Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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Beato José María Peris (1)

por Victor in vínculis

El Operario Diocesano Juan de Andrés Hernansanz publicó en 1990 el libro “Testigos de su sacerdocio”. Cinco años después, el 1 de octubre de 1995, el Beato Juan Pablo II elevaba a la gloria de los altares a un grupo de religiosos mártires en la persecución religiosa española. Desde 1987, era la sexta beatificación de mártires, y fueron 45 en total: el Obispo de Teruel y su vicario general, tres Marianistas de Alarcos (Ciudad Real), trece Escolapios, nueve sacerdotes Operarios, 17 religiosas de la Doctrina Cristiana de Valencia y un laico, también valenciano.
Este era un primer grupo de nueve beatificados, sobre un total de treinta sacerdotes de la Hermandad. El martirologio de los Operarios escrito por Juan de Andrés dedica el capítulo noveno al rector mártir del Seminario de Barcelona. De “Don José María Peris Polo. Seducido por lo sacerdotal” tomamos estas páginas.
 
De la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.
José María nació en Cinctorres, provincia de Castellón y diócesis de Tortosa, el día 1 de noviembre de 1889, a las tres de la madrugada. Pertenecía a una familia de condición humilde. Su mayor riqueza era la bondad, además poseía una inteligencia privilegiada. Tenía fama de niño muy bueno. Y desde esa edad también tenía afición a la música. Son las tres características que destacarán en su vida: piedad profunda, estudio constante, músico virtuoso.
Ingresó en el Colegio de San José de Tortosa el año 1900, cuando tenía once años. Desde muy pequeño manifestó su deseo de ser sacerdote. Aprovechó extraordinariamente en todo, particularmente en los estudios eclesiásticos. Fue un seminarista ejemplar y gozó de fama excelente, dentro y fuera del Seminario. Son muchos los testigos que insisten en que no pudo realizar sus estudios en Roma por falta de salud, que siempre fue muy precaria en él.
Realizó sus estudios en Tortosa y allí le confirieron todas las órdenes. Una vez ordenado de menores, fue admitido en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. El día 15 de agosto el prelado de Tortosa concedió sin dificultad el permiso para pertenecer a dicha Hermandad.
Quedó como formador en el Colegio de San José de Tortosa desde el curso 19121913. Recibió el subdiaconado el día 17 de mayo de 1913. El 19 de diciembre de 1913 fue ordenado diácono. Y el 6 de junio de 1914 recibió el presbiterado en Tortosa. Celebró su primera misa al día siguiente en el Colegio de San José de Tortosa. El 12 de agosto de 1914 emitió sus primeros votos trienales.
Durante cuatro cursos actuó como prefecto de disciplina en el Colegio de San José de Tortosa. El 1 de julio de 1914 fue enviado a Valencia para perfeccionar sus estudios de música bajo la dirección de don Vicente Ripollés.
 
Director del Colegio de Tortosa
Al comenzar el curso 19161917 don José María Peris fue nombrado director del Colegio de Tortosa. Durante diez cursos ejerció este cargo, y todos sus alumnos declaran que su gestión fue excelente. Se ganó el corazón de todos.

          
Se preocupó con excelente resultado de la formación litúrgica y musical. Trabajó con idéntico interés en la formación catequística de sus alumnos. De forma similar testifica el cardenal don Vicente Enrique Tarancón, también alumno del Beato: “Llamaba la atención la orientación sacerdotal de horizontes muy amplios en sus pláticas, realmente maravillosas; en la orientación del seminario; en el descubrir y perfeccionar las cualidades de cada uno de los seminaristas. Supo orientar muy sólidamente la piedad sacerdotal, basándose en la doctrina del Cuerpo Místico de Jesucristo, y destacando la exigencia de santidad que tiene la vocación sacerdotal, cosa no frecuente en España en aquellos tiempos”.
Todos sus seminaristas destacan muy en particular las conversaciones individuales con don José María Peris en la rectoral. Era lo que más impacto causaba y lo que más eficacia tenía. Fue digno de notarse su trato personal e individual con cada alumno. Los chicos salían de allí transformados.
Testifica don Vicente Lores:
Pero a lo que daba el siervo de Dios importancia trascendental y eficacia suma era a la conversación individual con el alumno en su despacho. Periódicamente y sin orden prefijado iba llamando a su habitación a los seminaristas para tratar con ellos todo lo concerniente a su familia, aprovechamiento en los estudios, dificultades que podían encontrar; pero sobre todo lo concerniente a su aprovechamiento espiritual y a su idoneidad sacerdotal”.
 
Haec est dies
Fue un compositor musical muy inspirado. Son muchas sus obras publicadas. Quizá la más conocida sea el “Haec est dies”, compuesta para la fiesta eucarística de las casas de formación.
Para componer esta pieza se inspiró de rodillas ante el sagrario, según declaran varios testigos. Convencido de la influencia que tiene la la liturgia y la música en la formación de los pastores compuso el libro “Prácticas litúrgicas”, que tanto ayudaron en la formación de los seminaristas.
El 12 de junio de 1922 fue a Barcelona don José María Peris para perfeccionar sus estudios musicales y ver los mejores medios para imprimir sus obras, ya preparadas, sobre música, meditaciones para seminaristas y alguna otra.
En su formación musical fue discípulo del maestro Felipe Pedrell, de Tortosa, en composición, armonía y contrapunto. Estudio también en Marendsous (Bélgica), en Solesmes (Francia) e incluso en Besalú, con los monjes occitanos de En Calcat, para perfeccionarse en el gregoriano.
 
Rector del Seminario de Córdoba
El 15 de agosto de 1926 registra en su crónica el Director General: “Al prelado de Tortosa, que está en el balneario de Alhama de Aragón, escribo la conveniencia de que el director del Colegio, don José María Peris, vaya al rectorado de Córdoba”.
El 27 de agosto de 1926 el Director General comunica a mosén Peris su nombramiento de rector del Seminario de Córdoba. Llegó a Córdoba el 14 de septiembre. Se dedica a alentar a todos a que no achiquen el corazón. Y poco a poco se va metiendo en la formación de sus alumnos. Un dato importante al finalizar el curso: “Hemos terminado el curso bien, y el señor obispo, ahora más atento y contento que nunca, a pesar de los presagios de tempestad supuestos por algunos”. Pero le esperaban días de prueba.
Terminó muy bien el primer curso. Pero el obispo, tan atento y contento al exterior, era un enigma. No podía menos de ver y palpar las extraordinarias cualidades pedagógicas, la santidad del rector de su Seminario; mas no olvidaba el resquemor que bullía en su corazón contra la Hermandad. Enfrentado con ella, siempre que podía, la perjudicaba.
 
Trabajando sin descanso
Al finalizar el año 1927 está preparando un volumen de Meditaciones y el Directorio de la Hermandad que le han encomendado. Por eso dice: “A pesar de mis vivos deseos, no sé cómo me va a ser posible este curso prepararme para grados. Aún no he podido mirar una letra”.
El 25 de febrero manda las Meditaciones, copiadas a máquina. “El trabajo que he puesto en estas Meditaciones es harto más de lo regular y bien superior a mis fuerzas. No sé el juicio que va a merecer, y, por si fuera desfavorable, ya tengo ofrecido al Señor el pequeño contratiempo que en esto pudiera sufrir... Continúo trabajando en la redacción del Directorio... También continúo repasando la teología”.
En la foto de la izquierdaCapilla del Seminario Conciliar. Trabajó denodadamente en Córdoba y logró mucho en medio de continuas y grandes tribulaciones.
Don José María Peris, en el trato personal con los seminaristas, había ganado su confianza, y la mayoría de ellos querían ser buenos de verdad. Más aún, estaban dispuestos a dar la cara por Cristo y por la Iglesia, a pesar de la oposición del prefecto de estudios, de un grupo de profesores y, solapadamente, del mismo prelado. En vista de la insolencia de los culpables, el Rector dijo al prelado que escogiera "entre los rebeldes o nosotros".
A fines del mes de junio de 1932 el señor obispo escribió a don Carmelo Blay diciéndole que los Operarios se retiraran de su Seminario. Poco antes había estado de visita en Córdoba el Director General y nada le había dicho. Después de la carta a don Carmelo envió comunicación al Director General de la Hermandad.
Pero el Señor Nuncio dijo que los Operarios no se retiraran. En la Sagrada Congregación de Seminarios tampoco lo autorizaban.
Mientras tanto, el siervo de Dios aguantando el calor del verano y el calor de aquella angustia: “Estamos aquí como quien espera que le llamen o le echen. Nuestra forzada permanencia en ésta se hace angustiosa”.
Por fin, el 15 de septiembre de 1932 don José María Peris hizo entrega del Seminario de Córdoba y respiró tras un calvario de dos meses y medio de amarguras.
 
Al Seminario de Barcelona
El Beato pasó unos meses en la casa central de Tortosa preparando la segunda edición de sus Métodos de solfeo y la primera de Canto gregoriano.
En el mes de enero de 1933 enfermó de algún cuidado el rector del Seminario de Barcelona, que hubo de marchar a su pueblo, y “en vista de que tardará mucho tiempo en reponerse y que el Seminario de Barcelona no puede ser gobernado a medias, después de visitar al enfermo y persuadirme de su estado fui a Barcelona a conferenciar con el señor obispo y, de acuerdo, dispusimos se encargara interinamente de aquella casa nuestro José María Peris, a quien tenía preparado de antemano”.
Testifica el padre Gabriel María Brasó, de Montserrat, que fue alumno de mosén Peris en el Seminario de Barcelona:
Transformó el Seminario. Cuando él llegó de rector, el Seminario de Barcelona atravesaba una fuerte crisis en todos los aspectos, particularmente disciplina, espíritu eclesiástico y piedad. Como prueba de ello aduzco que incluso en un periódico de izquierdas de Barcelona se publicaron al menos dos artículos firmados con el seudónimo “Un Seminarista”, contra los responsables del Seminario y el régimen del mismo. Incluso ante el Santísimo solemnemente expuesto en la capilla se realizaron actos colectivos de indisciplina”.
Dice el padre Brasó:
Los medios de que se valió fueron especialmente el conocimiento y trato personal con los seminaristas, la formación espiritual de los mismos, procurando inculcarles una profunda conciencia del estado eclesiástico y una sólida piedad teológica y litúrgica. Consiguió que los seminaristas desearan ir a su habitación y todos pasamos sistemáticamente por ella. Señaló unas horas cada día exclusivamente para ello, a pesar de tener tantas ocupaciones. Se ganó plenamente la confianza de los seminaristas”.
Todos los testigos que fueron alumnos suyos insisten en este medio de trato personal. Los alumnos eran 265.
 
Pláticas de formación
Se hicieron famosas las pláticas de mosén Peris sobre la espiritualidad sacerdotal. “Cada semana nos hacía al menos una plática, con temas interesantes, con una gran profundidad teológica. Eran muy prácticas”.
Sus seminaristas las recuerdan con cariño y veneración: “Se sirvió, para elevar el ambiente del Seminario, de pláticas magistrales periódicas, de profundidad teológica y de mucho sentido práctico”. “Con sus profundos conocimientos teológicos, litúrgicos y ascéticos orientó la mentalidad y la espiritualidad de los seminaristas. Además organizó unas series de conferencias para los ordenandos in sacris; las daba personalmente todas las semanas, versando un año sobre la espiritualidad del sacerdote y otro sobre la acción pastoral”.
El obispo mártir don Manuel Irurita le encomendó la clase de teología pastoral, y a través de ella “hizo vivir en un sentido eclesiástico y teológico la vida parroquial”.
Durante el curso 19331934 dictó “plática semanal a los teólogos sobre el ideal de perfección del sacerdocio; meditación, los domingos, a los teólogos y filósofos; plática a los teólogos y filósofos los días de retiro”. Organizó además excursiones pastorales de los alumnos del último curso dirigidas por el rector.
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