Lunes, 23 de diciembre de 2024

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¿Nos sentimos vacíos? Busquemos al Niño en el Templo

¿Nos sentimos vacíos? Busquemos al Niño en el Templo

por La divina proporción


A la edad de doce años, Jesús se queda en Jerusalén. No sabiéndolo, sus padres lo buscan con inquietud y no lo encuentran. Buscan "entre sus parientes cercanos", buscan "entre sus compañeros de camino", buscan "entre sus conocidos", pero, entre toda aquella gente, no lo encuentran... Mi Jesús no quiere ser encontrado entre la muchedumbre. 

Aprended pues dónde lo encontraron... para que vosotros también podáis encontrarlo: "a fuerza de buscarlo, lo encontraron en el Templo". No en cualquier lugar, sino "en el Templo", y no simplemente en el Templo, sino "En medio de los doctores a los que escuchaba y hacía preguntas". Vosotros también, buscad pues a Jesús en el templo de Dios, buscadlo en la Iglesia, buscadlo cerca de los maestros que están en este templo y que no salen de él. Si buscáis de ese modo, lo encontraréis... 

Lo encontraron "sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas". Ahora todavía, Jesús está aquí; nos interroga y nos escucha. "Todos estaban admirados ", dice Lucas. ¿Qué admiraban? No sus preguntas que sin embargo eran admirables, sino sus respuestas... "Moisés hablaba, dice la Escritura, y Dios le respondía" (Ex 19,19). Así es como el Señor le enseñaba a Moisés lo que ignoraba. Unas veces Jesús interroga, y otras responde, y por muy admirables que sean sus preguntas, sus respuestas todavía son más admirables. 

Para que nosotros también podamos oírlo y que nos plantee preguntas que él mismo resolverá, supliquémosle, hagamos un esfuerzo intenso y doloroso por buscarle, y podremos entonces encontrar lo que buscamos. Con razón dice la Escritura: "Tu padre y yo te buscábamos angustiados". Hace falta en efecto que el que busca a Jesús no lo haga con negligencia y blandura, de forma intermitente, como lo hacen algunos... y que, por esta razón, no lo encuentran.  Nosotros, digamos: "Te buscábamos angustiados". (Orígenes Homilía sobre el evangelio de Lucas, n° 18; SC 87)

 Muchas cosas tiene para reflexionar este texto de Orígenes de Alejandría, ya que nos plantea varios paradigmas asociados al episodio evangélico del Niño perdido y encontrado en el Templo. 

Podemos darnos cuenta de estos tres paradigmas, si nos ponernos en las tres posiciones diferentes que se citan en el texto: 

a)    En el lugar de los doctores, escuchando las maravillosas preguntas y respuestas que Cristo nos hace llegar. Para ello debemos dejar atrás nuestra soberbia y aprovechar lo que sabemos para disfrutar más y mejor de aquello de Cristo nos dice. 

b)    En el lugar de José y María, que buscaban al Niño y lo encuentran donde menos lo podrían esperar. Buscar a Cristo no es sencillo, ya que no lo encontraremos recurriendo únicamente a nuestras fuerzas. Es la Gracia de Dios la que nos permite encontrarlo después de muchos esfuerzos y esperas. 

c)     En el lugar de Cristo, dejando a un lado lo cotidiano y centrándonos en lo sustancial. Lo sustancial es estar junto al Padre y hacer su voluntad. El compromiso que nos pide el Señor, conlleva ofrecer todo aquello que nos resulta familiar y cotidiano. 

En la misa del Gallo de este año, Benedicto XVI se hizo una interesante pregunta, que tiene mucho que ver con lo que estamos viendo: 

¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro pensamiento? La metodología de nuestro pensar está planteada de tal manera que, en el fondo, Él no debe existir. Aunque parece llamar a la puerta de nuestro pensamiento, debe ser rechazado con algún razonamiento. Para que se sea considerado serio, el pensamiento debe estar configurado de manera que la hipótesis Dios sea superflua. Estamos completamente llenos de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios.  

Aparte de las tres posiciones que se pueden ver en el texto de Orígenes, existe una cuarta posición. La posición del que no desea formar parte de la escena. La posición de quien observa a Dios como algo inútil para su vida y al mismo tiempo, su vida resulta insustancial e inútil sin Dios. La sociedad prioriza todo pensamiento que esté al margen de la existencia de Dios, por lo que hay que ser realmente valientes para colocar a Dios en el centro de nuestras vidas y participar activamente dentro de la escena que nos plantea Orígenes. Si nos contentamos con llenarnos de nosotros mismos, seremos un vaso que imagina el mismo puede ser su propio sentido y necesidad. Despreciará el vino que debería llenarlo para darle sentido, lo que terminará por hacer el vacío cada vez más doloroso. 

¿Cómo remediarlo? Dejemos atrás nuestras soberbias y dejemos de intentar encontrar la utilidad de Dios. Busquemos con perseverancia a Cristo, pero sabiendo que no es nuestra voluntad la que le encontrará, sino la Gracia de Dios mismo. Por último, dejemos la cotidianidad que nos adormece y aprendamos a centrar nuestra vida en Dios.
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