Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De un español olvidado de todos, Cosme García, inventor del submarino

por En cuerpo y alma

 
  
Cosme García

          … o uno de ellos debería decir mejor, que el de conseguir navegar bajo el agua es un camino plagado de nombres, muchos de ellos, por cierto, españoles: así Narciso Monturiol, así Mateo García de los Reyes, así, por supuesto, el gran Isaac Peral... así nuestro Cosme García a quien glosamos hoy.
 
            Cosme García Sáez nace en Logroño un 27 de septiembre de 1818, hijo de riojano y de navarra. Fue su padre un carpintero riojano fabricante de guitarras; fue su madre una navarra. El pequeño Cosme recibirá una formación bastante elemental, por lo que hemos de pensar en un verdadero autodidacta, algo que le asemeja a otros genios de la navegación como el inventor de la máquina de vapor, el norteamericano Robert Fulton.
 
            Como quiera que sea su prolífica imaginación acompañada de su buen hacer dará lugar inmediatamente a innovaciones en un nutrido número de campos. Ideará unas máquinas para sellar en las oficinas de correos, y durante su etapa como regente de la Imprenta Nacional, mejorará la fundición de los caracteres de imprenta, llegándosele a encargar una imprenta con caracteres griegos para la universidad. Construyirá también las máquinas de timbre de la Casa de la Moneda, e inventará una carabina de retrocarga, capaz de disparar 3.000 disparos sin necesidad de limpiar el arma, de la que aunque llegaron a fabricarse 500 unidades en Oviedo, su robo durante la Revolución Gloriosa de 1868, producirá la desaparición de la práctica totalidad de ellas.
 
            El capital que le proporcionan todos estos ingenios, 900.000 reales, permitirá a nuestro inventor emplearse en la que será su gran aportación al campo del saber, el sumergible la que jocosamente llamó el Garcibuzo, un ingenio capaz de albergar a dos personas que se halla en el árbol genealógico del submarino entre sus primeros y más antiguos ancestros.
 
Planos del Garcibuzo Maqueta del Garcibuzo
realizada por el maquetista naval Carlos García

            El prototipo, como bien informa el gran historiador de la marina y biógrafo del propio D. Cosme, Agustín Rodríguez González, tenía forma de tonel, con sus extremos aguzados a proa y popa. Medía 3 metros de eslora por 1,5 de manga, y llevaba a proa y popa cuatro escotillas y otros cuatro orificios para remos metálicos accionados desde el interior. Los remos iban además engranados para vaciar cuatro tanques de lastre que permitían los movimientos verticales. La dotación del pequeño buque no podía ser de más de dos personas, y todo funcionaba a mano.
 
            Probablemente el gran acierto de D. Cosme consistió en apostar por los cascos metálicos, mientras Monturiol en cambio apostaba por la madera. Su diseño anunciaba ya el de cualquier submarino de los que existen ahora. Aunque nacía con fines industriales, rescate de naufragios, etc., nunca se desestimó su posible aplicación militar, y el propio D. Cosme llegó a diseñar un cañón de retrocarga que podía disparar por aberturas en los extremos de proa y popa. El arma por cierto, fue probada con éxito en el polígono de Experiencias del Ejército en Carabanchel.
 
            Construído en Barcelona, será finalmente probado en 1860 en Alicante, manejado por el inventor y por su hijo, los cuales conseguirán permanecer sumergidos durante nada menos que 45 minutos, lo que se puede considerar una auténtica proeza para la época.
 
            El éxito de las pruebas llevará a construir un prototipo en cobre que será presentado a la mismísima reina Isabel II, y aunque la reina se mostrará muy impresionada, los gastos en los que incurría el estado español derivados de la Guerra de Africa impiden financiar su fabricación. D. Cosme presenta entonces el prototipo en París, y parece que hasta es invitado por Napoleón III a fabricarlo en Tolón, si bien lo cierto es que al final, Francia apostará por otro prototipo francés, el Plongeur, que resultó un auténtico fracaso.
 
            El final del Garcibuzo es el más honroso que quepa imaginar para un buque y el más deshonroso que quepa imaginar para una nación: anclado en Alicante, cuando la autoridad portuaria informó de las molestias que ocasionaba su presencia en el puerto, Enrique García, hijo de D. Cosme, lo manda al fondo del mar, donde aún permanece, a la espera de que alguien que no sea Discovery Channel lo rescate para que todos conozcamos uno más de los grandes logros del genio español.

          Cosme García fallecerá en Madrid en 1874, a la temprana edad de 55 años. Su final, como si de un mal fario se tratara, asemejará mucho a la de su ingenio: pobre, desamparado y olvidado de todos. Su hijo Enrique volverá a ofrecer el Garcibuzo al gobierno español al estallar la Guerra de Cuba de 1898, pero la oferta, una vez más, será desestimada por el Gobierno. Cabe preguntarse si no haberlo hecho habría cambiado el signo de la amarga derrota sufrida por nuestra patria.
  
Submarino S-34 de nombre Cosme García

           El nombre de Cosme García será sacado del olvido por la Marina española que en 1917, 43 años después de su muerte, se lo pondrá a uno de los submarinos de la Armada Española adquiridos a Italia. Posteriormente otro submarino más, un S-32 procedente esta vez de Norteamérica, llevará también su nombre. Y a partir de 2012 otro submarino de la clase S-80 construído en Cartagena lo vuelve a portar, con la galanura que corresponde a tan extraordinario ingeniero.
 
 
            ©L.A.
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