Miércoles, 27 de noviembre de 2024

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Los monjes mártires de Montserrat (y 7)

por Victor in vínculis

Dom Fernando Maria Solá i Escofet, monje de Montserrat, fue el encargado de pronunciar la oración fúnebre, el 19 de septiembre de 1939, ante los primeros ocho cuerpos de los monjes mártires de Montserrat (de los once que se recuperarían). En 1959, en catalán y en 1962, en castellano, publica Gloria nuestra”: Oda a los mártires de Montserrat.

          
El canónigo de la Catedral de Barcelona, Monseñor Cipriano Montserrat, escribe en el prólogo que: “Dom Fernando María Solá se suma a los homenajes tributados a los veintitrés mártires benedictinos de Montserrat -“roja constelación de estrellas fúlgidas”- con un exquisito poema, en el que trenza el himno de una emoción hondamente sentida con los efluvios hechos poesía de la trascendente teología del martirio”.
La gran riqueza de las “Notas documentales y doctrinales” se hace imprescindible para la lectura de la Oda, que queda suplida para quien haya seguido la serie de artículos.

           
Con este bello poema concluye la serie que hemos dedicado estos días a los monjes mártires de Montserrat con motivo de haberse hecho pública su próxima beatificación. El primero y el último de los dibujos, que ilustran el libro del que hablamos hoy, son de Adolfo del Rey. Bajo estas líneas, dibujo a la pluma de Frank Alpesa, que obtuvo el accésit del Concurso Montserratino "Regina Martyrum" en el año 1951.


 
 

 
ODA A LOS MÁRTIRES DE MONTSERRAT
EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU GLORIOSA MUERTE
 
Sangre de nuestros mártires.
Sangre pura y cálida derramada por Cristo.
Sangre coagulada y cristalizada.
Precioso rubí de sangre nuestra
en la corona de oro de la Madre.
 
Veintitrés mártires nuestros:
Vivieron y conversaron con nosotros.
Rogaron y trabajaron con nosotros.
Gozaron y sufrieron con nosotros.
Murieron pensando en nosotros.
(Hermosas palabras del angélico Padre Ángel
Ante los fusiles homicidas:
Dejadme orar por aquellos que quedan”).
 
Jóvenes, ancianos o de edad mediana.
Hombres de Ciencia, de Letras o de Arte.
Hombres de trabajo y de fuerza.
Hombres de gobierno o de humilde obediencia.
Hijos de la dulce Cataluña,
de la castilla heroica,
de la fuerte Basconia.
 
Jesús los llamó
en el cruce de oscuros senderos,
en escondrijos de hogares amigos
en hospedajes inverosímiles,
en el monte,
en el llano,
a la vera del mar.
Jesús los llamó
Y respondieron: Adsum.
(Fulgentes palabras del Padre Fulgencio
Al entregarse a los crueles verdugos:
Siempre estamos en manos de Dios.
Dijimos a Jesús que le queríamos.
Ha llegado la hora de probarlo…
Si es preciso, por Él demos la vida”).
 
La Divina Paloma
-Espíritu de Amor y Fortaleza-
infundióles coraje sobrehumano
y, brazos extendidos,
ante su cruz erecta
cantaron en voz alta o en silencio
su profesión postrera y solemnísima:
 
Suscipe me, Dómine,
secundum eloquium tuum et vivam
et nono confundas me
ab expectatione mea
 
(“Recibidme, Señor,
según vuestra palabra y viviré
y no me confundáis
en mi esperanza”).
 
Se esparció por la tierra la sangre generosa
Salió de los labios la voz de perdón.
Por esto la faz de nuestros mártires
respira solamente serenidad y dulzura.
En la hora trágica y definitiva,
en el horror de la profunda noche,
bajo el Poder fugaz de las Tinieblas,
verían el Montserrat de la tierra
como escalera alfombrada de sangre
-sangre suya, sangre nuestra-
que lleva al Montserrat eterno…
 
La dulce Moreneta acogiólos en sus brazos
y presentólos a Jesús,
rojos de sangre,
cálidos de sangre,
rutilantes de sangre.
Y Jesús les dio un ósculo dulcísimo
y puso en la frente de cada uno
una corona de laurel
y enla mano de cada uno
una palma de victoria,
que no se marchitarán jamás
Y SERÁN DESDE AHORA Y PARA SIEMPRE
LA MÁS ALTA GLORIA DEL GLORIOSO MONTSERRAT.
 
Os acogieron, brazos abiertos,
Oliba, Bach, Vivers, Ribes,
Boil, Garcías, Garriga, Chanon,
De Aragón, Levoritti, Argeric, Fray José,
con millares de monjes, en Montserrat formados,
con millones de monjes, de Benito progenie.
Y con los santos que a la Virgen Negra
En la Santa Montaña veneraron:
Pedro Nolasco y Juan de Mata,
Vicente Ferrer e Ignacio de Loyola,
Francisco de Borja y Luis Gonzaga,
Pedro Claver y José Pignatelli,
José de Calasanz y Salvador de Horta,
Lorenzo de Brindis y Diego de Cádiz,
Antonio Claret y Benito Labre,
Joaquina de Vedruna y Micaela del Santísimo.
 
Con ellos,
más que ellos
-roja constelación de estrellas fúlgidas-
Rosa de Abril” purpúrea,
Emperatriz de la Ciudad gozosa”,
Regina Martyrum,
Y cantaréis un Virolay dulcísimo
que, embelesados, oirán los ángeles.
 
Y ahora,
pasados cinco lustros,
nos queda visible vuestra sombra amiga.
el recuerdo de vuestro sacrificio
que nos conmueve, alienta y fortalece,
la luz inextinguible
de vuestros corazón que nos abrasa
y aquel grito postrer de vuestro pecho
que nos perfora todavía el alma…
 
De algunos de vosotros
los restos felizmente recobrados
a Montserrat un día retornaron
y un amor que no muere
los guarda cual reliquias veneradas.
Con los demás que duermen,
esparcidos por tierras ignoradas,
que sólo Dios conoce,
esperan el angélico llamado
y la total Justicia.
Los huesos humillados
germinarán como la hierba
y exultarán en el Señor.
Pues sufristeis por Cristo y con Cristo,
con Él seréis también glorificados.
 
Hermanos de Fe, de Profesión, de Patria:
Velad por nosotros.
Rogad por nosotros.
Vivid siempre en nosotros.
Rogad por los que os amaron.
Rogad por los que os odiaron.
Rogad por los que os mataron…
(Ignoraban lo que hacían:
sin quererlo labraban vuestra corona).
 
 
Rogad por los pobres errantes
que dejaron los claros senderos
para volver a las ollas de Egipto
y morirse de hambre y de tristeza
alejados del techo paterno.
Rogad por los falsos profetas
sembradores de odio y envidia
que envenenaron el alma ingenua del pueblo
y llenaron de ruinas la patria.
Rogad por los hijos de todas las patrias
para que escuchen la voz poderosa
que, arrancando del fondo telúrico
y merced a la Luz de lo Alto,
les invita a la Santa Unidad Ecuménica
como hermanos de Cristo
e hijos de Dios.
 
Alcanzadnos del Padre benigno,
mediante el clamor de la Madre,
que el Montserrat de vuestros amores
siga siempre el camino del Idel vuestro.
Que tengamos paciencia y firmeza
en el martirio de todos los días.
Que el recuerdo de vuestros tormentos
nos amargue las mieles malditas
del demonio, el mundo y la carne.
Que la Fe que, muriendo afirmasteis,
ilumine a todas las almas
y a todos los pueblos del mundo.
Que la tierra que hicisteis fecunda
con la sangre por Cristo vertida,
en venusto vergel se convierta
bajo el Sol celestial del Amor.
 
Y obtengamos por vuestra plegaria,
por vuestro sublime holocausto
-completo del drama perenne del Gólgota-
Paz, Libertad y Justicia,
la Gracia deificante
y la Gloria inefable
con vosotros
por siempre
Amén.
¡Aleluya!




 
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