En vísperas de la fiesta de la Asunción de María
Carta por avión a una mujer nazarena
Con sello de urgencia
Manuel Lozano Garrido
Revista “MIRIAM” 3 diciembre 1970
A una mujer del Nazaret con luces de neón, colectividades y tractores: del Nazaret de hoy, metido como una punta de lanza en el futuro. A la mujer de un carpintero que barniza con pinturas de plástico; la que compra en mercados con frigoríficos y cruza calles que anuncian a Chalton Houster.
Para ti escribo en papel de seda una carta mecanografiada que luego he de meter en sobre con ribetes azules o amarillos. Un hombre de ahora teclea y te dice las cosas con idéntico nudo con que tramita en cualquier ventanilla una solicitud de piso o de anticipo, con el mismo afán que los vendimiadores o los artesanos de hace veinte siglos llegaban cada tarde a la casa de la viuda de José para interesarla en la curación de un niño.
A Ti, Virgen del Tiempo, Santa María del 1961, siempre Madre, y limpia, y vigente entre televisores, torretas de petróleo y quirófanos, Dolorosa del Congo y de Argelia, de los países subdesarrollados y
A Ti, la actual, la presente, la palpitante, te escribo yo mismo con ansia, casi con violencia, agarrado furiosamente a una esperanza que apenas si se cubre con el sello de urgencia.
Mira: como cuando cae una bomba y queda un vacío que hay que rellenar desde todas las esquinas del mundo te succiona la desolación de una humanidad de erizos. Por eso, hasta tu Nazaret de armisticio y de observadores de
Por eso quisiera llevarte por aquí y por allí, por esa geografía de la riqueza insultante y la pobreza rabiosa, para que Tú diluyas como un azucarillo el sentido dulce y santo de la pobreza. También, por las rotativas; porque ya es hora de que los periódicos dediquen cinco columnas a la raíz positiva de la pureza que hace libres como se las dedican a las P. B., los Tonwsends o las Lanas Turnez. Por el palo de gallinero de la soberbia en que cada uno vivimos como gallos de pelea que reclaman ser apeados. Por todos y cada uno de nosotros, que hemos de estar con los hombres de las oficinas, las colas y los talleres con el alma rezumando los chorros de ternura de tu corazón-fuente. Por el trabajo, el sudor, la soledad y los dolores que hemos de dar alegremente, sin arrugar el entrecejo, sin desplegar los labios, con toda la entereza y la conformidad con que Tú “estabas” humildemente al pie de
Fíjate: por todos sitios no hay sino voces, algarabías y carreras. Es que le tememos al silencio, a la soledad y al dolor, al ancho y fecundo silencio, la soledad y el dolor de tu vida entera a puerta cerrada.
Mujer, Madre y Dolorosa del Nazaret de entonces y de ahora: acércate y haz de cada corazón un Nazaret infinito; que los hombres nos abramos como árboles en hora de cosecha y tu gracia nos cuelgue de las ramas, como las frutas a punto.
Y ya cierro esta carta con prisa, le pongo sello de urgencia y la entrego para que te la lleve el avión de mi plegaria que tiene ya rugiendo sus motores.