Navidad y Eucaristía
Navidad y Eucaristía
Este himno de Anatolio es especialmente propicio para el momento que vivimos. La Navidad está cerca y parece que ya estamos viendo la escena del nacimiento delante de nosotros. De hecho en la mayoría de nuestros hogares ya está montado el Belén a la espera del nacimiento del Niño Dios.
Todas las criaturas que se acercaron al portar, ofrecieron algo para que Cristo estuviera arropado. El himno nos hace una pregunta muy interesante: ¿Qué podemos ofrecerte, oh Cristo, porque te has mostrado sobre la tierra para nosotros como hombre? ¿Iremos a adorar al Niño Dios cuando nace? ¿Qué podemos ofrecer a Cristo cuando nos presentemos ante Él?
La doble pregunta conlleva una serie de aspectos relacionados con el compromiso personal de cada uno de nosotros. Ir al Portal a adorar al Niño Dios necesita de esperanza y limpieza de corazón suficientes para tomarnos el trabajo de ir a visitar a nuestro Señor, tras escuchar el anuncio del Ángel o ver la Estrella. Quien no tenga esperanza, difícilmente dejará las responsabilidades, comodidades y abulias que le rodean para atender a una llamada que se escapa de lo cotidiano y frecuente.
Si tenemos esperanza suficiente, tendremos que llevar algo que ofrecerle. ¿Qué podemos llevar al Señor? Todo lo que le ofrezcamos parece secundario o innecesario para El. Pero seguramente no hayamos tenido en cuenta que nuestra sola presencia ya es un presente. No hace falta llevar oro, incienso o mirra, ya que lo importante es estar presentes y ofrecernos como presentes vivos. Pensemos que lo único que no es nuestro el ser que, asu vez nos regaló Dios. Este es el mejor regalo que podemos llevarle.
Los magos adoraron también este cuerpo recostado en un pesebre. Y siendo hombres irreligiosos y paganos, abandonando casa y patria, recorrieron un largo camino, y al llegar, lo adoraron con gran temor y temblor. Imitemos al menos a estos extranjeros nosotros que somos ciudadanos del cielo. Ellos se acercaron efectivamente con gran temor a un pesebre y a una gruta, sin descubrir ninguna de las cosas que ahora te es dado contemplar: tú, en cambio, no lo ves en un pesebre, sino sobre un altar; no contemplas a una mujer que lo tiene en sus brazos, sino al sacerdote que está de pie en su presencia y al Espíritu, rebosante de riqueza, que se cierne sobre las ofrendas. (San Juan Crisóstomo. Fragmento de la Homilía 24, sobre la primera carta a los Corintios)
Sn Juan Crisóstomo nos habla de la celebración de la Eucaristía como Navidad perenne que nos revitaliza y nos llena. Tal vez podamos hacer una analogía interesante entre nuestra actitud ante el Señor Eucaristía y nuestra actitud en el Adviento y la Navidad. Seguramente podamos crear paralelismos y aprender a ver la Navidad como una prefiguración de la Eucaristía y valorar ambas como lo que son: la Epifania perenne del Señor.
La Cuaresma está cerca de terminar y por eso es especialmente importante que hagamos lo posible para salir de la abulia de lo cotidiano y empecemos a prepararnos para recibir al Señor, en Navidad y cada vez que nos acerquemos al altar.