Clarividencia del alma
La clarividencia del alma es un don de Dios…, pero hay muchos mal entendidos acerca de la clarividencia como don del alma y se confunde este don, de clarividencia del alma con otros dones o habilidades que una persona pueda tener, generalmente para la obtención de lucro. Así por ejemplo se dice que una persona es clarividente en los negocios porque tiene visión del futuro de la economía y obtiene unos buenos rendimientos monetarios. Esto no es un don de clarividencia, que Dios le dona a esa persona ni siquiera es un don natural para los negocios. Henry Nouwen, claramente distingue entre talento y el don natural, al decirnos que: “Hay que distinguir entre talentos que es una capacidad de hacer cosas y dones. Los dones son más importantes que los talentos. Podemos disponer solamente de unos pocos talentos, pero tenemos muchos dones”. Claramente se trata de un talento para negociar, y el que lo tiene no piensa ni en dones ni en nada parecido, sino en él mismo que es muy listo y por eso gana dinero. Pero es de ver, que todo lo que tenemos o creemos tener, sea en el orden espiritual o en el material, es un regalo que Dios nos entrega o nos niega, porque entiende que tanto la dación como la negación de algo son convenientes para nuestra eterna salvación a Dios, solo ha una cosa que le interesa de nosotros, y es que le amemos, para así podernos salvar y hacernos eternamente felices, los bienes materiales por lo que tanto luchamos, como creación de poca monta que son, para Él son despreciables en comparación con el tremendo valor de un alma humana. Nosotros nada tenemos, decía San Agustín: Que no hubiésemos recibido anteriormente.
La realidad es que todos nos creemos muy listos, incluso los que no tienen estudios superiores, no por ello creen que los que lo tienen, son más listos que ellos, y para sí mismos se dicen: puede ser que lo sean, para lo que han estudiado, pero para y en los demás temas de la vida, es difícil que haya alguien más listo que yo y muchas veces tienen razón y no se equivocan. Me decía un amigo refiriéndose a otra persona que los dos conocíamos: Mira si es listo ese hombre que casi me alcanza a mí. Y no lo decía de guasa, sino muy convencido. No hay duda de que la modestia hija de la humildad brilla por su ausencia, en donde impera la soberbia, que es en el 99,99% de nosotros. ¡Qué difícil es encontrar en la vida una persona verdaderamente humilde! Sí, hay algunos que lo parecen y dan el pego, pues son los trepas, que siempre existen en las empresas y en la política, y que necesitan humillarse para subir, pues saben perfectamente, que a todos nos molesta una persona más inteligente y lista que nosotros, que somos el sumun, él no va más.
Pero lo que modernamente más nos induce a error, son esa serie de anuncios en toda clase de medios, en los que nos ofrecen sus servicios, unas personas como visionarios o clarividentes del futuro. Nuestro futuro solo Dios lo sabe. Pero existen esta serie de personas dispuesta a ganar dinero con la ingenuidad humana, me refiero a ese mundo de supercherías, integrado por videntes, adivinos, nigromantes, espiritistas, nigromantes,… etc. En el Deuteronomio podemos leer: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvéh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahvéh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahvéh tu Dios a esas naciones delante de ti”. (Dt 18,912).
Son muchas las personas que desgraciadamente recurren a los médiums espiritistas para comunicarse con sus seres queridos, que han muerto, pero en realidad, en todos los casos están siendo testigos de una superchería, y lo que es peor, puede ser que estén hablando con demonios que fingen ser el muerto, es un verdadero engaño, porque en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto y así la Biblia nos dice: “Los vivos, en efecto, saben que morirán, pero los muertos no saben nada: para ellos ya no hay retribución, porque su recuerdo cayó en el olvido. Se han esfumado sus amores, sus odios y sus rivalidades, y nunca más podrán compartir todo lo que se hace bajo el sol”. (Ecl 9,5-6)
Pero no es la inexistente y pretendida clarividencia material, la que aquí nos interesa, sino la clarividencia que Dios da a determinadas almas. El don de clarividencia se puede integrar dentro del don de entendimiento del cual escribe el teólogo dominico Royo Marín: “Este don es lo mismo que el de ciencia, pero en otro aspecto, es el encargado de perfeccionar la virtud teologal de la fe”. Y esta perfección la realiza el alma que dispone del don de clarividencia, que l permite ver con mayor claridad, dado que en los ojos de esta alma, la luz divina penetra con mayor intensidad. Royo Marín en otro libro nos aclara más estos conceptos, al decirnos que el don de entendimiento, es: “…, un habito sobrenatural infundido por Dios con las gracia santificante, por el cual la inteligencia del hombre, bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, se hace apta para una penetrante intuición de las cosas reveladas y aun de las naturales en orden al fin último sobrenatural”.
El don de clarividencia de un alma, esta lo va adquiriendo a medida que va aumentando su desarrollo espiritual, esta alma va viendo paulatinamente, cada vez con mayor claridad, porque la luz divina, penetra mejor en un alma que se preocupa de limpiar las legañas de los ojos de su alma. Mientras que la luz natural que nada tiene que ver con la Luz divina, capacita a los ojos de nuestra cara para ver la materia; la luz divina es la que capacita a los ojos de nuestra alma para poder vislumbrar con mayor claridad, los misterios divinos. En el Kempis podemos leer: “Cuanto más se concentre uno en sí mismo y más simple sea en su interior, tanto más y mayores cosas entenderá sin dificultad, porque recibe de lo alto la luz de la inteligencia“. Cuanto mayor sea el don de clarividencia de un alma mejor llegará esta, a captar el sentido más hondo de la Sagrada escritura, la vida de la gracia, la presencia de Cristo en cada sacramento y, de una manera real y sustancia, en la Sagrada Eucaristía.
Para el dominico Ambroise Gardeil, es obra del don de entendimiento. Escruta a fondo; supera el conocimiento de la fe, que busca, que se adhiere firmemente, pero que se detiene en la superficie, deslumbrada ante la magnitud de las cosas. Sigue siendo la fe, pero iluminada ahora por el entendimiento del Espíritu Santo. Gracias a este don, una fuerza secreta del entendimiento divino pasa a nuestra fe. Pero el don de entendimiento y este caso la clarividencia de un alma en este mundo, no alcanza a estar ya “Cara a cara” en la visión del Rostro de Dios, puesto que permanece todavía en el ámbito de la fe. Sin embargo, las inquietudes, vacilaciones y fluctuaciones de la fe desaparecen por completo para darle a esa alma una seguridad firmísima, en torno a los misterios sobrenaturales.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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