buscar incluso en ella algún lugar retirado, allí te seguirán tus penas. De tu habitación no te queda otro lugar donde huir sino a tu corazón”.
¿Y que es el remordimiento? Son varias las definiciones que se pueden encontrar sobre el remordimiento, la más simple es la que define el remordimiento, como una inquietud o pesar con perdida de la paz interior, que nace en el alma humana como consecuencia de una ofensa perpetrada al Señor. El remordimiento se puede dar tanto en una persona creyente, como en otra no creyente, porque ambas tienen su alma impregnada por la Ley moral de Dios y ambas saben bien lo que es correcto y lo que no lo es en la actuación humana.
No es el acto humano, el responsable de la bondad o maldad de nuestros actos, en todo caso será un responsable indirecto, porque la responsabilidad directa, recae en el mecanismo mental anterior que partiendo de un deseo, pone en marcha nuestra voluntad que ejecuta el acto. Ejecutado el acto, nuestra conciencia, que previamente avisó antes de la ilicitud del acto que se va a ejecutar, ahora sentencia la maldad del acto y es entonces cuando nace el remordimiento, pero el proceso no acaba aquí, porque puede continuar con el arrepentimiento y la búsqueda del perdón divino acudiendo al sacramento de la penitencia y también el perdón humano si es que procede.
Para Fulton Sheen, el remordimiento es el negativo de la presencia de Dios en el alma, así como la gracia es su presencia positiva. El remordimiento es algo incompleto porque es una insatisfacción propia, divorciada de Dios; más puede tornarse arrepentimiento y luego esperanza, en el momento en que el alma se vuelve hacia Dios y pide ayuda…. Pero una vez que se entra en relación con Dios, la miseria del remordimiento se transforma en arrepentimiento del pecado.
Es frecuente valorar de forma igual o similar, el remordimiento y el arrepentimiento, así en el Kempis podemos leer: “La compunción o remordimiento y el arrepentimiento, son una llave que abren la puerta para descubrir muchos bienes espirituales, que pueden malograrse tan pronto como actúen la dejadez y la soltura de la vida relajada”.
Con el fin de clarificar las ideas, es de ver, que dentro del estado de gracia en el alma humana, existen unas diferencias de nivel. Es decir, unas almas están más cerca de Dios que otras porque aman más. Pues bien, este estado de gracia también sabemos, que puede desaparecer si matamos nuestra alma con la comisión de un pecado mortal. Y a partir de aquí, si tenemos primero remordimiento y después el arrepentimiento, y más tarde la formalización del arrepentimiento con la confesión. Y es con la aplicación de este sacramento de la penitencia, como recuperaremos el estado de gracia anterior a la comisión del pecado, que mató nuestra alma, y una vez más se demuestras la generosidad divina para con nosotros, pues siempre recuperaremos el mismo nivel de amistad con el Señor, del que antes disponíamos. En otras palabras, por medio de la posterior confesión sacramental, recuperamos las gracias perdidas, pero no las aumentamos.
El título de esta glosa nos menciona los términos remordimiento y compunción, que para muchos son equivalentes. Pero conviene distinguir, teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí, entre la compunción anterior y la posterior a la confesión sacramental La primera clase de compunción esta unida al remordimiento, por lo que hay quienes no distinguen entre remordimiento y compunción, en esta primera fase anterior a la confesión. Después de la confesión y el perdón obtenido por medio de ella, el remordimiento ha cesado por el efecto de la gracia sacramental de la confesión. Por lo que es de ver, que existe una compunción anterior a la de confesión y otra posterior. Aunque los pecados de uno hayan sido perdonados, la compunción no cesa en el alma. Esta clase de compunción es verdaderamente saludable, pues ella es una predisposición que obtenemos para ser fuente de gracias divinas, en razón del dolor que nos produce el remordimiento de nuestros pasados pecados.
Es un estado del alma, que al sentir esta, remordimiento y dolor por las faltas o pecados ya perdonados, se acerca más al amor a Dios, y ello la predispone al alma, a poder adquirir nuevas gracias que aumenten su nivel de vida espiritual. La compunción es pues, la puerta que se nos abre, al derribar nuestras barreras interiores, para llegar con más amor al encuentro con el Señor. Y este es el “animi cruciatus” o “compuctio cordis” que se nos menciona en el parágrafo 1.431, del Catecismo de la Iglesia católica”.
La compunción posterior a la confesión, para Thomas Merton, es simplemente, un reconocimiento de nuestra indigencia y frialdad, así como de nuestra necesidad de Dios. Supone la fe, el pesar, la humildad y, sobre todo, la esperanza en la misericordia de Dios. Para un hombre sin compunción, la oración es un trámite frío, en el que uno se centra en sí mismo, pero para quien tiene este sentimiento, la oración es un acto vivo que le pone cara con cara con Dios en una relación de yo-tu que no es imaginaria sino real espiritual y personal; y el fundamento de esta realidad es el sentimiento de nuestra necesidad de Dios, junto con la fe en su amor por nosotros.
Todos hemos sentido con más o menos intensidad el remordimiento y la compunción de un lado y el arrepentimiento y la contrición de otro, pues todos en mayor o menor grados hemos sido pecadores, y es mas, no tenemos garantía alguna de no volver a serlo. Y todo este mecanismo de situaciones en las que se desenvuelve el alma humana, nos da fe de varias cosas. La primera de ellas es nuestra diferencia con los animales. Un perro, por ejemplo, cuando muerde a alguien, ni tiene remordimiento de haber mordido ni tampoco siente la necesidad de arrepentirse, lo que lógicamente nos hace llegar a la conclusión de que los animales no tienen alma, aunque una vez Juan Pablo II, aludiese a la existencia de un soplo divino en los animales, sin que esto se pueda interpretar como que los animales tienen alma. Solo el Ser humano está dotado de alma inmortal.
No es tema de esta glosa, pero eh aquí, un argumento más, de los muchos que existen y abonan la existencia de Dios, para aquellos que no quieren aceptarla.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
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