La santidad en la tradición dominicana : 1. Santo Domingo de Guzmán
En este artículo voy a hablar de la santidad tal como se entiende en la tradición dominicana. Me basaré en cuatro frases del principio de la Orden:
1) Predicador de la gracia (Santo Domingo de Guzmán)
2) La santidad exige vivir al nivel de los dones (Santo Tomás de Aquino O.P, I-II, 63, 4; III Sent. Dd 34-36)
3) No son las obras las que nos santifican sino que debemos santificarlas nosotros a ellas (Maister Eckhart O.P., Reden der Unterweisen, Deutsche Werke, I, sigla R, 4, pg. 508)
4) Reprocharé al mundano sus injusticias con los demás pero, sobre todo, consigo mismo al haber creído que su miseria es más grande que mi misericordia. Este es el pecado que no se perdona ni aquí ni allá, pues por menosprecio no ha deseado mi misericordia. Este pecado es más grave para mí que todos los demás que cometió. (Santa Catalina de Siena O.P, Diálogos, 118, cap. 37).
Todos los días al anochecer, después de Completas, las monjas y frailes dominicos cantan
Es un título precioso que nos indica que para los primeros dominicos la santidad no era una cuestión de obras y comportamientos sino de gracia. Es ésta la que capacita al hombre para la santidad. Para definirla, pues, debemos pensar en algo recibido, algo que viene de arriba, en algo cuya entidad no es humana aunque se encarne en el hombre. Se centra en Dios y en Jesucristo. No se centra ni el hombre ni en su libre albedrío, ni en sus acciones, comportamientos o pecados. La ecuación ascesis igual a santidad no es dominicana. Centrarse en Dios quiere decir que se le da la primacía, que todo viene de él, que el hombre no es bueno por amar a Dios sino que, en palabras de Santo Tomás de Aquino, es Dios el que, al amarnos, nos hace buenos. Todo comienza en el Padre que nos da su Espíritu por medio de Jesucristo, un hombre con personalidad divina. El Espíritu Santo nos viene por medio del hombre Jesús que nos redimió en su cuerpo de carne (Col. 1, 22). Como dice San Juan. “El amor no consiste en que nosotros amemos a Dios sino en que él nos amó primero”(1Jn , 4)
Esta es una primera caracterización del estilo e idiosincracia de la Orden. El dominico no te va a apabullar con leyes, mandamientos, exigencias morales o cosas por el estilo. Ya el mismo Domingo certificó esto para las propias normas con las que debía regirse la Orden. Dejó bien claro que no obligan a pecado. Si se enterara de que en algún convento hacen de las constituciones normas de salvación obligando por lo tanto a pecado, iría con su navaja a ese lugar a romper los códices. Él era un predicador de la gracia, es decir, de la gracia de la salvación. Esta, pues no viene de nuestras obras y cumplimientos sino que es regalo y gracia de Dios, realizada en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Aceptar y creer en esta gracia y misericordia esta el principio de toda salvación.