El 24 de diciembre de 1921, siendo Obispo de Málaga, pasó la Nochebuena con los soldados españoles
San Manuel González, Nochebuena de 1921 en Melilla
Me acaban de regalar 365 días de paz y alegría del alma limpia y cara buena junto a san Manuel. Se trata de una agenda, editada por El Granito de Arena, que «conjuga nuestra ajetreada vida cotidiana con los pensamientos más oportunos y sabios de san Manuel González. Útil como una agenda; alegre y consoladora como la carta del mejor amigo. Para vivir un año sereno y feliz, sabiendo que no estamos solos sino que a cada instante contamos con el amor incondicional de Jesús Eucaristía. Incluye pensamientos de san Manuel».
Aquí os podéis hacer con ella.
Agenda 2022 junto a san Manuel (elgranitodearena.com)
Cuando llegue el mes de diciembre de 2022 la agenda recordará un hecho significativo en la vida del santo. De este hecho se cumplen 100 años este próximo viernes. Fue cuando el 24 de diciembre de 1921, siendo Obispo de Málaga pasó la Nochebuena con los soldados de su diócesis que se hallaban en Melilla, debido a la guerra.
LA DIOCESIS DE MÁLAGA Y LA CIUDAD AUTÓNOMA DE MELILLA
Lo primero que tenemos que saber es que la diócesis de Málaga comprende la provincia de Málaga y la ciudad de Melilla. Y que san Manuel, como cuentan sus biógrafos tuvo gestos reveladores del corazón de pastor que tenía y fueron numerosas las visitas que hizo a Melilla para conocer de cerca la situación de los soldados que luchaban en la Guerra con Marruecos, recrudecida en 1921. Quería llevarles el consuelo de la Iglesia y traer noticias a sus familiares.
En la Navidad del año 1921 don Manuel decidió visitar a los soldados españoles en África para pasar con ellos esta noche tan especial y familiar. A las doce de la noche celebró la Misa del Gallo junto con los soldados, capellanes, oficiales y familiares de los militares. Dicha misa la aplicó por los soldados fallecidos en dicha campaña [en la tesis doctoral de Antonio Jesús Jiménez Sánchez, Vida y Obra del Obispo de Málaga, beato don Manuel González García: visión histórica y 0aproximación literaria de 2015, que a su vez cita a José CAMPOS GILES, El Obispo del Sagrario Abandonado].
DURANTE LA CAMPAÑA DE MELILLA
Todas las miserias de su pueblo y todos los dolores de la Patria, hallaban un eco doloroso dentro de su Corazón. Como los profetas bíblicos supo llorar sobre los muros derruidos de su España y levantar amenazadora su voz, acusando el crimen e implorando la piedad del cielo. Era un gran patriota, pero nunca fue, ni por asomo, un político. Su Corazón era demasiado grande para acotarlo con estrechas lindes de opiniones partidistas; su formación era exquisitamente sacerdotal y sabía flotar y sobrenadar por encima de todas las turbulencias de la fluctuación política.
Bástenos [escribe Campos Giles] ahora verlo actuar en aquella gran catástrofe nacional, la guerra de África que estalló en agosto de 1921.
Muy de cerca le tocaban aquellos acontecimientos, ya que Melilla base central de la dirección de la guerra, pertenecía a su diócesis de Málaga. Es maravilloso presenciar su actuación en aquellos días azarosos. Su pluma y su palabra la puso a disposición de la Iglesia y de la Patria, publicando hermosas y oportunas pastorales, que, a la vez que enardecían los ánimos españoles en amor y entusiasmo por la Patria, ponían el dedo en la llaga, señalando el origen auténtico de aquellas calamidades nacionales.
No sólo con su palabra, sino con su actuación directa y personal tomó parte muy activa en aquella cruzada: Él mismo iba a recibir a los heridos, los visitaba en el Hospital, poniendo el primer bálsamo sobre sus llagas; Él ayudaba a los sacerdotes que iban a la guerra, y con alguna frecuencia su ardor patriótico, unido al impulso gigantesco de su celo, le hicieron cruzar el mar y visitar personalmente el teatro de la guerra. Una de estas visitas fue la que hizo con motivo de la Nochebuena de 1921. Dejémoslo contar a él mismo:
MI NOCHEBUENA EN ÁFRICA
¡Qué Noche Buena tan buena la que me ha hecho gozar este año el Corazón de mi Jesús!
¡Cuánto se lo estoy agradeciendo!
Nuestra edad, a pesar de su manía igualitaria y laica de costumbres, tradiciones, gustos, sentimientos, trajes y modas, no ha podido quitar a esa noche el carácter y el sabor que la hacen diferente de todas las demás noches del año.
Entre otras cosas es la noche de la familia cristiana, la noche del hogar repleto, no sólo porque lo llenan los miembros que en el resto del año andan dispersos, sino porque las cabezas y los corazones de los que en torno del hogar encendido se sientan, están llenos de añoranzas y emociones, tristes las unas, alegres las otras, pero mansas y tranquilas todas como ungidas por la fe y la piedad cristianas que en esa noche viven aun los menos creyentes y más tibios.
¡Noche Buena! ¡Noche de nido lleno!
Y me decía yo una tarde próxima a esta noche ante mi Sagrario: ¡Cómo va a ser este año la Noche Buena de mis hermanos los españoles, de mis hijos los malagueños! ¡Vivimos aquí en Málaga tan cerca de la guerra, vemos tan de cerca su magnitud y sus estragos en el desfile sin número de juventud lozana y animosa que pasa y en la tétrica procesión sin número también de juventud enferma y herida que torna y puebla sus hospitales…!
¡Cuántos huecos vacíos en los nidos esta Noche Buena! ¡Cuántos corazones llorando la ausencia del nido!
Y me fui a Melilla con el propósito de que esa noche ninguno de mis soldaditos malagueños llorara esas ausencias. Y pedí al Alto Comisario que dejara venir de sus campamentos a la iglesia grande del Corazón de Jesús a mis hijos y con ellos, a todos los que sin menoscabo de los deberes de guerra quisieran y pudieran venir… Vinieron muchos, y con ellos y con las familias de no pocos que se habían trasladado desde la Península y con sus bizarros generales y jefes formamos en la Casa de Padre Dios el nido grande, lleno, muy lleno y a las doce de la noche, revestido de Pontifical, asistido en el Altar y en el coro por sacerdotes soldados, les canté la Misa del Gallo, les prediqué, mejor dicho, nos hablamos, yo contándoles a lo que había ido y ellos contestándome con el agradecimiento y la emoción que me revelaban sus caras y sus lágrimas.
Los dos encargos… "Dos encargos traigo, les decía yo entre otras cosas, dos encargos os traigo de parte de vuestros padres y madres.
El primero es el que me expresaba una madre con estas palabras:
-¡Vaya usted allá, Padre mío y que mi hijo lo vea y lo oiga a usted como a su padre y a mí…!
Cómo me halaga y enternece esta augusta representación de vuestros padres! Cómo quisiera yo que el Corazón de Jesús diera en estos momentos a mi palabra y a mi presencia, ecos, modulaciones, expresión e influencias de voz, de brazos, de besos de padre y madre.
El segundo encargo me lo ha dado un padre vestido de luto y con acento muy triste, mientras me apretaba fuertemente la mano.
-Sí, vaya usted a África a echar muchas bendiciones sobre aquella mala tierra a ver si ya se hace buena… ¡Tierra ingrata y mala, es verdad, tierra sembrarla con tantos dineros, tantos sudores, tantas iniciativas, tantos esfuerzos, tantos sacrificios y, sobre todo, con tantas lágrimas de madres y tanta sangre generosa de hijos españoles y tan sin fruto…!
¡Con qué gusto vengo a esta tierra a echar no una ni varias bendiciones, sino la esencia y la virtud de todas ellas, la oración eficaz, la intercesión definitiva, que es mi Misa…!
Jesús mío, que, cuando bajes a mis manos, vas a ser adorado por estas rodillas dobladas que no se doblaron jamás ante los hombres, por estas frentes inclinadas ante Ti, y erguidas ante los peligros y las catástrofes, y por esos corazones indómitos en el resistir y mansos en el padecer, y por los anhelos de esperanzas y los suspiros de angustia de tantos padres y madres presentes aquí con su espíritu, Jesús mío, .que acaben de dar fruto esas siembras generosas! No permitas, Señor de los Ejércitos, y Señor de la España de tu Corazón, que se malogren y frustren las siembras de la generosidad con las siembras malas del vicio y del escándalo y de la apostasía…
Yo no pido exterminios de enemigos; que no es cristiano; yo no creo en la invencibilidad de los moros porque tampoco creo en lo que se ha llamado su inconvertibilidad, para mí no tiene duda que los moros empezarán a convertirse cuando los cristianos que los tratan acaben formalmente de serlo… [Era para don Manuel una obsesión la conversión del Marruecos español].
Señor, Señor, que pronto esos desgraciados salvajes, que acechan tras sus chumberas y sus barrancos las vidas de nuestros hermanos, celebren la Noche Buena cristiana y… .se habrán acabado para siempre las guerras entre ellos y nosotros…!".
Y como celebrábamos la fiesta de la familia tuvimos nuestra cena.
En la segunda Misa fue la cena de la familia: ¡Qué Comunión tan numerosa, tan acompañada de lágrimas y tan peculiar! Se aplicaba, como mi Misa, por los muertos en la campaña.
Sin previo acuerdo, ni orden convenido, no comulgaron como es costumbre, primero los caballeros y después las Señoras, no, sino que se iba comulgando por familias. ¡Cómo me temblaban la mano y la palabra al ir depositando la sagrada Forma en la boca de un padre, muy unido, casi pegado, a su hijo soldado que también comulgaba, en la de tantos oficiales seguidos de sus esposas y de sus hijos… y en la de tantos y tantas vestidos de luto…!
…¡En nuestro Ejercito se comulga mucho…!
Y este otro dato que a no pocos extrañará:
Entre los comulgantes quizá figuren en primer lugar los famosos legionarios…
Lo he visto en las iglesias de Melilla y me lo han contado los capellanes de los campamentos.
¡Bien por nuestros soldados!
Una vez más os recomiendo la lectura de la biografía de Campos Giles.