Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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Redentoristas mártires en Cuenca (1)

por Victor in vínculis

San Alfonso María de Ligorio nació en Marianella, Reino de Nápoles, el 27 de septiembre de 1696. De niño le visitó San Francisco de Jerónimo quien en una bendición anunció: “Este chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien”.  Como un caso excepcional, a los 16 años obtuvo con notas sobresalientes el grado de doctor en derecho civil y en derecho canónico. Tras recibir la ordenación sacerdotal, trabajó para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y fundó la Congregación del Santísimo Redentor (redentoristas). Escribió más de 111 obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología Moral, escrito entre 1753 y 1755 y Las Glorias de María, escrito en 1750. Su corazón de apóstol ardía siempre absorbido en Cristo. El fuego del celo se volvía día a día más ardiente. Fue elegido obispo de Sant’ Agata de’ Goti, pero, algunos años después, renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagani, Reino de Nápoles, el 1 de agosto de 1787.

Alfonso María de Ligorio adquirió fama de santidad ya en vida y pocos meses después de su muerte se inició su causa de canonización. Fue beatificado el 15 de septiembre de 1815 y canonizado por el papa Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839. En 1871, Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia. Es el único caso en que un santo recibió ese título a menos de un siglo de acaecida su muerte. En 1950, Pío XII lo proclamó patrono de los confesores, de los moralistas. Sobre estas líneas, altar con el cuerpo de Alfonso María de Ligorio, en la Basílica que lleva su nombre en Pagani.
 
Los redentoristas en España
Cuenca tiene un lugar preferente entre los recuerdos de los orígenes de la Congregación del Santísimo Redentor en España, ya que en un punto de la provincia, en Huete, tuvo lugar la primera fundación. Esa primera residencia redentorista desaparece con la revolución de 1868.
Cuando el ambiente vuelve a ser favorable, en los primeros días de febrero de 1895, los Redentoristas, se instalan en la capital, ocupando el convento e iglesia de San Felipe, en la parte alta de la ciudad. La actividad de la comunidad se repartía entre las misiones populares en la diócesis, los ejercicios espirituales, la predicación extraordinaria y las celebraciones en la propia iglesia de San Felipe.
En 1936, la comunidad redentorista estaba formada por ocho sacerdotes y cuatro hermanos coadjutores. El 18 de julio, ante la situación política que experimenta la ciudad, los redentoristas abandonan el convento y se dispersan, refugiándose en casa de un canónigo de la catedral y otras personas amigas. Los de más edad serán acogidos en el asilo de las Hermanitas de los Ancianos. Al día siguiente, todos se reencuentran en el convento, sin mayor novedad.
El día 20 una turba de milicianos derriba la verja de la Iglesia y desquicia las puertas del templo; a pesar de esto, se seguirán celebrando los sacramentos hasta el día 23, en que solo acuden a la cita el P. Romero y el H. Benjamín. Al ver que aumenta la tensión y la violencia contra los religiosos, el convento queda abandonado y los redentoristas siguen destinos diferentes. Algunos miembros logran esconderse y salir de Cuenca, pasado un tiempo; otros se refugian en el Seminario. Estos últimos, pocos días después, sufrirían el martirio junto con el Obispo de Cuenca.
El 31 de Julio, los PP. Ciriaco Olarte y Miguel Goñi eran detenidos y fusilados. Uno de ellos moría al instante y el otro tras una larga agonía. Enterado el P. Julián Pozo, avisó al Superior con la intención de procurarse un refugio mejor. El P. Pozo murió la noche del 9 de agosto, en medio de la carretera de Cuenca a Tragacete, rezando el rosario. En el camino del cementerio, la noche del 10 al 11 de agosto de 1936, eran fusilados el P. Xavier Gorosterrazu y el H. Victoriano Calvo. El P. Pedro Romero, de avanzada edad, llevó vida de mendigo por las calles de Cuenca, hasta que fue detenido en mayo de 1938 y arrojado a la cárcel, donde morirá en los primeros días de junio a causa de una disentería, provocada por los padecimientos vividos durante su persecución.
Serán beatificados, D.m., el próximo 13 de octubre de 2013.

 

Padre Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren
Ciriaco nació en Gomecha (Álava) en 1893. Nos podemos hacer una idea del ambiente cristiano en el que fue educado al comprobar que tenía dos hermanos sacerdotes y dos hermanas religiosas. El mismo padre del mártir escribe en 1944 al P. Provincial de los Redentoristas españoles que su hijo era un muchacho ejemplar por la obediencia, la sencillez, la aplicación y la piedad religiosa. Su vocación se desarrolló al mismo tiempo que todas las facetas de su personalidad, y desembocó en la Congregación del Santísimo Redentor por dos motivos: el primero, porque en su mismo pueblo había ya un religioso redentorista, y el segundo, porque su carisma se adecuaba a sus deseos de ser misionero.
En 1904 ingresó en el jovenado redentorista de El Espino (Burgos), y cursó los estudios con muchas dificultades. Parece ser que no tenía demasiada facilidad para el aprendizaje, cosa que compensaba con una gran fuerza de voluntad y esfuerzo. Al finalizar el noviciado en Nava del Rey (Valladolid), pronunció sus votos como misionero redentorista el 8 de septiembre de 1911. Tampoco destacó en los estudios sacerdotales, pero nadie ponía en duda su carácter abierto, alegre y entusiasta. Fue ordenado sacerdote en 1917. Un año después fue destinado a Nava del Rey. En 1921 cruza el océano destinado a Méjico, donde desarrolló una labor misionera abrumadora. No le detuvo en su afán misionero la persecución religiosa -anticipo del desenlace de su vida- de Plutarco Calles de 1926. Más tarde, los religiosos han de escapar de la policía y la práctica del ministerio sacerdotal se hace imposible. El P. Olarte llegó a La Coruña el 12 de septiembre de 1926, donde permanecerá dos años y medio. Después es trasladado a Madrid -comunidad del Perpetuo Socorro-, en donde experimentará los agitados primeros años de la República. En 1932 estuvo en Granada y al año siguiente volvió a Madrid por culpa de la alergia. El 8 de mayo de 1935 se instala en Cuenca.
Al abandonar el convento, en julio de 1936, se escondió primero en la casa del canónigo Domínguez, junto con el P. Goñi, y después en la de don Enrique Gómez, beneficiado de la catedral de Almería. Allí pronunció como una profecía estas palabras: “El día de San Alfonso (1 de agosto) lo vamos a pasar en el cielo...”. Fueron denunciados por una panadera conocida. Muchos los vieron pasar el día 31, sobre las 10 de la mañana, a empujones, conducidos por una turba de milicianos descontrolados. No hubo juicio ni orden de ejecución. En un desmonte cerca de la central eléctrica El Batán, les dispararon a quemarropa. Ambos cayeron al suelo: uno murió -el P. Ciriaco-, y el otro padeció una larga agonía entre contorsiones y gritos de auxilio. Unos milicianos de guardia impedía socorrer a las víctimas. A las 10 de la noche llegó el Juzgado para recoger los cadáveres, que metieron en una misma caja y enterraron en la fosa común. Según testigos, el P. Olarte estaba boca arriba. Recibió tiros en el pecho y la nuca.
Su cadáver fue exhumado en 1940, y se podía apreciar en él una expresión de dolor agudo. Su padres recibieron algunos recuerdos de su hijo mártir, del que decían en una carta al Provincial: “que en nuestra vejez se nos haga más llevadera la pérdida de aquel hijo que desde su niñez no nos dio más que motivos de alegría, tanto por sus cualidades inmejorables como por la disposición que siempre mostró a dedicar su vida a nuestro Señor”.
 
Padre Miguel Goñi Ariz
Miguel nació en Imarcoain (Navarra) en 1902. Su madre nunca le escondió sus deseos de que fuera al seminario. El paso de dos redentoristas por su localidad natal aumentó su interés por la vida sacerdotal, e ingresó en 1913 en el jovenado de El Espino para hacer los estudios medios. Los redentoristas abrieron un nuevo colegio apostólico en Cuenca, el Colegio de San Pablo, y allí se trasladó el joven Miguel en 1915. Profesó como religioso de la Congregación del Santísimo Redentor el 26 de agosto de 1920, al mismo tiempo que su compañero el P. Julián Pozo. Tras los estudios de filosofía y teología en Astorga (León) fue ordenado sacerdote en 1925.
Al parecer, su salud no era fuerte, pero predicó varias misiones populares en Cantabria, Andalucía y Galicia. Tuvo diferentes residencias: Nava del Rey, Granada, Santander y Vigo. Problemas de pecho le obligaron a descansar en Nava del Rey, donde será destinado en 1932. Al poco tiempo regresa a la Cuenca de su juventud. Su actividad se desarrolló fundamentalmente en la iglesia redentorista de San Felipe Neri, en la que celebró la eucaristía y atendió el ministerio de la reconciliación.
Ya sabemos que en el mes de mayo de 1936, fue perseguido por las calles de Cuenca por un grupo de exaltados milicianos deseosos de atacar a cualquier religioso. A los diez días de abandonar el convento de San Felipe, el P. Miguel Goñi fue detenido con el P. Ciriaco Olarte. El P. Retana relata en la crónica de su martirio que gritaron “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva San Alfonso!” y que, además, el P. Miguel se arrastró hasta el P. Ciriaco -que también vivía después de los disparos- para juntos poder consolarse, animarse y confesarse, antes de entregar la vida al Redentor, el 31 de agosto de 1936. Según algunas fuentes, se desangró vivo durante dos horas de agonía, sin que nadie le asistiera.
El cadáver del P. Goñi presentaba el cráneo y el esternón destrozados, un hombro hundido y signos de una agonía prolongada. Su único delito fue ser religioso, sacerdote y misionero del Autor de la Vida.

Información obtenida en las páginas de los redentoristas:

http://testigosdelaredencion.blogspot.com/p/martires-de-cuenca.html

http://www.redentoristas.org/martirescuenca.html
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