Lunes, 23 de diciembre de 2024

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El cristiano frente a la Crisis

El cristiano frente a la Crisis

por La divina proporción

Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian. El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en un prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal, y los cristianos tienen su alojamiento en lo corruptible mientras esperan la inmortalidad en los cielos. El alma se mejora con los malos tratos en comidas y bebidas, y los cristianos, castigados de muerte todos los días, no hacen sino aumentar: tal es la responsabilidad que Dios les ha señalado, de la que no sería licito para ellos desertar.(Carta a Diogneto, anónima S.II)  

La crisis económica y moral afecta a cristianos y no cristianos. No somos diferentes a las demás personas en cuanto a tener privilegios que nos resten sufrimientos y temores por el futuro. 

Como la Carta a Diogneto nos relata, los cristianos somos alma de la sociedad en la que vivimos. Nuestra Fe es invisible para muchas personas, pero nuestro testimonio no. Nuestra oración puede hacerse en la intimidad pero nuestras manos, actitud, ánimo y confianza deberían responder a la esperanza que llevamos en nuestro interior. ¿A qué tememos? Dios está con nosotros. 

Decía Santo Tomás Moro “Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque no se turbarán por lo imprevisible”. Nuestra oración debe preceder a nuestro pensamiento y este, a nuestra acción. Si en la oración nos cargamos de esperanza, pensaremos de manera lúcida y seremos capaces de afrontar los retos que el día a día nos trae. ¿Y si lo que nos trae la vida eso penas y dolores? Dice la Carta a Diogneto: “El alma se mejora con los malos tratos en comidas y bebidas, y los cristianos, castigados de muerte todos los días, no hacen sino aumentar: tal es la responsabilidad que Dios les ha señalado, de la que no sería licito para ellos desertar”. ¿Por qué este comportamiento tan incomprensible para el mundo de aquellos tiempos y para el actual? La diferencia es la esperanza que todo cristiano debemos llevan con nosotros.  Es la responsabilidad que el Señor nos ha dado: ser sal que da sabor y levadura que transforma. 

El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en un prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo.” Estamos llamados a ser cohesión de la sociedad en la que estamos insertados. Aunque la sociedad nos odie, sin nosotros las injusticias darían lugar a catástrofes sociales. Pero el alma necesita unidad y entre nosotros esa unidad es clave. Un cristiano que va por libre desligado de sus hermanos y de la Iglesia, nunca será un punto de apoyo de la sociedad. 

Dicho todo esto, no nos creamos indispensables como personas y nos sintamos llenos de nosotros mismos, como el fariseo delante del publicano. Santo Tomás Moro nos da una pista muy interesante: “Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría”. Sintámonos parte de una gran red de la que somos un nudo que da sustento a la estructura. La unión de todos nosotros es lo que forma la red. La Fe es lo que nos une y la Esperanza es lo que mantiene tensa la estructura para que la Caridad rescate al mundo. Caridad en el sentido amplio de su entendimiento: Dios es Amor. 

La oración no siempre es visible al mundo, pero nuestras manos si lo son. Propaguemos la esperanza en una sociedad que se cae a pedazos. Esperanza que llene el vacío que ha dejado el adorado ídolo de la riqueza. El trabajo de llenar de esperanza nuestra sociedad no es pequeño, pero el Señor está detrás de nosotros dándonos fuerzas e inteligencia para llevar adelante la misión. No perdamos la esperanza, oremos con frecuencia al Señor.

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