No soy nadie en especial
por O santo o nada
Supongo que ya lo habréis observado, pero yo no soy nadie en especial. Si acaso, eso sí, un tipo que se enamoró de una chica imponente (hay que verla para creerla), que tuvo hijos, y que se desvive por los libros y la poesía. Un tipo al que le gustan las películas románticas y que tiene unas ganas tremendas de Dios. No lo niego, soy católico, apostólico y cada vez más romano, y todo lo piadoso que puedo, por mi propio bien. Y un forofo de la transparencia del agua, y del alma de ciertas personas que conozco. Os lo aseguro, no soy nadie en especial. Me pongo de mal genio cuando menos lo espero, soy agorafóbico (esto es lo único que me da un cierto toque distinto) y casi nunca tengo ganas de hacer nada. Sólo soy constante en la lectura, en la nostalgia y en hablar de mí mismo (lo cual me relaja bastante, ¿a vosotros no?). Y nunca sé dónde tengo los papeles, y me pongo de los nervios, y me agobio por cualquier ruido o grito, o si me llevan la contraria. Tengo amigos que consideran que esto y que lo otro, y que sí, que soy un tipo fenomenal, puede que porque haya escrito algunos poemas (¡Dios mío!), o porque me da por la ternura y lo sencillo. Pero no. Eso son cosas que tampoco son para tanto. Lo dicho: nadie en especial. O tan especial como cualquiera.