Martes, 24 de diciembre de 2024

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Noc, la sirena que quería hablar con los hombres

por En cuerpo y alma

 
            Hoy, y aprovechando que es domingo me voy a permitir hablarles a de algo diferente, de algo inesperado incluso, pero se trata de una historia que me ha conmovido, a la que ayer dediqué buena parte del programa “Con otros ojos" que tengo la gran satisfacción de dirigir en Radio María. Se trata de la historia de la beluga Noc, que imitaba la voz de los humanos. Escúchenla Vds..
 
 
 
            Su historia comenzó cuando en 1984, empezaron a escucharse sonidos inusuales en el recinto de ballenas y delfines de la Fundación Nacional de Mamíferos marinos de Estados Unidos. Un buen día, un buzo salió del tanque de la ballena y preguntó: “¿Quién me ha dicho que salga?”. El caso es que nadie le había dicho nada, pero algo que sonaba muy parecido a “out” (fuera en inglés) era repetido sin parar por la ballena de nombre Noc.
 
Belugas

           Los investigadores grabaron a la beluga, descubriendo que realizaba unos gorgoritos muy similares a la voz humana. Algo que es aún más notable cuanto que las ballenas emiten sonidos a través de su tracto nasal, y no por la laringe como los hombres. Y lo grande es que, según creían los biólogos... ¡¡¡lo que intentaba Noc era comunicarse con sus cuidadores!!!

            La preciosa historia de Noc, que murió hace ya cinco años, me da pie a mi para hablar de un tema apasionante como es el de las sirenas ¿Era la beluga Noc la sirena que vieron tantos marinos a lo largo de la historia?
   
Sirenas (mujer-pájaro).
Monasterio de Silos.

          La bonita palabra “sirena” proviene del griego, donde se dice “seiren” y significa “encadenado”. En la mitología griega la palabra se aplica a un híbrido de ave y mujer, más que de mujer y pez. Una diferencia ésta de la sirena-pájaro y la sirena-pez que halla perfecta expresión en la lengua inglesa, donde mientras “siren” conserva el significado de esa criatura mitológica mitad pájaro mitad mujer, a las sirenas acuáticas se les llama preferentemente “mermaid”, “doncella de mar” (mer=mar, maid=doncella).

            Son muchos los episodios de la mitología griega relacionados con las sirenas. El dios Aqueloo se casa con la musa de la elocuencia y la poesía lírica, Calíope, la cual le da tres hijas, las Sirenas, de nombre Leucosia, Ligea y Partenope, es decir Blanca, Armoniosa y Ojo de Virgen, las cuales atraen sobre sí el furor de la diosa Ceres quien para vengarse, las metamorfosea en monstruos, mitad mujeres, mitad pájaros. Las desgraciadas sirenas huyen desesperadas y se refugian en las islas situadas entre Sicilia e Italia. Un oráculo las condena a morir cuando un hombre pase delante de ellas sin detenerse, lo que las obliga a atraer al navegante y obligarle a detenerse para lo que se valen de sus más armoniosos cantos.
              
            En la leyenda de Jasón y los argonautas, los marineros, seducidos por la voz de las maliciosas sirenas que quieren su perdición, se salvan del desastre gracias a los cantos de Orfeo, que logra opacar los de las sirenas y evitar así que los argonautas encallaran en los sirenum scopuli (rocas de las sirenas) donde éstas habitaban.
 
 

           Pero si un relato de sirenas prevalece sobre todo otro, no es sino el que debemos a Homero, autor de la Odisea, en cuyo capítulo 12 nos relata cómo Ulises prepara a su tripulación para evitar que caigan embaucados por la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera, mientras él, que no quiere pasar sin escucharlas, se hace atar a un mástil para no arrojarse a las aguas al oírlas cantar, preso de sus encantos.
 
            De la descripción que de las sirenas hace la Odisea, poco cabe deducir sobre su naturaleza avi o pisciforme:

            “Llegarás a las Sirenas [es Circe la que habla a Ulises], las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca".

Ulises y las sirenas. Mosaico romano. Museo del Bardo (Túnez).

            Sin embargo, la iconografía coetánea (ver ilustraciones arriba) las asocia indudablemente al género mujer-pájaro más que al género mujer-pez.

            Es seguramente la iconografía posterior la que prefiere dar una nueva dimensión al mito, asociándolo a unos seres mucho más sensuales, las sirenas-pez, emparentadas con otro ser mitológico cual es el de nereidas y náyades, mujeres completas que viven en el fondo de los mares las primeras, en el fondo de los ríos las segundas. 
 
Ulises y las sirenas. Herbert James Herbert (1909).
Las sirenas van perdiendo la cola de pez a medida que van saliendo del agua

            Las leyendas sobre sirenas o seres asimilables a sirenas no son privativas de la mitología griega, abundando en toda Europa. En Gales es muy conocida la historia de Dahud, la princesa de Caer Ys, una ciudad que, debido a los pecados de su princesa, es condenada por los dioses a ser pasto de las olas. Cuando Dahud cae al mar, es transformada en sirena, nadando entre las ruinas de Caer Ys.

            Otra leyenda muy popular en Gales es la de Murgen, sirena capturada y bautizada, a la se enseñó a hablar y que era capaz de vivir bajo el agua, la cual aparece de hecho como una especie de santa en ciertos almanaques antiguos.
 
            En la mitología escocesa, hay una sirena llamada Ceasg o “doncella de las olas”, mezcla de mujer y salmón. A todo aquél que la captura se le conceden tres deseos si la devuelve al agua, pero es arrastrado por la sirena a las profundidades si sucumbe a sus encantos. Sin salir de Escocia, los selkies son hadas marinas con forma de foca, capaces de deshacerse de su piel y tomar forma de mujer para vivir en tierra firme.
 
            También en España existen leyendas con sirenas. En Castrourdiales (Cantabria) es famosa la historia de la Sirenuca, una sirena buena que con sus cantos, alerta a los marineros que se acercan peligrosamente a los acantilados, en origen una niña cuya madre, harta de que se escapara para irse a los acantilados, le gritó “¡haga Dios que te vuelvas pez!”, a lo que el Sumo Hacedor le respondió convirtiéndola en sirena. En Garrovillas se cree que hay una sirena que nada por las aguas del Tajo.
 
            Aparecen sirenas también en los cuentos de “Las mil y una noches”. En el titulado “La ciudad de bronce” se las describe así:
 
            “Maravillosas criaturas de largos cabellos ondulados como las olas, cara de luna y senos admirables y redondos y duros cual guijarros; pero desde el ombligo carecen de las suntuosidades carnales que son patrimonio de las hijas de los hombres y las sustituyen con un cuerpo de pez que se mueve a derecha y a izquierda, de la propia manera que las mujeres cuando advierten que llaman la atención. Tienen la voz muy dulce, y su sonrisa resulta encantadora; pero no comprenden ni hablan ninguno de los idiomas conocidos, y conténtanse con responder con la sonrisa de sus ojos a todas las preguntas que se les dirigen”.
 
Colón en los mares. Grabado por Theodor De Bry.

           Pero quizás el testimonio más interesante sobre sirenas, por su carácter histórico, tal vez sea éste incluído en el “Diario de Cristóbal Colón” de su primer viaje a América. Esto es lo que leemos en la página correspondiente al 9 de enero de 1493:

            “El día pasado, cuando el Almirante iba al Río del Oro, dijo que vio tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo que otras veces vio algunas en Guinea, en la Costa Manegueta”.
 
 

           No es un relato a desdeñar, ni tampoco exactamente fantástico. El Almirante no dijo haber oído sirenas, dijo haberlas visto. Y desde luego afirmó que no eran hermosas (como se acostumbraba a creer) y que tenían “forma de hombre en la cara”, y nada más, ¿Acaso no describía una beluga como Noc?
   
Hans Christian Andersen

          No se puede terminar este relato sin hacer una referencia al cuento de “La sirenita”, de Andersen, cuya protagonista es una preciosa sirenita capaz de entender y hablar la lengua de los hombres. Un personaje tierno y enamoradizo que salva a un apuesto príncipe de naufragar. La joven sirena se enamora del príncipe y para poder estar con él, hace un pacto con la Bruja del mar, por el cual, la hechicera la transforma en humana, pero si el príncipe se casa con otra, la sirenita moriría. En pago de sus favores, la bruja le corta la lengua y se queda con su bella voz.
  
 

          El príncipe, tras tener un idilio con la sirena, se casa sin embargo con una joven de su clase. Las hermanas de la sirena le ofrecen entonces un cuchillo mágico que le devolverá la cola si mata al príncipe, pero en la sirena prevalece el amor sobre la venganza, y se deja convertir en espuma de mar antes que matar a su amor. Su bondad le es recompensada con un alma inmortal. Pues bien, éste es el cuento que Disney desarrolla tan tiernamente, tergiversándolo un poco para darle un final más cinematográfico, en el que la Sirenita termina recuperando al tiempo el amor del príncipe y la voz.
  
La Sirenita de Copenhage

           Esculturas de sirenas abundan por el mundo entero. Una de las más bonitas es la del Monumento a Alfonso XII del Retiro, en Madrid. Pero indiscutiblemente la más famosa es la que constituye la principal seña de identidad de la ciudad danesa de Copenhage, ciudad de Hans Christian Andersen por otro lado, si no en la que naciera, sí en la que vino a morir.
 
 
            ©L.A.
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