Martes, 24 de diciembre de 2024

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De Santo Tomás, el apóstol incrédulo: una reseñita en el día de su fiesta

por En cuerpo y alma

 
            Celebramos hoy 3 de julio la fiesta de Santo Tomás apóstol, y al pregunta es: ¿qué sabemos a partir de los textos canónicos del apóstol Tomás?
 
            Pues bien, Tomás, al igual que Felipe y Andrés, sólo adquiere cierta notoriedad en el Cuarto Evangelio, el de San Juan, pues lo que es en los sinópticos, apenas es citado sino para engrosar la nómina de los Doce. Y nada más.

            Cuatro son los episodios en los que participa activa y expresamente en el Evangelio de San Juan.
 
            El primero recoge una intervención rayana en lo heroico. Todo empieza cuando en un momento delicado de su ministerio, pues los judíos ya le persiguen abiertamente para matarle -y aunque el Evangelio de Juan no precisa, cabe pensar que la crucifixión de Jesús apenas se produce unas pocas semanas después-, Jesús decide esconderse a la espera de que se cumplan los días para manifestarse según lo tiene planeado. En situación tal, llega a Jesús una noticia tan inesperada como desagradable: uno de sus grandes amigos, Lázaro, se encuentra gravemente enfermo.
 
            “Cuando se enteró de que estaba enfermo [Lázaro], permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: “Volvamos de nuevo a Judea”. Le dicen los discípulos: “Rabbi, con que hace poco los judíos querían apedrearte ¿y vuelves allí?” Jesús respondió: “¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él” (Jn. 11, 610).
 
            Los apóstoles dudan, tienen miedo, saben que el cerco se estrecha sobre Jesús, temen incluso por su propia integridad personal. Con toda seguridad, debió plantearse algo parecido a un motín entre la tropa. En circunstancias tales, aparece el hombre providencial.
 
            “Entonces Tomás llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: “Vayamos también nosotros a morir con él.”” (Jn. 11, 616).
 
            Y Jesús, acompañado de sus discípulos, acudió a casa de su amigo Lázaro y, como sabemos, lo resucitó.

            El Evangelio de Juan recoge también un segundo episodio relativo a Tomás que anticipa en parte el carácter desconfiado e incrédulo del apóstol:
 
“Le dice Tomás: “Señor no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Le dice Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”” (Jn. 14, 5-9).

La incredulidad de Santo Tomás. Caravaggio (1602)
 
            Pero el momento estelar de Tomás, aquél por el que es conocido y reconocido por la inmensa mayoría de la feligresía cristiana, tiene lugar en las postrimerías del ministerio de Jesús, cuando una vez que ya ha resucitado, hace diversas apariciones a sus discípulos. En una de ellas se revela al grupo de los apóstoles. Acontece frente a Tomás lo siguiente:
 
            “Tomás uno de los Doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros”. Luego dice a Tomás: “Acerca aquí tus dedos y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente”. Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”. Dícele Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”” (Jn. 20, 24-29).
 
            Por último, relata también San Juan una nueva aparición de Jesús a sus discípulos en la que sólo tres son llamados por su nombre, dos más lo son por su patronímico y otros dos de modo genérico, sin mayor especificación. Pues bien, uno de los tres citados por su nombre es precisamente Tomás. Lo cuenta Juan así:
 
            “Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del Mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban junto Simón Pedro, Tomás llamado el mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.” (Jn. 21, 1-2).
 
            Tomás, obviamente, está junto al resto de los Doce cuando se producen los grandes momentos estelares del grupo: última cena, apariciones colectivas, ascensión de Jesús a los cielos, elección del sucesor de Judas y pentecostés. Pero nada más, porque aunque sobre el apóstol incrédulo existe mucha bibliografía apócrifa y extensa tradición a las que podemos referirnos en otras ocasiones (ya lo hemos hecho alguna vez) así como al interesante significado de su nombre, ningún otro texto canónico vuelve a citar su presencia individual o en grupo en ningún otro evento. Por lo que de momento, y no sin felicitar a los tomases en su día, me despido de Vds. hasta mañana en que una vez más nos vemos por aquí.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
 
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