La unidad interna y externa de la Iglesia
La unidad interna y externa de la Iglesia
Esta semana de oración por la unidad de los cristianos es un buen momento para preguntamos qué es la Iglesia. Oyendo las respuestas, nos damos cuenta que no encontramos una voz unánime que nos haga sentirnos unidos.
Utilicemos un símil para entender a qué nos referimos. Cristo es el Capitán de una Barca que llamamos Iglesia. El Espíritu Santo sopla en las velas para sacarnos de los bajíos y sortear tormentas. Los que estamos dentro de la Barca, ayudamos a su mantenimiento y tendemos las manos a aquellas personas que están dispersas por el mar.
¿Quien nos salva? Sin duda Cristo nos salva, pero es a través de su Iglesia como la salvación se hace presente en el mundo. Los que estamos en la Barca, colaboramos con nuestras humildes fuerzas, a hacer posible que la Barca navegue y recoja a más y más náufragos. Sin dudas hay otras barcas que siguen a la gran Barca de Cristo, pero en la dispersión perdemos fuerza y credibilidad.
Dentro de la Barca hay quienes no están de acuerdo con el plan y quieren crear otras barcas y para ello arrancan las maderas, produciendo estragos que llevan a muchas personas a caer al agua de nuevo. Estas barcas separadas no dudan en enfilar horizontes diferentes, ya que es la manera de legitimar su actitud. Hay quienes se pelean por los tablones y crean desagradables motines internos. Gracias a Dios, la Barca está capitaneada por Quien no equivoca el rumbo y es capaz de sobrellevar todo este tipo de peleas internas. La Barca está hecha de un material que no se hunde, incluso cuando se producen huecos bajo la línea de flotación. Cuando uno de estos huecos se convierte en peligroso para los que estamos dentro, el Capitán manda a un grupo de reparadores, llamados Santos, que son capaces de cerrar cualquier vía de agua.
Saliendo el símil de la Barca, podemos decir que el problema de la unidad de los cristianos es también el problema del entendimiento de la Iglesia. Unos quieren transformarla por fuera, según su entendimiento y deseos. Otros quieren que todo siga igual sin que exista renovación. Lemas como “otra iglesia es posible”, nos llevan a preguntarnos ¿Cuántas iglesias pueden ser posibles? La respuesta es simple: una por cada cristiano.
Podríamos pensar en muchas soluciones humanamente aceptables para conformar una sola iglesia. La más sencilla es aceptar que ya existe unidad sin que realmente exista. No se trata de conseguir una confederación de iglesias dotada de cierta coordinación jerárquica. ampoco se trata de imponer una visión eclesial a las demás, ya que la verdadera unidad se conseguirá cuando todos nos sintamos incluidos sin imposiciones externas. Se trata de conseguir reintegrar una única Iglesia, universal, capaz de acogernos a todos.
También tenemos problemas de separación interna. Se trata de grupos que no rompen institucionalmente con la Iglesia, aunque no viven en total comunión con Ella. Existen cismas ocultos que resquebrajan la unidad y causan mucho sufrimiento.
También existen cismas personales, que hacen que determinadas personas se sienten alejadas de los demás. Esta actitud lleva a verse como vñictimas y creer que son los demás quienes les separan de ellos.
Después de tantos siglos de disputas y separaciones, se impone la oración continuada a Dios como único camino para lograr guiar nuestros pasos con paciencia humildad y sobre todo, con esperanza. En eso estamos en esta semana tan especial. No dudemos en orar por la unidad.