Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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El Purgatorio bajo el dominio rojo (y 3)

por Victor in vínculis

Con este curioso título Josep Gassiot Magret nos presenta el último capítulo de su obra “Apuntes para el estudio de la persecución religiosa en España”.
El reverendo don José Sanabre Sanromá dice en su “Martirologio de la Iglesia en la Diócesis de Barcelona” (pág. 455):
Nuestra posición de cronistas de aquellos aciagos tiempos exige afirmar que, aunque después de los sucesos de primeros de mayo de 1937 la persecución persistió, pues continuó la detención de numerosos sacerdotes y religiosos, que llenaron durante la mayor parte de 1937 una de las galerías de la Cárcel Modelo de Barcelona, y no fueron anuladas las medidas revolucionarias decretadas contra la Religión Católica en los primeros tiempos de la persecución, es indiscutible que cesó el asesinato de nuestros compañeros de sacerdocio”.



En Barcelona se habían refugiado un gran número de los vascos que habían abandonado Bilbao, y ellos influyeron, indiscutiblemente, para que cesara la que se había venido en llamar la caza del cura. Hasta parece que el vasco señor Irujo, como Ministro de Justicia en el Gobierno de Negrín, proyectó restablecer la ley de cultos; tal intento motivó un artículo del periodista Ezequiel Endériz, publicado en “Solidaridad Obrera” el 25 de mayo de 1937 y del que copiamos:
“¿Qué quiere decir restablecer la ley de cultos? ¿Qué se puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona y Madrid no sabemos dónde se podrían hacer esta clase de pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un cáliz… ¿no habíamos quedado que la Iglesia había sido, en la rebelión de julio, un beligerante más? Todos lo habíamos entendido así, y en las mismas propagandas oficiales del Gobierno en el que el señor Irujo era un ministro “sin cartera”, se ha dicho esto como justificante de la desaparición de los templos y de los curas… Todo esto está más claro que el agua. Que el agua clara. Tan claro que el proyecto del señor Irujo, ni puede pasar ni puede producir otra cosa que risa. Porque aún cuando la católica dialéctica convenciera en el seno del Gobierno de la necesidad de restablecer esta libertad absurda -cosa, desde luego, que no la creemos imposible después de lo que estamos viendo- de nada serviría lo escrito en papel, en el papel de “Gaceta de la República”, ante un pueblo que en muchas zonas, por lo menos, se ha propuesto perseguir al catolicismo como uno de los más terribles daños que han pesado sobre esta raza infeliz”. 
La amenaza formulada en nombre del pueblo de que se había propuesto perseguir al catolicismo, produjo su efecto, y no fue restablecida la libertad religiosa durante la dictadura de Negrín y la persecución religiosa perduró, pero con apariencias de persecución política y muchas veces, para darle visos de legalidad haciendo intervenir a los Tribunales Populares.
El espíritu de tales Tribunales, no se podía calificar de justiciero, como podríamos demostrar con numerosos ejemplos. Familiares nuestros, jóvenes de 17 a 21 años, fueron condenados por haber pertenecido a una Congregación Mariana. Al padre Fernando Llovera Puigsech se le condenó a muerte porque desarrolló actividades fascistas tendentes a sustraer a la justica revolucionaria a religiosos. La Federación de Jóvenes Cristianos dio un numeroso contingente de víctimas entre ellas los jóvenes que fueron fusilados en Montjuich el 11 de agosto de 1938, condenados por el titulado Tribunal de Espionaje y Alta Traición.
Pocos días después, el Vicario General de la Diócesis, Padre José Mª Torrent, del Oratorio, escribía a la Secretaría de Estado de Su Santidad, dando cuenta de las últimas ejecuciones. En la carta había un párrafo que literalmente decía: “Sin que ello signifique disminución de mérito y virtud en los demás (ejecutados), merece citarse al joven Ignacio Trías Bertrán, de diecinueve años de edad, Prefecto de la Congregación Mariana Menor de los PP. Jesuitas, centro y alma de los que hoy están trabajando a favor de los pobres, especialmente sacerdotes, algunos jóvenes, que sin pertenecer a ningún partido político, devotamente sujetos a la autoridad eclesiástica, hacen verdadera y meritoria acción católica” (publicado en Congregante y Mártir, página 169).
Y como ejemplo, también, del proceder de los Tribunales Populares, podemos ofrecer la reseña publicada en “El Noticiero Universal” correspondiente al 23 de noviembre de 1937, referente al juicio seguido contra Pedro Mateu Cusidó por haberle ocupado unas cajas embaladas que contenían armas largas. Declaró como testigo Federica Montseny, que hizo “una calurosa apología de Mateu, recordando que aquél fue el autor de la muerte de Dato, porque éste era el verdugo de los obreros. El procesado fue absuelto”.
A los anarquistas, en cuanto no se oponían a la intervención rusa o a la política de Negrín, les eran consentidas todas las actuaciones y propagandas, y de ellos partían muchas denuncias contra elementos católicos acusándoles de espionaje y derrotismo, simplemente por sus reuniones y prácticas religiosas.
Teníamos que vivir en constante zozobra, y más que los fallos de los Tribunales, nos infundían temor los procedimientos del S.I.M. (Servicio de Investigación Militar), que no se limitaba a su específica esfera de investigación militar, sino que se convirtió en la policía más siniestra y temible. En las checas se disponía de toda clase de elementos técnicos de tortura y no era posible conseguir de sus directores noticia alguna de los detenidos, que ni podían recibir auxilio de sus familiares y tenían que permanecer en cautiverio largo tiempo, sin que se practicase oficialmente ninguna diligencia judicial.
Con los cristianos de tales países, los que ahora vivimos en la España liberada (el libro está publicado en 1961) tenemos contraída una deuda, que podemos saldar por lo menos ayudándoles con nuestra oraciones, ya que de ellos recibimos auxilio; séanos permitido dedicar un recuerdo a los legionarios rumanos que tomaron parte y murieron en la Cruzada española.
Uno de éstos, Ion I. Motza, al despedirse de sus padres dijo: “¡Se ametralla el rostro de Cristo! ¡Se conmueve el edificio cristiano del mundo! ¿Podemos nosotros permanecer indiferentes? ¿No es un gran beneficio espiritual para la vida futura caer en la defensa de Cristo?”.
Otro Vasile Marin, el 26 de noviembre de 1936, escribía a su esposa: “No hice esto por desesperación o aventura, sino perfectamente lúcido. Era un deber de honor que pesaba sobre los hombros de nuestra generación. Lo he hecho con el mismo amor que si se hubiese tratado de mi patria” (del libro “Los legionarios rumanos Motza y Marin, caídos por Dios y por España”).
Y, finalmente, recordamos a otro cristiano rumano, Cornelio Zelea Codreanu, que escribía: “La característica de nuestro tiempo es que nos ocupamos de la lucha entre los mandatos del Espíritu Santo y los apetitos de nuestra naturaleza terrena. Nos preocupan y nos complacen las victorias sobre los hombres, no la victoria contra el diablo y el pecado” (Diario de Jilava, página 51).
Realmente la caridad debe hermanarnos a todos los cristianos, hemos de ofrecer nuestros sufrimientos para la purificación de nuestras almas y procurar cumplir los preceptos evangélicos, con el perdón a nuestros enemigos, para que la paz sea con nosotros.
Cada persecución que sufre la Iglesia es un nuevo himno de mayor belleza y armonía que los que cantan a Dios los coros angélicos de mayor excelsitud, dijo el doctor Torras y Bages. Es de desear sean recordados y glorificados por Dios; y el tres de noviembre podría ser la fiesta de los Mártires.
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