Ir a contracorriente por vivir la propia fe. BXVI

«El cristiano no debe tener miedo a ir a contracorriente por vivir la propia fe, resistiendo la tentación de uniformarse». 

Ser cristiano en la sociedad postmoderna del siglo XXI es todo un reto. Un reto que nos lleva a reflexionar sobre la manera en que somos cristianos y si ser cristianos es algo que se nos nota.  El Papa señala la tendencia a uniformarnos y así pasar desapercibidos. El cristianismo que se guarda para la intimidad y que ni siquiera allí se hace presente. De hecho esto es lo que nos venden continuamente los promotores del laicismo y parece que nos lo estamos creyendo. 

«Creer en Dios nos hace portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento, nos pide adoptar criterios y asumir comportamientos que no pertenecen al modo de pensar común». 

Ser cristiano no está de moda. No constituye un mérito social, sino más bien todo lo contrario. ¿Qué valores propugna nuestra sociedad? Podemos hablar de la avaricia, el egoísmo, la ideología de género, el agnosticismo acomodaticio y el olvido de Dios. Si alguien se atreve a hablar en público contra estos ídolos postmodernos, fácilmente se indicará que debiera de callarse o se le podrá un bozal. Quien defiende la ley natural como elemento fundamental para ordenar nuestra vida, se le titulará de enemigo de tal o cual colectivo. Pero todo esto ocurre porque Dios ha desaparecido de nuestra sociedad. 

«Dios se ha convertido en el gran ausente y en su lugar hay muchos ídolos» 

Podríamos hablar de muchos ídolos contemporáneos, pero el Papa señala dos que son especialmente relevantes: los «progresos de la ciencia y de la técnica», que siendo incluso positivos «han inducido al hombre a una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia»; o el creciente egocentrismo que «ha creado no pocos desequilibrios en el seno de las relaciones interpersonales y de los comportamientos sociales». 

La ciencia y la técnica son herramientas que utilizamos para conquistar espacios antes impensables. Estas herramientas sólo pueden llegar a modificar aspectos de nuestra vida, pero unca podrán darnos sentido como seres humanos. Seguramente nos reiríamos de alguien que se agachase para adorar a un destornillador, pero curiosamente confiamos en que la ciencia  haga posible todo aquello que naturalmente no podríamos conseguir. No podemos desdeñar los avances que nos permiten vivir más y mejor, pero en paralelo al aumento de la esperanza de vida y de su calidad, los números de suicidios crecen. Las sociedades crean leyes que fomentan el aborto y la eutanasia. Hay algo que falta en toda esta ecuación. Si estamos mejor de nunca, por qué nos suicidamos con tanta fecuencia y asesinamos a las personas con las que convivimos. 

Hacernos sentir omnipotentes y autosuficientes representa el gran engaño del enemigo. "ser como Dios" fue la tentación que conveció a Adán y Eva. Quien no necesita de nada ni de nadie, puede olvidarse de Dios, de sus hermanos y de todo lo que le parezca desagradable. Pero sin Dios y sin las personas que están junto a nosotros. ¿Quiénes somos?  A lo sumo una anomalía de tipo existencialista. 

Benedicto XVI nos animó a seguir a Dios "sin miedo", un camino que muchas veces "es difícil, que conoce la muerte, pero que se abre a la vida, transformando la realidad y que sólo los ojos de la fe pueden ver y gustar en total plenitud". 

Sólo los ojos de la fe pueden ver el camino y guiarnos en la oscuridad que nos rodea. En el camino, colaborando con la Voluntad de Dios, encontraremos nuestro sentido y disfrutaremos de una plenitud que nadie más que el Señor puede darnos.